PROVERBIOS 16:2
“Todos los caminos del
hombre son limpios en su propia opinión, pero el Señor pesa los espíritus”
Joan
Josep Omella, arzobispo de Barcelona en su escrito:
Educar en los valores humanos, escribe: “Estimados lectores, en este tiempo de verano en que el día es
más largo queda tiempo para hacer muchas cosas, no estaría nada mal que
pudierais dedicar un poco de tiempo en reflexionar un poco y ver como educáis,
o mejor, como educamos a los niños, a los adolescentes, a los jóvenes. Educar
no es dar todo lo que piden y quieren, educar es ayudarles a sacar todos los
valores que llevan dentro, como seres humanos que son, creados por un Dios que
no hace despojos, sino que hizo al hombre y a la mujer muy buenos, personas que
llevan el sello del Creador, su imagen y semejanza, llenos de dignidad y de
belleza. No hay nadie que no lleve preciosos tesoros humanos para sacar, para
educar. Ayudarles a sacarlos, a dar forma a estos valores que ya llevan y
enseñarlos a ponerlos al servicio de los otros, en esto consiste la bella,
paciente e imprescindible tarea de educar”. El eclesiástico olvida que “el sello de
Creador, su imagen y semejanza, llenos de dignidad y de belleza”, se perdió en
el huerto de Edén, cuando Adán, en representación de toda su posteridad, pecó.
A partir de aquel instante el ser humano de ser un hijo de Dios pasa a ser un
hijo de Satanás y, como tal desea hacer las obras de su malvado padre.
“La
bella, paciente e imprescindible tarea de educar” no consiste en ayudar a los hijos “a sacar, a
dar forma estos valores que ya llevan y enseñarlos a ponerlos al servicio de
los otros”. El arzobispo nos presenta al niño como a un buen
chico al que hay que ayudar un poquito para que saque lo bueno que hay en él.
Esta enseñanza no es evangélica porque ignora que la belleza original en que
fue creado el hombre se ha perdido y sólo puede restablecerse por la fe en
Cristo que hace que el pecador, el hijo de Satanás, se convierta en una nueva
criatura, en un hijo de Dios que anhela andar en santidad, lo cual hace que la
imagen de Jesús se vaya reproduciendo en su vida.
La
enseñanza de la bondad innata del hombre es antievangélica porque si el hombre
es bueno por naturaleza y lo único que necesita es un poquito de ayuda, no
precisa arrepentirse de sus pecados, dejar de cometerlos, y creer en Jesús como su único Salvador. No
debe extrañarnos, pues, que debido a la enseñanza de la bondad innata del
hombre que transmite el artículo Educar en los
valores humanos no se
encuentre la más mínima insinuación de la necesidad de arrepentimiento y del
abandono de los pecados. Cuando Jesús comió en casa de Leví, el recaudador de
impuestos, los escribas y fariseos murmuraban porque los discípulos de Jesús
comían en compañía de cobradores de impuestos y pecadores. Jesús sale al paso
de aquellos que creían en la bondad innata del hombre y les dice: ”Los
que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido
a llamar justos, sino pecadores al arrepentimiento” (Lucas 5: 31,32).
OSEAS 14:3
“No nos librará el asirio,
no montaremos en caballos, ni nunca más diremos a la obra de nuestras manos:
Dioses nuestros, porque en ti el huérfano alcanzará misericordia”
Israel
es como el hijo pródigo que abandona la casa del padre en donde no le faltaba
nada para irse a un país lejano gastando todo su patrimonio en juegas y
prostitutas, viéndose obligado a guardar cerdos, animales inmundos para los
israelitas. Pero el Señor, como el padre de la parábola no se olvida de su
pueblo: “Vuélvete, oh Israel, al Señor tu Dios, porque
por tu pecado caído. Llevad con vosotros palabras de súplica, y volved al
Señor, y decidle: quita toda iniquidad, y acepta el bien, y te ofreceremos la
ofrenda de nuestros labios” (vv.1,2).
Oh
Israel, me has abandonado para seguir a otros dioses que no son dioses. Te has
apoyado en cañas quebradas que son los dioses de los pueblos vecinos y has
salido maltrecho de la ayuda que te han ofrecido. ¡Vuélvete a mí, oh rebelde
Israel! “yo sanaré tu rebelión, te amaré de pura
gracia, porque mi ira se apartó de ti” (v.4). “En mi el huérfano alcanzará
misericordia” (v.3).
Debido
a la amenaza de Asiria, Israel “desde la planta del pie hasta la cabeza no hay
en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga, no están curadas, ni
vendadas, ni suavizadas con aceite” (Isaías 1:6). Al igual que Judá Israel
tiene que ser amonestada: ”El buey conoce a su dueño,
y el asno el pesebre de su señor, Israel no entiende, mi pueblo no tiene
conocimiento”. A pesar de
la insensatez de Israel si éste hace caso de la invitación de volverse al
Señor, “yo seré a Israel como rocío, él florecerá
como lirio, y extenderá sus raíces como el Líbano” (Oseas 14:3).
Israel
se encuentra ante un dilema: escoger entre la vida y la muerte. El Señor le
pregunta: “¿Quién es sabio para que entiende esto, y
prudente para que lo sepa? Porque los caminos del Señor son rectos, y los
justos andarán por ellos, mas los rebeldes caerán en ellos” (v.9). Con este texto finaliza el libro
de Oseas. La historia nos dice que Israel por Asiria y Judá por Babilonia
fueron arrasados. Como naciones escogieron el camino ancho que los condujo a su
destrucción nacional. La historia se repite en otros escenarios. Ahora el Señor
invita a las naciones cristianas a arrepentirse de sus pecados, de haber
apostatado de Cristo. Los brazos extendidos del Padre celestial esperan poder
abrazar a sus hijos que le han abandonado. La puerta de la misericordia sigue
abierta. Llegará un momento, pero, que se cerrará. Cuando esto ocurra les
sucederá lo mismo que les ocurrió a las cinco vírgenes necias que no tenían
aceite para sus lámparas, Cuando regresaron de comprarlo encontraron que la
puerta que daba acceso al banquete estaba cerrada. Por más que insistieron
llamando, como respuesta recibieron: No os conozco. Quedarse fuera del banquete
de bodas del Cordero significa el llanto y el crujir de dientes eterno. El
lector se encuentra ante la encrucijada en que debe elegir entre el camino de
la vida o el de la muerte, ¿cuál eliges?
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