RELACIONES INESTABLES
<b>Las
relaciones de pareja son parecidas a los polos del mismo signo que se
repelen</b>
<b>Jordi
Labanda</b> en una de sus críticas gráficas que publica bajo el titulo
<i>Si te he visto no me acuerdo</i>, en la oscuridad de la noche una
pareja joven está sentada en una mesa deseándose felicidad haciendo chin chin
con las botellas que tienen en las manos. En la oscuridad nocturna destaca un
corazón rosa atravesado por una flecha blanca. <b> Labanda</b>
transmite un mensaje muy desgarrador: La fragilidad de las relaciones de
pareja.
¿Qué
hace que las relaciones de pareja sean de tan corta duración? Pienso que la
banalidad del ser humano tiene mucho que ver en ello. Ante la evidencia de este
hecho, ¿qué se pude esperar se digan un par de jóvenes además de las ardientes
declaraciones de amor eterno inspiradas por el estímulo hormonal provocado por
la proximidad de dos cuerpos? A dos seres banales jóvenes, excepto el interés
físico pocas cosas les preocupan. Una vez dichas las ardientes declaraciones de
amor, ¿qué les queda en el buche? ¿Qué intereses comunes pueden estimularlos a un diálogo que les sea
provechoso? No tienen nada interesante que decirse. Una alma vacía la lengua
solamente puede expresar vacuidad. Si se pasan la mayor parte del tiempo en
silencio porque no tienen nada que decirse, cuando abren la boca, ¿de qué
hablarán? ¿Chismear sobre las <i>celebrities</i> del espectáculo o
del deporte, sacando a relucir sus trapos sucios? Si hablan de política, si es
que lo hacen, se limitan a dar vueltas y más vueltas sobre la corrupción, sobre
como ganar más dinero trabajando poco…Eso sí, dando prioridad al sexo y pasar
de puntillas tratar con rigor las causas de los males que les afectan. Debido a
la banalidad humana, siguiendo el modelo que nos transmiten los protagonistas
de las películas, tan pronto como se han conocido y de haberse tomado unas
cervezas o bebida más fuerte, irse directamente a la cama o magrearse en el
primer rincón que encuentran. ¿Qué se halla en estas escenas sexuales?
¿Amor? No. Exclusivamente pasión carnal
que finaliza con un <i>si te he visto no me acuerdo</i>. Como ha
sido un encuentro casual en la penumbra de una disco, <i>no me acuerdo de
quien era el otro</i>.
El
ser humano por nacimiento natural posee una naturaleza banal que le hace
perseguir el viento sin lograr atraparlo. Eso hace que las relaciones de pareja
sean inestables, frágiles, sin cimientos. El enamoramiento a primera vista se
desvanece como el rocío a la salida el sol. El interés por el otro se desvanece
rápidamente y su vacío lo ocupa el hastío. Las diferencias propias de los
individuos levantan muros de separación que dificultan la relación hasta
hacerla añicos. Ocurre en las relaciones
prematrimoniales. Eso es la causa de que los jóvenes cambien tan a menudo de
pareja. Revolotean de flor en flor buscando el compañero ideal que endulce su
vida. El problema no se encuentra en el otro. La dificultad lo es de uno mismo
que es banal y la banalidad del otro no le satisface.
En
el matrimonio ocurre algo parecido. Si no existe un vínculo profundo que
mantenga unidas a dos personas banales, los cónyuges no convergen, se
dispersan. Pueden soportarse, pero no existe intimidad. Aunque en la ceremonia
nupcial el oficiante diga: “Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”.
Realmente Dios no ha unido porque si lo hubiese hecho, entonces sí que lo que
Dios ha unido no lo separa el hombre. Sea el matrimonio civil o religioso, si
los contrayentes solamente son personas banales, la bendición ceremonial no
consigue que dos personas banales tengan un sentir compartido. Dichas
relaciones de pareja son como el agua y el aceite. Si se mezclan
batiéndolas da la sensación que los dos
elementos están unidos. Tan pronto como se deja reposar la mezcla, los
elementos que la componen se separan. Por conveniencia pueden convivir, en el
fondo están separados. La imagen de una pareja durmiendo en una misma cama con
una brecha que los separa ilustra la separación existente entre sus almas. ¿Cómo es posible que X e Y se hayan separado
si parecía que eran tan felices? La separación o divorcio es la culminación de
pequeños agravios que van subiendo de tono hasta que la convivencia se ha
convertido en un infierno.
La
inestabilidad de las parejas se debe a que desconocen que significa AMOR. La
frase “haz el amor y no la guerra” es errónea porque en este caso amor
significa SEXO, erotismo. El sexo no lleva la paz. ¿Cuánta violencia sexual no
se da en el matrimonio y fuera de él? Todo lo que signifique cultivar la
sensualidad aleja la buena convivencia porque no edifica el ser interior.
Vuelve
a estar en la palestra el tema RELIGIÓN sí o no en la escuela. El debate no
conseguirá rebajar el número de relaciones inestables porque no se puede
combatir dicha epidemia con conocimientos académicos. Lo único que se puede
conseguir es que alguien se afilie a una religión. AMOR no es sinónimo de SEXO. Dios es amor que da a
su Hijo Jesucristo para redimir al hombre del pecado que lo hace banal. En las
relaciones de pareja el amor sólo es verdadero cuando cada uno de los cónyuges
sea capaz de sacrificarse por el otro. Sólo cando eso ocurre se olvidan de sí
mismos en bien del otro. Solamente este tipo de amor puede considerarse AMOR
verdadero, el amor que se sacrifica para bien del otro. El amor de Jesús en las almas de las parejas
es lo que les confiere la estabilidad que no zozobra.
Dios
es AMOR AGAPE, el amor que se sacrifica en bien del hombre. Ese AMOR por
excelencia, el Espíritu Santo lo injerta en el corazón humano permitiendo que
los cónyuges resistan victoriosamente las tormentas que a menudo los sacuden,
no salgan malparados. El hombre y la mujer que permiten que el Señor Jesús
gobierne sus almas edifican su matrimonio sobre la Roca que hace posible que el
voto conyugal que se pronunció con tanta ilusión en la ceremonia de permanecer
juntos en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad
hasta que la mudarte nos separe, sea realidad porque sus almas están unidas por el AMOR indisoluble
de Dios.
Octavi
Pereña i Cortina
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