SOLEDAD CURATIVA
<b>En
una sociedad ruidosa nos sentimos mal en el silencio instructivo</b>
Actualmente
existe un desequilibrio entre soledad y sentirse solo. Las personas no saben
estar solas porque desconocen qué es la soledad. Esta situación que es de mal
digerir creo que un maestro hindú la describe muy bien: “Mil personas andando
por un camino, mil soledades andando juntas”. Cierto es que el ser humano es un
ser gregario, social, que busca agruparse. Debe encontrarse el equilibrio entre
soledad, estar solo y ser sociable.
La
soledad es un arte que se aprende con la práctica y que comienza a ejercitarse
buscando a Dios. El ser humano fue creado teniendo necesidad de Dios. Esta
necesidad vital se vio afectada cuando el hombre decidió prescindir de Él y escuchar
la voz de Satanás. Este hecho abrió la puerta de par en par a la idolatría que
no es otra cosa que un substituto al Dios que le creó por dioses que él mismo
se fabrica. Este divorcio es el causante que al hombre no le guste la soledad,
el silencio, porque no le gusta mantener intimidad con Dios. Al hombre le
encanta disertar sobre Dios con la mejor elocuencia posible, pero le aburre
conocer íntimamente a Dios.
El
mal que se produjo en el paraíso. El divorcio entre Dios y el hombre no es un
daño irreparable. Puede recuperarse la buena convivencia que el hombre mantenía
con Dios antes de que el pecado la empañase. La manera de recuperarla la diseña
el mismo Dios que en la eternidad pasada ideó el plan para que el hombre
volviese a sintonizar con Él una vez el pecado la hubiese socavado. Las pieles de los corderos con las que Dios
cubrió la desnudez de Adán y Eva no eran sino el símbolo de Cristo, el Cordero
de Dios que borra el pecado del mundo. Por la fe en este Cordero el hombre hace
la paz con Dios y se inicia el camino para profundizar la intimidad con Él.
Dicha intimidad se encuentra en la soledad, en el apartarse del mundanal
ruido. Es en la soledad, aislado del
entorno ruidoso y disponiendo de los medios que Dios pone al alcance del
hombre: Biblia y oración como se crece en el conocimiento de Dios que se había
perdido. El alma en la soledad no está sola ya que goza de la compañía de Dios
que la nutre y fortalece.
La
soledad que conduce a recuperar la intimidad con el Señor enseña a estar solo.
El hombre actual no sabe estar solo. Necesita cualquier tipo de compañía.
Recordando el dicho del maestro hindú: “Mil personas andando por un camino, mil
soledades andando juntas”. Tan pronto despierta por la mañana enciende la radio
o el televisor buscando compañía. Las voces que oye le proporcionan una
aparente compañía que no elimina la soledad del alma. Esto lo podemos hacer
extensivo a los móviles, ordenadores y al enjambre de chismes electrónicos que
sirven para comunicarse pero que no eliminan la soledad del alma.
Al
no tener resuelto el problema del alma las relaciones sociales no son lo que
deberían ser. Son conflictivas. El resultado de las desavenencias personales
lleva a que las personas se encierren dentro de un caparazón que las aísla del
entorno que las daña. El aislamiento no es la solución. Al no encontrarse bien
solo la tecnología sale a ayudarle permitiéndoles mantener relaciones virtuales
a través de la pantalla. Estas son relaciones frías, sin calor humano. No
satisfacen. El resultado en bastantes casos es la adicción a la tecnología.
Queriendo huir de las llamas se cae en las ascuas.
El
déficit comunicativo tiene una causa: El ser humano no ha resuelto el problema
de la soledad del alma. No lo soluciona porque su filosofía errónea se basa en
la idea de que Dios no existe. Lo que no existe no sirve. Pero sí, Dios existe.
La creación confirma la necesidad de un Ser todopoderoso para que exista y que
la mantenga en activo. La existencia humana lo certifica porque de la nada,
nada existe. El anhelo inconsciente de Dios lo asevera. La misma idolatría que
tan perniciosa es para el alma evidencia la necesidad que el hombre tiene de
Dios. Lo que falla es que la búsqueda se hace por caminos equivocados. La
proliferación del fervor religioso expresado de diversas maneras, incrementado
en épocas de crisis como la que atravesamos, es otra evidencia de que el hombre
quiere relacionarse con Dios, pero no sabe como. Lo que ocurre es que esta
diversidad religiosa, en muchas ocasiones no tiene en cuenta la manera de Dios
de recuperar la mistad con Él perdida en
el paraíso y que Dios en su misericordia la enseña en los albores de la
humanidad: Las pieles de los animales que sacrificó el mismo Dios nos enseñan
que sin derramamiento de sangre, una sangre muy concreta, no hay perdón de los
pecados y, sin el perdón de Dios no se recupera la amistad perdida.
Antes de empezar el ministerio
público de Jesús Juan el Bautista lo presenta ante la muchedumbre que lo
escuchaba como <i>el Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo</i> (Juan1:29). La fe en el Jesús bíblico restablece la intimidad
con Dios perdida haciendo posible que la soledad tenga sentido. Como
consecuencia, estar solo no perjudica la relaciones sociales dañinas que llevan
aislacionismo porque entiende que es mejor dar que recibir.
Octavi
Pereña i Crtina
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