EL PELIGRO DEL GRUPO
<b>para bien o para mal la
pertenencia a un grupo es evidente. Educar bien a los hijos es la gran
responsabilidad de los padres, de ello depende su futuro feliz>/b>
El comportamiento es contagioso entre los
adolescentes. El buen hacer de los compañeros configura el grupo. Asimismo le
da forma la mala conducta. La influencia
que los adolescentes se ejercen mutuamente es muy fuerte. Las consecuencias de
pertenecer a un grupo, para bien o para mal, es evidente. Para no ser expulsados
de la pandilla se abandonan las propias convicciones y se aceptan las que se
establecen. En la adolescencia las convicciones no están claramente definidas. Los adolescentes necesitan ser
guiados por los padres, no por las redes sociales y otras influencias ajenas,
castigando o premiando, según sea su comportamiento. “Instruye al niño en su
camino, y aun cuando sea viejo no se apartará de él” (Proverbios 22: 6).
La influencia que mutuamente se hacen los
adolescentes es muy fuerte y con mucha
frecuencia indeseable. Los comportamientos incorrectos de los adolescentes son
muchos, por ello es tan importante que los chicos y las chicas que se inician
en el camino de independizarse sepan elegir el grupo. A menudo es demasiado
tarde para enderezar el arbolito que se le ha permitido crecer torcido cuando
el tronco ha perdido flexibilidad. Llegada esta situación, si se intenta
enderezarlo lo que se consigue es que se rompa. Cuando la influencia del grupo
ha enraizado profundamente en el alma es muy difícil reparar el mal causado.
Para evitar llegar a este extremo, que sea el grupo que marque el
comportamiento de sus componentes es necesario prevenir el mal. La prevención
se llama educación: que tiene el objetivo de formar personas capaces de
autogobernarse para no ser dirigidas por los otros. La tiranía del grupo atrapa
a los adolescentes de personalidad débil. Por esto, una sana formación
religiosa debe ser la base de una buena educación. Aquí se presenta un dilema:
¿Quién es el responsable de impartir una formación religiosa sana?
Hoy sigue estando sobre la mesa el
problema que no se termina de solucionar: Religión en la escuela, sí o no. La
solución de este problema se plantea mal porque se busca el interés partidista
y no el bienestar del niño. La iglesia, sea cual sea su nombre o el estado, sea
cual sea su color político, ambas persiguen controlar la educación infantil
porque saben que los niños educados bajo su influencia, cuando sean mayores no
abandonarán las enseñanzas recibidas durante la etapa escolar: “Instruye al
niño en su camino, y aun cuando sea viejo no se apartará de él”. No debe
olvidarse esta verdad.
Por inferencia nos hemos referido a que
sean los padres quienes, por declaración divina, deben impartir una sana instrucción religiosa
para que sus hijos crezcan fuertes y cuando empiecen a volar no caigan en las
redes de la tiranía del grupo. Moisés, dirigiéndose al pueblo, dijo: ” Estas
son las palabras que yo te mando hoy, y estarán en tu corazón y las enseñarás
diligentemente a tus hijos…” (Éxodo 6: 4-9). El Señor le manda a Moisés que
diga al pueblo que enseñe a sus hijos la palabra revelada: “Para que te vaya
bien en la tierra que fluye leche y miel, y os multipliquéis, como te ha dicho
el Señor, el Dios de tus padres” (Éxodo 6:3). La formación religiosa de los
hijos basada en la verdad de la Palabra de Dios sirve para que los que beben en
su fuente les vaya bien en la tierra en que habitan.
Debido que tratamos el tema de la
influencia que el grupo ejerce en quienes forman parte de él., la Biblia tiene
algo que decir para que los hijos no se dejen atrapar por él y les “vaya bien”
su andadura por este mundo. Avisa de lo
peligroso que pueden ser determinados grupos: “Hijo mío, si los
pecadores te quieren engañar, no lo consientas. Si dicen: ven con nosotros, pongamos asechanzas para
derramar sangre, acechemos sin motivo al inocente, los tragaremos vivos como el
sepulcro, y enteros, y enteros como los que caen en un abismo, hallaremos
riquezas de toda clase, llenaremos nuestra casas de despojos, echa tu suerte
entre nosotros, tengamos todos una
bolsa, hijo mío, no andes en camino con ellos. Aparta tu pie de sus veredas,
porque sus pies corren hacia el mal, y van presurosos a derramar sangre. Porque
en vano se tenderá la red ante los ojos de toda ave, pero ellos a su propia
sangre ponen asechanzas, y a sus almas tienden lazo. Tales son las sendas de
todo el que es dado a la codicia, la cual quita la vida de sus poseedores”
(Proverbios1: 10-19).
Este texto describe de manera excelente
las pandillas callejeras que tanto estrago produce a personas y a mobiliario
público y tanto dispendio al erario municipal. La influencia que
mutuamente ejercen los adolescentes a
menudo son muy contagiosas: Aprenden a beber sin control, drogarse hasta perder la autoestima, los chicos a ser
agresivos con las chicas y con las personas que no son de su gusto, a practicar
comportamientos ilegales que son perjudiciales para sí mismos y muy dolorosas para sus familias.
Antes que los hijos se vean atrapados en
las redes de los grupos nocivos, los padres deben instruir a sus hijos en los
caminos del Señor para su bien, para que puedan andar por este mundo tan
repleto de trampas estratégicamente colocadas para atrapar a los incautos.
Los padres que invierten en el Señor Jesús
son un gozo para ellos y un seguro para la felicidad de sus hijos.
Octavi
Pereña i Cortina
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