LUCAS 10: 41, 42
“Jesús le dijo: Marta, Marta, afanada y
turbada estás con muchas cosas. Pero solamente una es necesaria, y María ha
escogido la buena parte, la cual no le será quitada”
En el
año 1996 el sicólogo clínico David Lewis formuló un concepto que no ha quedado
obsoleto con el paso del tiempo y que hoy es de rabiosa actualidad. Lo bautizó
con el nombre de síndrome de la fatiga
informática. Vivimos en un mundo “pantallizado” que nos obliga a vivir
pendientes de la pantalla del ordenador, móvil, Tablet…lo cual ocasiona
trastornos mentales, alguno de extrema gravedad.
El
texto que comentamos es un ejemplo de entre los muchos que se encuentran en las
Sagradas Escrituras que ponen de manifiesto que la Biblia no es un libro
obsoleto sino de manifiesta actualidad.
Yendo
Jesús de camino entra en Betania en donde vivía Lázaro, al que Jesús resucitó y
sus hermanas Marta y María. El texto nos muestra dos comportamientos distintos
de las dos mujeres. Es lógico que cuando se recibe en casa a un invitado se
desee agasajarlo de la mejor manera posible. Siempre dentro de unos límites.
Marta había cruzado la línea roja de las responsabilidades obsequiosas con los
invitados: “Pero Marta se preocupaba en
muchos quehaceres, y acercándose dijo. Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana
me deje servir sola? Dile que me ayude” (v. 40). Los muchos quehaceres le
hicieron perder los nervios a Marta. El frenesí por agasajar a Jesús la
estresaba. ¿No ocurre algo parecido con
el tiempo que se dedica a los elementos digitales? En vez de encontrar
tranquilidad, sosiego, la adicción a estos elementos produce intranquilidad,
desasosiego, estrés…
A la
queja que Marta le hace a Jesús del comportamiento insolidario de su hermana,
recibe esta respuesta: “Marta, Marta,
afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria, y
María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada” (vv. 41, 42).
Las
ocupaciones laborales y el tiempo dedicado al ocio tienen un límite. Jamás se
debe traspasar la línea roja que convierte en dioses todo aquello que traspasa
la línea prohibida. No hay alternativa. Se escoge entre el comportamiento de
Marta que desasosiega por los muchos quehaceres o la paz que Jesús da a quienes
se sientan a sus pies para escuchar las palabras de vida eterna que brotan de
los labios de Jesús. Hoy no nos podemos sentar físicamente a los pies de Jesús
pero podemos hacerlo espiritualmente, recibiendo las mismas bendiciones, si nos
sentamos a sus pies meditando en la Biblia que es su palabra vivificada por el
Espíritu Santo. No permitamos que el exceso de quehaceres nos quite la paz del
Señor que excede a nuestra comprensión.
1 CORINTIOS 11: 29
“Porque el que come y bebe indignamente, sin
discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí”
Los
símbolos tienen un significado pero pueden practicarse vacíos de contenido. En
el campo religioso cristiano tenemos dos símbolos básicos: el Bautismo y la
Cena del Señor. Ambos pueden practicarse por mera tradición o costumbre
religiosa. El bautismo significa que el bautizado ha muerto en Cristo. ¡Cuántos
bautizados ignoran por completo dicho significado! Y en el
caso del bautismo de adultos por inmersión, ¡cuántos no se convierten en
miembros de una iglesia local sin haber creído en Cristo como Señor y Salvador!
La Cena
del Señor sirve para recordar la muerte de Jesús clavado en la cruz para
salvación del pueblo de Dios. El pan recuerda el cuerpo de Jesús sangrando en
la cruz. El vino simboliza la sangre que Jesús derramó y que limpia todos los
pecados de quienes creen en Él. Cada vez que el creyente participa de la Cena
del Señor recuerda la muerte del Señor hasta que Él venga (1 Corintios 11: 26).
El texto nos dice que se puede participar de la Cena del Señor indignamente.
Esta participación incorrecta la denuncia el apóstol Pablo. Para evitar dicha
transgresión el apóstol escribe “Por
tanto pruébese cada uno a sí mismo, y
coma así del pan y beba la copa” (v.28). Fíjese el lector las consecuencias que
acarrean participar indignamente de la Cena del Señor: “Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros y muchos
duermen” (mueren) (v.30).
Cuando
Jesús celebró la última Pascua con sus discípulos les dijo: “¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta
Pascua antes que se produzca! (Lucas
22: 18). Se encontraba en el apartamento alto con sus discípulos. Judas que
vendería al Señor por treinta monedas de plata
también estaba presente cuando Jesús instituyó lo que vendría a llamarse
la Cena del Señor. Judas comió el pan y bebió el vino, pero lo hizo
indignamente. No le aprovechó comer el pan y beber el vino. Sabemos cuál fue su
fin. Judas guió el tropel que prendió a Jesús y viendo “que era condenado…Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió
y fue y se ahorcó” (Mateo 27: 3-5).
La
próxima vez que participemos de la Cena del Señor fijémonos bien en la manera
cómo vamos a hacerlo. Si lo hacemos indignamente seremos “culpados del cuerpo y de la sangre del Señor” (1 Corintios 11:
27).
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