SALMO 20:7,8
Estos confían en
carros, y aquellos en caballos, mas nosotros del Nombre del nuestro Dios
tendremos memoria. Ellos flaquean y caen, mas nosotros nos levantamos y estamos
en pie”
Nos encontramos
ante una situación internacional muy crítica. El llamado Estado Islámico con su
política terrorista tiene amedrantado Occidente sin dejar de lado a las
naciones de religión islámica. En el momento más inesperado, un terrorista, un
lobo solitario, puede autoimmolarse haciendo estallar, en un concurrido
mercado, mezquita o en cualquier otro lugar en que se encuentre mucha gente, la
carga explosiva que hará correr un río de sangre. La posibilidad de un ataque
inesperado mantiene en vilo a los ciudadanos.
Los servicios
de seguridad son incapaces de saber cuándo va a producirse un nuevo ataque por
sorpresa. La reacción es “confiar en carros y
caballos” En palabras de
nuestros día en el ejército y la policía. Se incrementan efectivos en la calle.
Se extrema la vigilancia en los lugares que se consideran pueden ser objetivo
de un ataque terrorista. Una psicosis de miedo se a apoderado de la ciudadanía.
Precisamente anoche (2 de agosto de
2016) se registraron escenas de pánico en Platja d’Aro, cuando a las 10 de la
noche, un grupo de turistas se presentaron en el centro del pueblo con la intención de celebrar un flash mob, o
lo que es lo mismo una acción en que se perseguían entre ellos simulando la
persecución de un personaje famoso. Esta inocente acción fue interpretada por
los presentes como un acto terrorista que sembró el pánico entre ellos. Quienes
viven si Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, el movimiento de una hoja
los asusta. Confían en los carros y caballos de hoy que son incapaces de dar
paz en sus corazones. “Flaquean y caen” como dice el salmista.
Los hijos del
diablo que son aquellos que tienen el Nombre de Dios a flor de labios pero que
está ausente de sus corazones “Flaquean y caen”, “más
nosotros del Nombre del Señor tendremos memoria…mas nosotros nos levantamos y
estamos en pie”. “Castillo fuerte es nuestro Dios”. Quienes buscan cobijo debajo de las alas del
Altísimo encuentran la protección que no les pueden proporcionar las fuerzas de
seguridad de los estados. Las circunstancias no son casualidades. Ocurren con
el permiso de Dios para castigar a una humanidad que lo ha abandonado. Con ello
persigue que los seres humanos dejen de confiar en brazos de carne que son las
fuerzas del orden público y lo hagan en el Dios todopoderoso que en Jesús es su
paz, la paz de Dios que excede a la comprensión del hombre que a pesar de ello
no deja de ser efectiva.
Si el lector
vive en un miedo continuo, confíe en la promesa de Jesús: “La paz te dejo, mi paz te doy, no tela doy como el mundo la da.
No se turbe tu corazón, ni tengas miedo” (Juan 14:27)
SALMO 34. 15
“Los ojos del Señor están sobre los justos, y están atentos sus oídos al clamor de ellos “
Los juegos
olímpicos de Brasil han promocionado la ciudad de Río de Janeiro y con ella la
gigantesca estatua de Cristo Redentor de
unos 30 metros de altura que mirando hacia la ciudad que está debajo de sus
pies con los brazos extendidos para decirles a los ciudadanos de la atareada
ciudad “Venid a mí todos los que estáis trabajados y
cargados y yo os haré descansar” (Mateo 11 28). La colosal imagen de Jesús
parece que se dirige a los brasileños. Solo es una apariencia. La imagen que
quiere representar a Jesús alzada en la cima del monte Corcovado, es esto,
un ídolo, obra de hombre que tiene oídos que no
oyen, ojos que no ven , boca que no habla, manos que no sanan, pies
que no andan junto a los hombres que sufren en su caminar.
La imagen de
Jesús tallada en piedra representa a un Jesús muerto a cuyos adoradores se les
podría decir lo que los dos varones con
vestiduras resplandecientes dijeron a las mujeres que fueron al sepulcro en donde fue puesto Jesús
con especias aromáticas con las que ungir el cuerpo sin vida de su Maestro: “¿Por qué buscáis entre
los muertos al que vive”? (Lucas
24:5)
El Jesús que
necesitan los pecadores es el Jesús resucitado y ascendido a los cielos que
sentado a la diestra del Padre intercede por todos aquellos que el Padre le ha
dado como pueblo suyo. El Jesús que vive es el Jesús que necesita el pecador
que sufre y que vive en un mundo de pecado en el que sobreabunda la injusticia
y con ello muchos variantes de dolor. Jesús resucitado y ascendido a los cielos
por el Espíritu Santo está junto a su
pueblo que peregrina hacia el reino eterno de Dios. Jesús que vive y por su
Espíritu anda al lado de su hermano que peregrina hacia la meta eterna, sus
oídos escuchan su clamor de ayuda, sus ojos contemplan las situaciones
angustiosas por las que atraviesa, su boca pronuncia palabras de consuelo que
suavizan el dolor, sus manos tocan con suavidad
y sanan las dolencias del alma, sus pies no se cansan nunca caminando
junto a ‘el. Su presencia constante hace realidad la promesa de no dejarnos
huérfanos en tanto está a la diestra del
Padre intercediendo por su pueblo.
No nos apoyamos
en una supuesta imagen de Jesús cubierta de preciosos ropajes adornados con filigranas de oro que se
exhiben en las procesiones acompañadas de música que excita los sentidos.
Multitudes son la que siguen a este Jesús muerto que únicamente sirve para confirmar la condenación eterna a
quienes se inclinan ante él. Este
Jesús muerto es el camino espacioso que lleva a la perdición y que muchos
caminan por él. Jesús resucitado es el
camino angosto que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. (Lucas 7:13,14). Es el momento, estimado
lector de hacer una elección. Tienes la posibilidad de elegir entre la vida y
la muerte. ¿camino eliges?
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