PORNOGRAFIA Y VIOLENCIA CONTRA LA MUJER
<b>Habiendo
abandonado a Dios, la relación
hombre-mujer se ha pervertido y ha dado paso a la crueldad que se ejerce sobre
ella</b>
El
problema de la violencia contra la mujer nace cuando se la cosifica. El Centro
Dolors Piera de Igualdad de Oportunidades y Promoción de las Mujeres de Lleida,
expresa así este hecho:”Cosificar a la mujer significa hacer uso de ella o de
su imagen para finalidades que no la dignifican como mujer ni como ser humano.
La forma más frecuente de cosificación de la mujer es la cosificación sexual:
convirtiéndola en un objeto sexual a disposición del hombre. Son objetos de
cosificación los anuncios impresos, televisivos y de otro tipo en los
que se expone a la mujer como un mero objeto para ser explotado y expuesto al
lado de herramientas, puros, tractores, automóviles, desodorantes y un largo
etcétera de productos que las empresas desean vender”. “No es un discurso
nuevo, es el discurso de hace siglos propio de los humanos que ven a las mujeres
como un objeto sexual que deben hacer lo que ellos digan para satisfacerlos,
porque su deseos prevalecen por encima de los de ellas” (<b>Miguel
Llorente</b>), experto en violencia de genero). La escritora
<b>Dacia Maraini</b> dice que la violencia contra la mujer “no
deberíamos llamarla machista en el sentido que el hombre no nace así, sino que
se hace por culpa de una cultura mediática que incita la violencia”. Discrepo
de esta declaración porque exculpa al hombre de sus actos violentos y traspasa
la responsabilidad a “una cultura mediática que incita la violencia”. La
pegunta que es pertinente hacernos es: ¿Quién crea la cultura mediática que
incita la violencia? No viene de París como decimos a los niños cuando no
queremos decirles la verdad sobre su origen.
La crea el hombre que tiene un corazón inclinado al mal y esta maldad le
impulsa a cosificar a la mujer, a considerarla un ser inferior que debe
doblarse a sus deseos. Aquí entra la pornografía que alimenta deseos lujuriosos
que jamás puede satisfacer porque siempre son más exigentes. La pornografía
sabe pasar desapercibida, pero es muy poderosa y su influencia en la cultura es
tanta que aún cuando no se sea consumidor directo de ella se ha infiltrado en
nuestras mentes contaminándolas con su veneno lujurioso, enseñándonos como
deben ser nuestros cuerpos y como debemos utilizarlos.
El
consumo de porno empieza en la infancia-adolescencia de manera paulatina. Antes
con una revista que se escondía debajo del colchón que en secreto se ojeaba.
Ahora, con Internet al alcance de niños y adolescentes. Como dice
<b>Oghosa Ovienriba</b>: “Veía tanto porno que las película de
porno blando me aburrían. Ya no sentía
el zum-zum que notaba cuando empecé a verlas. De hecho, su contenido no me
decía nada. Fui del porno blando a material más peligroso, para alcanzar el pic
que necesitaba”. Este procesa lleva a que los productores de porno ofrezcan
violencia más fuerte y furiosa de manera que aquellos que consideran el porno
como un entretenimiento legítimo se ven obligados a cuestionar la escalada de
agresiones contra la mujer.
El
23 de septiembre de 1993 el Parlamento europeo se reunió para debatir el tema
de la pornografía, entre otras cosas dijo: “La pornografía es una forma de
violencia sexual ejercida contra las mujeres
debido a que promueve una imagen de la mujer estereotipada enalteciendo
la violencia y/o la degradación y atenta contra la condición y calidad de vida
de las mujeres, e incluso menosprecia sus derechos básicos”.
Se
podrá escribir un montón de libros que traten la violencia que el porno
despierta contra la mujer. Que se denuncien los efectos que produce no
significa que se destruya la raíz que los produce. Basta con ver las resultados
que producen las numerosas manifestaciones de protesta contra la violencia
machista que se hacen después de cada nuevo ataque que tiene el honor de
acaparar páginas y espacio en los medios de comunicación, sin dar solución al
problema.
Dado
que existe consenso en que la cosificación de la mujer es la causa de la
violencia que se ejerce en contra suya
debemos ir a buscar la causa de que se la cosifique. El origen del mal
es el pecado que en esencia es desobediencia a Dios. Debido al pecado de
desobediencia de Adán, padre de toda la humanidad, su descendencia es concebida en pecado y, el
pecado, entre otras cosas ejerce el poder de distorsionar las relaciones entre
hombre y mujer, que en un principio eran excelentes. Según la Palabra de Dios
el sexo solamente es legítimo en el matrimonio y que su relación es jerárquica:
“Las casadas estén sujetas a sus maridos, como al Señor” (Efesios 5:22).
La subordinación de la esposa al marido
no es a cualquier precio, debe ser <i>como al
Señor</i>.
“Porque el marido es cabeza de la mujer , así como
Cristo es la cabeza de la iglesia, y Él es su Salvador” (v.23). Este texto
expone que la relación marido-esposa es una figura de la relación de Cristo con
la iglesia. Siendo Cristo el Salvador de la iglesia el marido debe comportarse
con su mujer como su salvador. El texto sigue diciendo: “Maridos, amad a
vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por
ella” (v.25). Al final del texto que hace referencia a las relaciones
conyugales el apóstol escribe: “Por lo demás, cada uno de vosotros ame también
a su mujer como a sí mismo, y la mujer
respete al marido” (v33).
El
texto Efesios 5:21-33 va dirigido a los verdaderos cristianos que saben que es
el perdón de sus pecado por la fe en Cristo. Pero, como sea que los conyugues
cristianos siguen siendo pecadores el apóstol debe recordarles cual debe ser su
conducta como esposos. Hoy, las relaciones conyugales no son lo que deberían
ser pero teniendo presente lo que dice la Escritura y con la ayuda del Espíritu
santo dan marcha atrás cuando el río amenaza con desbordarse: “Así también los
maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su
mujer a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino
que la sustenta y la cuida, como también Cristo a su iglesia” (vv.28,29).
Referente
al tema que nos ocupa los maridos y los hombres verdaderamente cristianos no
ven a las mujeres como objetos sexuales que deben doblarse a sus antojos, sino
“dando honor a la mujer como vaso más frágil” (1 Pedro 3:7).
Octavi Pereña i Cortina
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