dijous, 19 d’agost del 2021

 

JOB 13: 45

“Porque ciertamente vosotros sois fraguadores de mentira, sois todos vosotros médicos nulos. Ojalá callarais por completo, porque os fuese sabiduría”

Estas palabras las dice Job a sus amigos que le visitaban para consolarle en su dolor. Pueden perfectamente aplicarse en aquellos que en las iglesias enseñan doctrinas falsas que recubiertas de una capa de piedad destilan veneno puro.

Juan Planellas, arzobispo de Tarragona en uno de sus escritos dominicales María en la fe del pueblo dice esta estupidez: “La devoción a la madre de Dios debe ser inteligente. Sin caer en la aridez de los conceptos, debe estar basada en la Sagrada Escritura y en la genuina Tradición de la Iglesia”. El arzobispo equipara la Ttradición a la Sagrada Escritura. Si la Tradición está basada en la Sagrada Escritura, nada que decir. Cuando tergiversa la Escritura, Jesús sí que tiene algo que decir: “Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición” (Mateo 15: 6). La devoción a la “Madre de Dios” no tiene fundamento bíblico. Jesús dirigiéndose a aquellos que habían invalidado el mandamiento de Dios por su tradición les dice palabras muy duras de censura. Cita al profeta Isaías: “Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres”  (vv.8, 9).

El arzobispo citando al apóstol Juan y refiriéndose a María escribe: “En su Evangelio nos la presenta vinculada estrechamente en la persona de Jesús, sin comediadora de nuestra salvación”. No puede ser de otra manera. Jesús como estricto cumplidor de la Ley de Dios no puede dejar de amar a su madre. Honrándola tal como se merece. Su amor por ella llega hasta el punto que clavado en la cruz y sus otros hijos no habían creído en Él como el Salvador de Israel, encontrándose su  madre al pie de la cruz y Juan con ella, pronuncia estas palabras que expresa el profundo amor que sentía por su madre: “Mujer, he ahí tu hijo”, después dijo a Juan su discípulo, “he ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa” (Juan 19: 26, 27).

Después de la ascensión de Jesús, encontrándose los discípulos reunidos en el aposento alto: ”Todos estos perseveraban unánimes en oración  y ruego, con las mujeres y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos” (Hechos 1: 13, 14).

La supuesta ascensión de María en cuerpo y alma, María como corredentora, a Jesús por María como insinúa el arzobispo son fruto de la Tradición en que se apoya la Iglesia Católica le roban a Jesús la exclusividad de ser el Mesías anunciado desde antes de la fundación del mundo. El apóstol Pedro lo deja claro: “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro y plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros”  (1 Pedro 1: 18-20).


 

NEHEMÍAS  1: 4

“Cuando oí estas palabras me senté y lloré, hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del  Dios de los cielos”

¿Cuál fue la noticia que afligió a Nehemías con tanta fuerza? Saber que “el remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego” (v.3).

Que Nabucodonosor destruyó el templo y arrasó Jerusalén tuvo una causa. Nehemías la expone en la oración que dirigió al Señor tan pronto como tuvo noticia del lastimoso estado en que se encontraba Jerusalén, la ciudad de Dios. La oración de Nehemías contiene algunas verdades que de ser reconocidas servirían para levantar a la Iglesia de su incompetencia y a los gobiernos la injusta manera de gobernar.

Comienza Nehemías su oración diciendo: “te ruego, oh Señor, Dios de los cielos, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos”  (v.5). La misericordia de Dios desciende como rocío vivificador en ”los que aman y guardan sus mandamientos” Implícitamente nos viene a decir que la causa de la destrucción de Jerusalén y del templo fue debido a que el pueblo no amó ni guardó los mandamientos de Dios. ¿Nos hace reflexionar esta denuncia? ¿Guarda algún parecido nuestra situación actual con la que se daba en tiempos de Nehemías? ¿No nos encontramos en la misma situación actual en que el hombre no ama a Dios ni gurda sus mandamientos?

“Esté ahora atento tu oído y abiertos tus ojos para oír la oración de tu siervo, que hago ahora delante de ti día y noche, por los hijos de Israel tus siervos, y confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra ti, sí yo y la casa de mis padres hemos pecado. En extremo nos hemos corrompido contra ti, y no hemos guardado los mandamientos, estatutos y preceptos que diste a Moisés tu siervo”                        (vv.6, 7). Por precepto religioso se puede leer de carretilla de un manual una pregaria por los gobernantes y por los pastores de la Iglesia, sin poner sentimiento en lo que se lee y a los asistentes les entra por un oído y les sale por el otro. ¿Dónde se ve en estas lecturas convencionales que se pida perdón por ”los pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra ti, sí yo y la casa de mi padre hemos pecado”.  Si el pecado cierra los oídos de Dios para no oír las súplicas que le dirigen quienes no le aman ni se arrepienten de sus pecados, ¿cómo se puede esperar que la  misericordia de Dios descienda como llovizna vivificante?

Cuando Dios prometió a Abraham que su descendencia heredaría la Tierra Prometida, le dijo: “Y en la cuarta generación volverán acá, porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí” (Génesis 15: 16). La paciencia de Dios para no castigar tiene un límite. Aún estamos  tiempo para el arrepentimiento. ¿Aprovecharemos la paciencia del Señor?

 

 

 

 

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