dilluns, 9 de novembre del 2015


ISAÍAS 48: 22


“No hay paz para los malos, dijo el Señor”

Paz individual. Paz colectiva. No hay paz para los malos. Allí en donde no está Dios no existe paz. El profeta Isaías afirma con claridad que para los malos no existe paz: “Pero los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz dijo mi Dios para los impíos” (Isaías 52: 20,21).

Un examen superficial de las condiciones en que se vive en el mundo es la falta de paz en su seno. Las naciones anuncian paz, pero el resultado es la guerra: Siria, Irak, Israel, Palestina…El terror que amenaza la paz en el llamado Mundo Occidental es el Estado Islámico. La corriente migratoria de grandes proporciones que amenaza Europa, pone al descubierto las arenas movedizas sobre las que está construida la paz en la Unión Europea. No hay paz para los malvados.

Vayamos al campo individual: Muchos proyectos para extirpar la violencia de género, pero las víctimas femeninas siguen ampliando las cifras. La violencia familiar: padres contra hijos e hijos contra los padres sigue ocupando destacados espacios en los medios de comunicación. La prostitución infantil es una lacra. La esclavitud sexual inflige mucho dolor a las mujeres que engañadas con falsas promesas se ven obligadas a prostituirse. La cadena de situaciones que perturba la paz individual es infinita. No hay paz para los malos.

Al pueblo que andaba en tinieblas, Isaías le anuncia, una gran paz para que los que los que moran en tierra de sombra de muerte les resplandezca la luz de Dios que debería llevarles el Niño que nos ha nacido que entre otros títulos llevaría el de Príncipe de paz  (9:6). Fuera  de Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo no puede existir la paz debido a que fuera de Él se es un hijo del diablo y las obras de su padre el diablo desea hacer y, ¿cuáles son las obras del diablo? Homicidios, mentiras. No hay paz para los malos.

La única manera de gozar la paz individual y colectiva consiste en adquirir la ciudadanía del Reino de Dios que es regido por Jesús el Príncipe de paz. Paz que empieza a gozarse en este mundo de aguas tempestuosas que arrojan cieno y lodo porque Jesús el Príncipe de paz, “la paz nos deja, su paz nos da, no nos la da como el mundo la da” (Juan 14:27).

El mar tempestuoso que arroja cieno y lodo porque el Maligno agita sus aguas, Jesús que calmó la turbulencia que agitaba el agua del Mar de Galilea devolviendo la tranquilidad de los discípulos que iban en la barca que amenazaba hundirse, es el mismo Jesús que calma las aguas turbulentas en las que navegan sus discípulos hoy.


MARCOS 6:31


Jesús les dijo: “Venid vosotros aparte, a un lugar desierto, y descansad un poco”

La sociedad actual con todos los avances tecnológicos en el campo de la comunicación que en teoría tenía que facilitar las tareas y, por tanto vivir con más desahogo, se ha convertido en la comunidad más fatigada. Dejaremos a un lado el problema de las largas y fatigosas horas laborales que imponen las grandes corporaciones a sus empleados. No por no ser importante el tema, sino por cuestión de espacio.  Nos limitaremos hoy a reflexionar sobre la cuestión de la adicción digital. Los profesionales de la salud mental alertan de los peligros que  supone la adicción a las nuevas tecnologías que en principio deberían servir para proporcionarnos una mejor calidad de vida.

Un uso inmoderado de Internet. Correo electrónico, redes sociales, tiene consecuencias que no solamente afectan a sus consumidores individuales, también a su entorno familiar y social. Los adictos a las nuevas tecnologías cautivados por los cachivaches digitales se aíslan de su entorno para centrarse en las pantallas de sus artilugios, olvidándose que tienen responsabilidades familiares, sociales, laborales y domésticas. También de sus deberes escolares que cumplir los adolescentes.

El adicto digital puede liberarse de su esclavitud  si se da cuenta de que se encuentra atrapado en la telaraña que es la red. Si no es consciente de la falta de libertad no deseará recuperarla. Si uno se da cuenta que la red lo tiene atrapado entonces sí que está en condiciones de buscar la libertad.

El texto que hoy comentamos aporta luz al adicto digital para que pueda liberarse de la asfixia que produce el uso inmoderado de las nuevas tecnologías. En cierta ocasión Jesús dijo a sus discípulos: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar…Llevad mi yugo…y aprended de mí…y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11: 28,29). ¿Cómo se hace realidad la invitación que Jesús  nos hace de ir a Él? Ciertamente la fe es el primer paso. El segundo es apartarnos a un lugar desierto, que puede muy bien ser un lugar privado del hogar, o en cualquier otro espacio en donde podamos descansar un poco en compañía de Jesús, espiritualmente a nuestro lado. Tiene que darse una desconexión de Internet y conectar con Jesús para tener intimidad con Él. El resultado es que nos da su paz reflexionando en su Palabra y, en oración sentida pedirle que nos ayude a vencer la adicción que tanto nos hiere. Si cerramos el ordenador para estar en intimidad con Jesús, si reflexionamos en su Palabra que nos tonifica, es el primer paso hacia la liberación. Si persistimos en esta práctica  podremos cantar victoria y alabaremos al Señor que nos ha liberado de la adicción digital.

http://octaviperenyacortina22.blogspot.com

 

 

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