REGENERACIÓN POLÍTICA
<b>Regenerar es hacer nuevo, no
apedazar a los políticos para que persisten en sus corruptelas</b>
Los últimos acontecimientos políticos que
en el momento de redactar el borrador de este escrito amenazan con desgarrar al
PSOE, ponen de manifiesto la existencia de una enfermedad espiritual
profundamente enraizada en el alma: animosidad hacia el prójimo y el placer que
produce ver como el antagonista cae en desgracia. Este deleitarse en la
desventura ajena no es un sentimiento inocuo. El veneno que contiene la
satisfacción que produce ver la desgracia ajena la descubre Dios cuando en el
Antiguo Testamento, los pueblos vecinos al reino de Judá se alegraban de su
desdicha al ver como Nabucodonosor, rey de Babilonia destruía a Jerusalén i quemaba
el templo que era el orgullo nacional de los judíos. A los países que se
gozaban viendo como su enemigo desaparecía del mapa, el Señor les dice que su
gozo se convertirá en desdicha porque recibirán el mismo deshonor. Podemos,
pues, considerar que alegrarse del dolor ajeno es como un bumerang que se volverá contra quien lo lance,
provocándole intenso dolor.
La salud del alma de una persona se pone
de manifiesto cuando se busca el bien del prójimo, aun cuando este no nos caiga
bien. Cuando las fuerzas se utilizan para levantar a quien le desagrada, en vez
de pensar “se lo merece”, lo cogemos de la mano y lo ayudamos a salir del pozo. Puede ser que la desgracia
sea bien merecida. A pesar de ello se le debe ayudar en la medida de lo
posible. Según sea la reacción ante la desgracia ajena pone al descubierto la
salud o enfermedad del alma.
La animosidad hacia el prójimo que es sinónimo de aversión,
rencor, hostilidad, odio, se manifiesta en todos los ámbitos sociales. La
política que está dirigida por personas de la misma naturaleza que el resto de
los ciudadanos, la animosidad está bien representada en ella. Las distintas
formaciones políticas, por ser partidistas, se envidian mutuamente y utilizan
maneras de comportarse que rompen las normas éticas y morales más elementales.
Cuando el presidente Felipe González
dijo que la Democracia se consolidaba en las cloacas del Estado, estaba
diciendo que todos los medios son legítimos para conseguir un fin. Cuando el
ministro de Interior y el director de la Oficina Antifraude de Catalunya se
reunieron para maquinar contra políticos catalanes independentistas, estaban
afirmando que todo es válido para destruir al enemigo político. El caos
político actual nos está diciendo que no todo es lícito en política.
Se dice que los valores cristianos que
impiden que la animosidad se haga virulenta no sirven en política. Las
enseñanzas de la Biblia sirven para todas las situaciones. Aportan luz a un
mundo que está envuelto por una espesa oscuridad espiritual en que las personas
no saben distinguir el bien del mal, que les hace decir que el mal está bien y
que el bien está mal. Negar el valor de la Biblia que es lámpara que ilumina el
camino de las personas nos ha llevado a la situación caótica actual tanto en lo
privado, lo nacional y el internacional. Sin la luz que desprende la Biblia es
totalmente imposible tomar decisiones correctas.
Los cristianos, si atienden las
instrucciones de la Biblia y siguen a Jesús de cerca, no andarán en la
oscuridad. Los cristianos, pero, que se mueven en un mundo envuelto de
tinieblas espirituales pueden permitir que las tinieblas oscurezcan la luz de
Cristo que hay en sus corazones y con ellos se conviertan en sal que ha perdido
sus propiedades de frenar la corrupción que se despliega por doquier. A los
cristianos que afirman ser <i>creyentes no practicantes</i> o que
declaran que <i>la fe pertenece al ámbito de lo privado</i>, Jesús
desmiente estas afirmaciones cuando dice: “Vosotros sois la luz del mundo, una
ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y
se pone debajo de una medida, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los
que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que
vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los
cielos” (Mateo 5: 14-16).
Cuando alguien se convierte a Cristo el
Señor no se lo lleva con Él, lo deja en el mismo lugar en que se produjo el
encuentro para que ilumine a los que están en la casa: familia, amigos,
compañeros de trabajo, relaciones sociales…Hasta el presente había estado
empleando armas carnales en sus relaciones domésticas, laborales, sociales,
políticas…que habían aportado malestar en la familia, la empresa, el partido
político, al país. Para el cristiano las armas carnales son cosa del pasado. A
los cristianos en general sin excluir a ningún sector, el apóstol Pablo les da
este toque de atención: “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la
carne, porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en
Dios para destrucción de fortalezas, debilitando argumentos y toda altivez que
se levante contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento
a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10. 3-5).
Hoy se habla mucho de regeneración
política. A la hora de tomar medidas regeneradoras sigue imperando la vieja
política. La regeneración soñada solamente será posible cuando los
administradores públicos dejen de utilizar las armas carnales que nos han
llevado al desbarajuste actual. Sin Cristo es imposible la regeneración
política que nos preocupa.
Octavi
Pereña i Cortina
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