dilluns, 9 de febrer del 2015


SALMO 49:14,15


“Como ovejas son conducidos al sepulcro, la muerte los pastoreará, y los justos se enseñorearán de ellos por la mañana, y su ostentación se destruirá y el sepulcro será su morada. Pero Dios redimirá mi alma del poder del sepulcro, porque Él me tomará consigo”

El salmista hace un llamamiento a todos los habitantes del mudo sin distinción de clase social con el propósito de que atiendan a la sabiduría divina con la finalidad de que dejen de confiar en las riquezas. Su presunción les hace pensar que por ser ricos sus posesiones les permitirán redimir su alma. No podrán pagar el rescate porque la redención de sus vida tiene un alto precio y todo el dinero del mundo no es suficiente para rescatar a sus almas de las garras del diablo. Solamente la sangre de Cristo puede redimir al pecador aún cuando este sea rico. Pero las personas que odian a Dios, aún cuando se auto denominen cristianas, pueden pensar que se las  pueden arreglar sin Él. Inútilmente se esfuerzan en redimir sus almas con obras de justicia propia. “El hombre que está en honra y no entiende, semejante es a las bestias que perecen” (v.20).

El salmista compara a las personas que no se dejan guiar por la sabiduría divina “a ovejas que son conducidas al sepulcro, y la muerte los pastoreará”. Los impíos pueden momentáneamente nadar en la abundancia. Darse todos los caprichos que puedan imaginarse. Cubrirse con vestidos que llevan la firma de los grandes diseñadores de la moda. Su destino final según la Biblia es el sepulcro y la muerte. Triste destino para aquellos que persiguen la efímera gloria que les pueden proporcionar los reinos de este mundo.

En el escenario del salmo 49 aparece otro tipo de personas: los justos. El destino final de los injustos, si antes no ha habido una genuina conversión a Cristo es el sepulcro y la muerte. Para los justos la cosa es totalmente distinta. Para el salmista y con él todos los que han recibido la vida eterna por la fe en Jesús “Dios redimirá mi alma del poder del sepulcro, porque él me tomará consigo” . El justo, aquel que por la fe en Jesús es justificado por Dios, es decir, declarada exento de pecado, durante el tiempo presente es guiado por el Buen Pastor  a través de los valles de sombra de muerte. Las guía a lugares de delicados pastos, las conduce junto a aguas de reposo en donde el alma se recupera de las heridas recibidas durante el trayecto. Al justo, Dios redimirá su alma del poder del sepulcro porque el Buen Pastor lo tomará en sus brazos . En el día final, al sonido de la trompeta los sepulcros alzarán sus losas y los cuerpos de los justos que yacen en la fría oscuridad, serán revestidos de incorruptibilidad y de inmortalidad y se alzarán  hacia los cielos para recibir al Señor que viene a buscarlos.


1 CRÓNICAS 16:8


“Alabad al Señor, invocad su Nombre”


Según una investigación del Centro Médico de la Universidad de Duke: “Si el agradecimiento fuese una droga, sería el producto más vendido del mundo con beneficios saludables para todos los órganos del cuerpo”. Es lamentable que los beneficios que se desprenden del agradecimiento nos los tengan que recordar las investigaciones científicas y no porque nos lo diga la Biblia.

El agradecimiento nace espontáneamente del corazón que goza de buena salud., lo cual, le permite sin esfuerzo hacer aquello del árbol bueno que dijo Jesús que espontáneamente y sin esfuerzo alguno da frutos que son agradables al paladar. Nos damos cuenta que hoy, en general, la salud del alma no pasa por sus mejores momentos. Apreciamos cara agrias que evidencian el vitriolo que almacenan sus almas. Sus corazones están tan exhaustos que no germina la semilla del agradecimiento. Carecen del agua viva que haga fructificar la semilla que tanto bienestar produce en aquellos en quienes se manifiesta el agradecimiento.

El origen de las caras largas y los rostros inexpresivos es de origen espiritual. El ser humano ha abandonado al Creador , quien debe ser el primer destinatario de nuestro agradecimiento Se le deba dar gracias por habernos creado. Porque provee nuestras necesidades y nos cuida en todo momento y en toda situación por la que atravesemos. Debemos darle gracias porque en todas las circunstancias tenemos acceso directo ante su presencia por medio de Jesucristo que es nuestro mediador entre Dios y nosotros. Debemos darle las gracias por el coraje que nos proporciona para poder enfrentarnos victoriosamente a las circunstancias difíciles. Son múltiples y diversos los motivos por los que ser agradecidos a Dios y que hacen más llevaderas nuestras jornadas.

Podemos ser agradecidos a Dios porque reconocemos su existencia. De no ser así no podríamos ni intentarlo.¿Cómo agradecer algo a alguien que para nosotros no existe o dudamos de su existencia? Practicando el agradecimiento a Dios aprendemos a ser agradecidos con nuestro prójimo. A pesar que toda cosa buena procede de Dios a menudo nos llega por mediación de personas. La presencia de Dios en nuestro corazón nos impulsa a ver a nuestro prójimo con otros ojos porque el vitriolo que nos amarga y nos endurece ha sido substituido por la miel que derrama dulzura dondequiera que nos encontremos. Convertimos las relaciones sociales en ásperas porque faltándole al corazón el ungüento del Espíritu Santo se ha convertido en un punzón que daña  los contactos personales.

Si en verdad deseamos mejorar el mundo en que vivimos debemos permitir que Jesús entre en nuestro corazón para que de él se esparza el bálsamo que suavice las dificultosas relaciones sociales.


 


 

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