dimarts, 16 d’agost del 2016

SALMO 20:7,8            

Estos confían en carros, y aquellos en caballos, mas nosotros del Nombre del nuestro Dios tendremos memoria. Ellos flaquean y caen, mas nosotros nos levantamos y estamos en pie”
Nos encontramos ante una situación internacional muy crítica. El llamado Estado Islámico con su política terrorista tiene amedrantado Occidente sin dejar de lado a las naciones de religión islámica. En el momento más inesperado, un terrorista, un lobo solitario, puede autoimmolarse haciendo estallar, en un concurrido mercado, mezquita o en cualquier otro lugar en que se encuentre mucha gente, la carga explosiva que hará correr un río de sangre. La posibilidad de un ataque inesperado mantiene en vilo a los ciudadanos.
Los servicios de seguridad son incapaces de saber cuándo va a producirse un nuevo ataque por sorpresa. La reacción es “confiar en carros y caballos” En palabras de nuestros día en el ejército y la policía. Se incrementan efectivos en la calle. Se extrema la vigilancia en los lugares que se consideran pueden ser objetivo de un ataque terrorista. Una psicosis de miedo se a apoderado de la ciudadanía. Precisamente anoche  (2 de agosto de 2016) se registraron escenas de pánico en Platja d’Aro, cuando a las 10 de la noche, un grupo de turistas se presentaron en el centro del  pueblo con la intención de celebrar un flash mob, o lo que es lo mismo una acción en que se perseguían entre ellos simulando la persecución de un personaje famoso. Esta inocente acción fue interpretada por los presentes como un acto terrorista que sembró el pánico entre ellos. Quienes viven si Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, el movimiento de una hoja los asusta. Confían en los carros y caballos de hoy que son incapaces de dar paz en sus corazones. “Flaquean y caen” como dice el salmista.
Los hijos del diablo que son aquellos que tienen el Nombre de Dios a flor de labios pero que está ausente de sus corazones “Flaquean y caen”, “más nosotros del Nombre del Señor tendremos memoria…mas nosotros nos levantamos y estamos en pie”. “Castillo fuerte es nuestro Dios”. Quienes buscan cobijo debajo de las alas del Altísimo encuentran la protección que no les pueden proporcionar las fuerzas de seguridad de los estados. Las circunstancias no son casualidades. Ocurren con el permiso de Dios para castigar a una humanidad que lo ha abandonado. Con ello persigue que los seres humanos dejen de confiar en brazos de carne que son las fuerzas del orden público y lo hagan en el Dios todopoderoso que en Jesús es su paz, la paz de Dios que excede a la comprensión del hombre que a pesar de ello no deja de ser efectiva.
Si el lector vive en un miedo continuo, confíe en la promesa de Jesús: “La paz te dejo, mi paz te doy, no tela doy como el mundo la da. No se turbe tu corazón, ni tengas miedo”  (Juan 14:27)


SALMO 34. 15

“Los ojos del Señor están sobre los justos, y están atentos  sus oídos al clamor de ellos “
Los juegos olímpicos de Brasil han promocionado la ciudad de Río de Janeiro y con ella la gigantesca estatua de Cristo Redentor  de unos 30 metros de altura que mirando hacia la ciudad que está debajo de sus pies con los brazos extendidos para decirles a los ciudadanos de la atareada ciudad “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar”  (Mateo 11 28). La colosal imagen de Jesús parece que se dirige a los brasileños. Solo es una apariencia. La imagen que quiere representar a Jesús alzada en la cima del monte Corcovado, es esto, un  ídolo,  obra de hombre que tiene oídos que no oyen,  ojos que no ven ,  boca que no habla, manos que no sanan, pies que no andan junto a los hombres que sufren en su   caminar.
La imagen de Jesús tallada en piedra representa a un Jesús muerto a cuyos adoradores se les podría decir lo que  los dos varones con vestiduras resplandecientes  dijeron a las mujeres que fueron al sepulcro en donde fue puesto Jesús con especias aromáticas con las que ungir el cuerpo sin vida de su Maestro: “¿Por qué   buscáis entre los muertos al que vive”? (Lucas 24:5)
El Jesús que necesitan los pecadores es el Jesús resucitado y ascendido a los cielos que sentado a la diestra del Padre intercede por todos aquellos que el Padre le ha dado como pueblo suyo. El Jesús que vive es el Jesús que necesita el pecador que sufre y que vive en un mundo de pecado en el que sobreabunda la injusticia y con ello muchos variantes de dolor. Jesús resucitado y ascendido a los cielos por el Espíritu Santo   está junto a su pueblo que peregrina hacia el reino eterno de Dios. Jesús que vive y por su Espíritu anda al lado de su hermano que peregrina hacia la meta eterna, sus oídos escuchan su clamor de ayuda, sus ojos contemplan las situaciones angustiosas por las que atraviesa, su boca pronuncia palabras de consuelo que suavizan el dolor, sus manos tocan con suavidad  y sanan las dolencias del alma, sus pies no se cansan nunca caminando junto a ‘el. Su presencia constante hace realidad la promesa de no dejarnos huérfanos en tanto está  a la diestra del Padre intercediendo por su pueblo.
No nos apoyamos en una supuesta imagen de Jesús cubierta de preciosos ropajes  adornados con filigranas de oro que se exhiben en las procesiones acompañadas de música que excita los sentidos. Multitudes son la que siguen a este Jesús muerto que únicamente sirve  para confirmar la condenación eterna a quienes se inclinan ante él. Este Jesús muerto es el camino espacioso que lleva a la perdición y que muchos caminan por él.  Jesús resucitado es el camino angosto que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.  (Lucas 7:13,14). Es el momento, estimado lector de hacer una elección. Tienes la posibilidad de elegir entre la vida y la muerte. ¿camino eliges?



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