EUROPA EN LLAMAS
<b>París,
Bruselas, en estado de sitio. El miedo ha invadido sus calles alegres, que han
sido ocupadas por los soldados que protegen a los ciudadanos</b>
¿Qué
hace posible que jóvenes universitarios decidan un día unirse al Estado
Islámico, coger un kalasxnikov y apretar el gatillo contra unas personas
sentadas tranquilamente en la terraza de un café? ¿Qué los impulsa a ponerse un
cinturón cargado de explosivos e inmolarse en un mercado causando una
carnicería? ¿Qué les impulsa a asaltar una iglesia o mezquita causando una
mortandad entre los fieles reunidos para invocar a Dios? ¿Qué pasa en sus almas
que están saturadas de un odio tan profundo que borra el más mínimo sentimiento
de amor?
<b>Joana
Bonet</b> finaliza su escrito <i>El vacío de la
identidad</i>, así: “Pero al otro lado, más escondido, se encuentran a
estos jóvenes aburridos que un día deciden arriesgar y chatear con integristas
islámicos por Facebook. Ellas cambian el flequillo y los pendientes por el
burca, ellos aprenden a usar armas y explosivos, bien lejos del abrigo de la
cultura. No sé si se interrogarán sobre el clavo al rojo vivo al que se cogían,
pero lo peor es que nosotros no lo hicimos”. Al inicio de su escrito
<b>Joana Bonet</b> redacta: “En situaciones límite” decimos que nos
cogemos “a un clavo al rojo vivo”. “Es una imagen terrible: hierro que hierve,
y así y todo es el único resorte que creemos capaz de contener nuestra
desesperación”.
Me
acojo al título del escrito de <b>Joana Bonet</b>: <i>El
vacío de la identidad”</i>. cuando el alma de un joven está vacía, cuando
ha perdido el sentido de la vida, dicho vacío tiene que llenarse con lo que sea. El ser humano que está
aburrido porque no encuentra nada que le satisfaga, busca emociones cada vez
más fuertes que lo llenen. Esta es la cusa del incivismo juvenil que llena el
vacío existencial quemando contenedores, destrozando mobiliario público,
practicando violencia en los estadios, ejerciendo opresión sobre la mujer,
matando indigentes que buscan refugio contra las inclemencias atmosféricas en
los cajeros bancarios, apaleando a personas por el color de la piel o religión…
El alma no puede permanecer vacía: la ausencia de amor debe suplirse con odio.
El odio
como la droga necesita más para alcanzar el mismo grado de satisfacción. He
aquí la razón por la escalada de violencia de la que es testigo nuestra
sociedad. Si no basta con la urbana se busca más emocionante al exterior.
Pienso que esta es la razón por la que chicos y chicas educados en nuestra
cultura buscan en el islamismo radical
la violencia que nuestra sociedad no les permite. Se zambullen en una ideología
carente de amor, se inoculan de anti amor y, estos jóvenes aparentemente
normales de repente se sabe que han regresado de Siria preparados para la guerra,
dispuestos a cometer una masacre. Hacer daño por el mero placer de hacerlo.
<b>Morten
Storm</b> que se convirtió al Islam después de leer una biografía de
Mahoma “que lo había alejado de todos aquellos años de palizas propinadas por
su padrastro, peleas con bandas juveniles, drogas, reformatorios y cárceles que
había conocido hasta entonces”. Explica la causa la causa que le llevó a
abrazar el yidahismo: “Ahora que pienso en ello veo que se aprovecharon de mi
debilidad. Yo era el candidato perfecto para ser captado por aquellos tipos con
barba que me hablaban del paraíso que me esperaba en la otra vida si me
comportaba como un buen creyente. No había echado raíces en la cultura de mi país, ni sentía
que nadie de mi entorno me amase. Tampoco arrastraba un pasado digno de
orgullo. En cambio, el Islam daba sentido a mi vida, me permitía lavar mi
conciencia y mis hermanos se preocupaban de mi y hacían que me sintiese
importante”.
El
antídoto contra el odio es el amor. La filosofía <i>haz el amor y no la
guerra</i> no es el amor que inmuniza contra la violencia. Es una
invitación al sexo desenfrenado que objetiva al hombre y a la mujer con el
propósito de conseguir gratificación sexual y, una vez obtenida y calmada la
pasión, si te he visto no me acuerdo. Amor de usar y tirar.
El amor
que vacuna contra la violencia no es
cualquier tipo de amor. No es el amor filosófico que enseña que debemos amar,
pero que no proporciona la fuerza para practicarlo. Este amor no sirve para
poner fin a la violencia social y mucho menos para frenar la violencia que
exporta el Estado Islámico.
En
Navidad se intensifica el uso de la palabra amor. Los villancicos nos hablan de
él. Al recibir regalos nos abrazamos, besamos y decimos: te amo. Este es un
amor egoísta. Te amo porque me has dado. El amor navideño que respiramos es un
amor adulterado. Es una parodia del amor de Jesús. En nuestra cultura cristiana
la Navidad está relacionada con Jesús, a pesar de que se va paganizando a paso
ligero. Decimos que nos amamos porque es tradicional hacerlo. En el fondo no
existe amor. Es un sentimiento que el viento se lleva con la misma facilidad
con que el sol disipa la niebla matinal.
El amor
que arranca de cuajo la violencia del corazón es el amor de Dios manifestado en
su Hijo Jesús que por la fe en su Nombre lo inocula en el corazón del creyente,
haciendo que el odio en él agazapado sea substituido por el amor de Dios que
busca el bien del otro. A menudo son pequeñas cosas: un silencio que dice mucho
ante un infortunio. Una palabra de consuelo que nace ante situaciones
difíciles. Sustituir el rencor por la comprensión. La animadversión hacia Dios
en amor sincero a Él.
Al
final <b>Morten Storm</b>
“abrió los ojos y descubrió que todo lo que le habían explicado fue un
engaño”. Al final los cristianos también descubrimos que la Navidad
materialista y paganizada que se nos vende también es un fraude. Entonces,
¿qué? Jesús que otorga vida eterna y que vacuna contra la violencia no se
encuentra en el montaje comercial que se ha levantado alrededor de su persona.
Se le halla en la quietud y silencio en el alma que busca. Jesús garantiza:
“Quien busca encuentra”, En la persona que ha creído en Jesús la violencia
empieza a desaparecer porque ya no le satisface practicarla.
Octavi Pereña i Cortina
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