SALMO 49:14,15
“Como ovejas son conducidos al
sepulcro, la muerte los pastoreará, y los justos se enseñorearán de ellos por
la mañana, y su ostentación se destruirá y el sepulcro será su morada. Pero
Dios redimirá mi alma del poder del sepulcro, porque Él me tomará consigo”
El salmista hace un
llamamiento a todos los habitantes del mudo sin distinción de clase social con
el propósito de que atiendan a la sabiduría divina con la finalidad de que
dejen de confiar en las riquezas. Su presunción les hace pensar que por ser
ricos sus posesiones les permitirán redimir su alma. No podrán pagar el rescate
porque la redención de sus vida tiene un alto precio y todo el dinero del mundo
no es suficiente para rescatar a sus almas de las garras del diablo. Solamente
la sangre de Cristo puede redimir al pecador aún cuando este sea rico. Pero las
personas que odian a Dios, aún cuando se auto denominen cristianas, pueden
pensar que se las pueden arreglar sin
Él. Inútilmente se esfuerzan en redimir sus almas con obras de justicia propia.
“El hombre que está en honra y no entiende, semejante es a las bestias que
perecen” (v.20).
El salmista compara a las
personas que no se dejan guiar por la sabiduría divina “a ovejas que son
conducidas al sepulcro, y la muerte los pastoreará”. Los impíos pueden
momentáneamente nadar en la abundancia. Darse todos los caprichos que puedan
imaginarse. Cubrirse con vestidos que llevan la firma de los grandes
diseñadores de la moda. Su destino final según la Biblia es el sepulcro y la
muerte. Triste destino para aquellos que persiguen la efímera gloria que les
pueden proporcionar los reinos de este mundo.
En el escenario del salmo 49
aparece otro tipo de personas: los justos. El destino final de los
injustos, si antes no ha habido una genuina conversión a Cristo es el sepulcro
y la muerte. Para los justos la cosa es totalmente distinta. Para el
salmista y con él todos los que han recibido la vida eterna por la fe en Jesús “Dios
redimirá mi alma del poder del sepulcro, porque él me tomará consigo” . El
justo, aquel que por la fe en Jesús es justificado por Dios, es decir,
declarada exento de pecado, durante el tiempo presente es guiado por el Buen
Pastor a través de los valles de sombra
de muerte. Las guía a lugares de delicados pastos, las conduce junto a aguas de
reposo en donde el alma se recupera de las heridas recibidas durante el
trayecto. Al justo, Dios redimirá su alma del poder del sepulcro porque el Buen
Pastor lo tomará en sus brazos . En el día final, al sonido de la trompeta los
sepulcros alzarán sus losas y los cuerpos de los justos que yacen en la fría
oscuridad, serán revestidos de incorruptibilidad y de inmortalidad y se
alzarán hacia los cielos para recibir al
Señor que viene a buscarlos.
1 CRÓNICAS 16:8
“Alabad al Señor, invocad su Nombre”
Según una investigación del
Centro Médico de la Universidad de Duke: “Si el agradecimiento fuese una droga,
sería el producto más vendido del mundo con beneficios saludables para todos
los órganos del cuerpo”. Es lamentable que los beneficios que se desprenden del
agradecimiento nos los tengan que recordar las investigaciones científicas y no
porque nos lo diga la Biblia.
El agradecimiento nace
espontáneamente del corazón que goza de buena salud., lo cual, le permite sin
esfuerzo hacer aquello del árbol bueno que dijo Jesús que espontáneamente y sin
esfuerzo alguno da frutos que son agradables al paladar. Nos damos cuenta que
hoy, en general, la salud del alma no pasa por sus mejores momentos. Apreciamos
cara agrias que evidencian el vitriolo que almacenan sus almas. Sus corazones
están tan exhaustos que no germina la semilla del agradecimiento. Carecen del
agua viva que haga fructificar la semilla que tanto bienestar produce en
aquellos en quienes se manifiesta el agradecimiento.
El origen de las caras
largas y los rostros inexpresivos es de origen espiritual. El ser humano ha
abandonado al Creador , quien debe ser el primer destinatario de nuestro
agradecimiento Se le deba dar gracias por habernos creado. Porque provee
nuestras necesidades y nos cuida en todo momento y en toda situación por la que
atravesemos. Debemos darle gracias porque en todas las circunstancias tenemos
acceso directo ante su presencia por medio de Jesucristo que es nuestro
mediador entre Dios y nosotros. Debemos darle las gracias por el coraje que nos
proporciona para poder enfrentarnos victoriosamente a las circunstancias
difíciles. Son múltiples y diversos los motivos por los que ser agradecidos a
Dios y que hacen más llevaderas nuestras jornadas.
Podemos ser agradecidos a
Dios porque reconocemos su existencia. De no ser así no podríamos ni
intentarlo.¿Cómo agradecer algo a alguien que para nosotros no existe o dudamos
de su existencia? Practicando el agradecimiento a Dios aprendemos a ser
agradecidos con nuestro prójimo. A pesar que toda cosa buena procede de Dios a
menudo nos llega por mediación de personas. La presencia de Dios en nuestro
corazón nos impulsa a ver a nuestro prójimo con otros ojos porque el vitriolo
que nos amarga y nos endurece ha sido substituido por la miel que derrama
dulzura dondequiera que nos encontremos. Convertimos las relaciones sociales en
ásperas porque faltándole al corazón el ungüento del Espíritu Santo se ha
convertido en un punzón que daña los
contactos personales.
Si en verdad deseamos
mejorar el mundo en que vivimos debemos permitir que Jesús entre en nuestro
corazón para que de él se esparza el bálsamo que suavice las dificultosas
relaciones sociales.
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