JEREMÍAS 4. 3
“Porque así dice el Señor a todo varón de
Judá y de Jerusalén: arad campo para vosotros, y no sembréis sobre espinos”
Este
texto me recuerda la parábola del sembrador que salió a sembrar, parte de la
simiente “cayó entre espinas, y l)as espinas crecieron juntamente con ella, la
ahogaron” (Lucas 8: 7).
El
texto de Jeremías que es la base de nuestra meditación nos dice. “arad campo
para vosotros”. A mi entender arad
implica continuidad. No dejéis de arar. Si dejáis de hacerlo vuestros campos se
infectaran de malas hierbas que ahogarán los brotes de trigo que nacerán de la
siembra o, las plantas que plantéis en
vuestros huertos. Los hortelanos podrán dar fe de lo que digo. Continuamente, con la ayuda de la azada deben encobrarse
hacia el suelo para arrancar las malas hierbas que crecen más vigorosas que los
tomates, lechugas…De no hacerlo, las malas hierbas se comen a las buenas.
Tanto
Jeremías como Jesús tienen en mente una realidad física con el propósito de enseñar una
realidad espiritual. Debido al pecado de Adán y la maldición de Dios a la
tierra, ésta “espinos y cardos te producirá” (Génesis 3: 18). El agua de riego,
las aves, el viento se encarga de esparcir en el terreno de cultivo las
simientes de las plantas invasoras que de no extirparlas malmeterán la cosecha.
En el
sentido espiritual Jeremías nos exhorta. “Arad campo para vosotros”. Tal como
Jesús enseña lo que el sembrador siembra “es la Palabra de Dios”. Y la Palabra
de Dios sembrada entre espinos son las personas “que oyen”, que se despreocupan
de desbrozar sus corazones de las malas hierbas con lo que ahogan el tierno
brote de la Palabra que germina. Refiriéndose a estas personas que desatienden
su alma: “Estos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las
riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto”.
Aparentemente
el oyente escuchó la Palabra pero no le prestó atención. Como no desbroza de su
corazón los malos pensamientos que anidan en él, éstos ahogan la semilla de la
Palabra. En un primer momento se tiene
la impresión de que la Palabra ha sido sembrada
en tierra fértil. Pero la evidencia muestra que no h sido así. ¡Cuántas
no son las personas que han pasado por las iglesias, que nos han llenado de gozo
creyendo que un tizón había sido arrebatado de las garras de Satanás? De la
misma manera que se presentaron desaparecieron. La sangre de Jesús no lo liberó de los tentáculos satánicos
cuando públicamente dio fe de haber creído en Jesús. Un testimonio sin fe
verdadera no sirve para obtener la salvación.
JEREMÍAS 8: 8
“¿Cómo decís. Nosotros somos sabios y la ley
del Señor está con nosotros? Ciertamente la ha cambiado en mentira la pluma
mentirosa de los escribas”
Así
dice el Señor: “Escuché y oí, no hablaron rectamente, no hay hombre que se arrepienta
de su mal diciendo: ¿Qué he hecho? Cada cual se volvió a su propia carrera,
como caballo que arremete con ímpetu a la batalla” (v. 6) resume el
comportamiento impío de los judíos. Dice más, compara el comportamiento de las
aves con el del pueblo de Dios: “Aun la cigüeña en el cielo conoce su tiempo, y
la tórtola y la grulla y la golondrina guardan el tiempo de su venida, pero mi
pueblo no conoce el juicio del Señor” (v.7). ¡Qué vergüenza tener que escuchar
que las aves del cielo son más inteligentes que nosotros pues saben el momento
oportuno de sus migraciones! El pueblo de Dios no sabe discernir las señales
del tiempo. Los profetas de Dios anuncian la catástrofe que les viene encima y
no hacen la más mínima señal de
arrepentimiento. Es lo que ocurre en nuestros días con el Covid 19. Estamos más
preocupados por la economía que por la salud de las personas. Nos anuncia que
el juicio de Dios está a la puerta y ni un indicio de arrepentimiento. El Señor
nos recrimina: “¿Cómo decís,: nosotros somos sabios y la Ley del Señor está con
nosotros?” El pueblo en general es responsable de si sigue o no la ley de Dios.
Pero el texto denuncia a los sacerdotes y profetas por haber tergiversado la
Palabra de Dios: “Ciertamente la ha cambiado en mentira la pluma mentirosa de
los escribas”. Desconozco si el lector conoce la denuncia que el profeta
Ezequiel hace de los centinelas que no alertan a la población del peligro que
se avecina. La población perecerá pero
al centinela que no ha cumplido con su obligación de alertar a la población se
le pedirá la sangre de los fallecidos.
Los
escritos apostólicos asimismo denuncian la presencia en las iglesias de
engañadores que anuncian otro evangelio lo que no es el Evangelio transmitido
por hombres inspirados por el Espíritu Santo a escribir las Sagradas
Escrituras. Los engañadores recibirán el castigo por las mentiras diseminadas
entre los fieles. ¿Y qué de los engañados? Perecerán por no haberse preocupado
de conocer la Verdad con la que contrarrestar el engaño. Los pastores son
responsables de si predican la verdad o no. Pero los feligreses tienen la
responsabilidad d conocer la Verdad y si
desde el púlpito no se predica, denunciar la mentira.