ENTRE HIEL Y AMOR: UN ABISMO
<b>Cuando los dirigentes religiosos
destilan hiel no es extraño que sus discípulos vomiten odio</b>
Percy J. Buffard, familiarmente conocido como
Don Percy, fundador de la Misión evangélica Española, misionero inglés que
trabajó en España en los años 20 del siglo XX en La Mancha y especialmente en
Valdepeñas, dijo: “No es extraño que seamos perseguidos, cuando los que se
dicen dirigentes cristianos de la nación
les enseñan a orar contra nosotros con tales oraciones”. Don Percy se refiere a
un folleto editado por los curas que contenía veinticuatro cláusulas, cada una
de ellas con una oración al animal u objeto con el que está asociado el “santo”
mencionado en el rezo. Su “santo” propósito se afirmaba era “que las devotas
mujeres pudiesen rezar por la conversión de los perversos, el provecho
espiritual de sus propias almas y el exterminio de los herejes”. “Caballo de
Santiago, pisotéalos.- Toro de S. Lucas, cornéalos. Grajo de S Onofre, sácales
los ojos. Dragón de S. Jorge, mátalos”. “Estas son un ejemplo de las ridículas
oraciones”. Estas oraciones son una muestra de la calidad cristiana de los
llamados seguidores de Jesús de aquella época. Quien no comulgaba con ellos se
le había de destruir. Desconocían el mandamiento de Jesús de amar a los
enemigos y al prójimo como a sí mismos.
Ha pasado un siglo desde que Don Percy recorría España evangelizándola, no impartiendo
la doctrina de la Iglesia católica que mantenía en el oscurantismo a la
población de aquella época, sino con la luz liberadora de fanatismos que se
desprende de las Sagradas Escrituras cristianas. Recientemente, la máxima
autoridad de la Iglesia católica española, el cardenal Rouco Varela, presidente
de la Conferencia Episcopal Española ha pronunciado unas palabras que descubren
un pensamiento bien poco cristiano: “La unidad de España es un bien moral. Nos
preocupa que la unión fraterna entre todos los ciudadanos de las diversas
comunidades y territorios de España, con muchos siglos de historia común, se
pueda romper…La unidad de la nación española es una parte principal del bien
común de nuestra sociedad que se debe tratar con responsabilidad moral”.
Ante esta filosofía política que no deja
espacio a la divergencia sostenida por tan alta autoridad eclesial de la
nación, no nos debe de extrañar que personalidades políticas del PP como José
Mª Aznar y Esperanza Aguirre cambiarían <i>la ley para volver a ponerla
como estaba</i>, es decir, restablecer la ley decretada por José Mª Aznar
cuando era presidente del Gobierno español y que fue derrocada por José Luís
Rodríguez Zapatero que preveía cinco
años de cárcel la convocatoria de un referéndum ilegal.
Para estos devotos fieles de la Santa Madre
Iglesia no da lugar a la discrepancia a lo que ellos consideran ortodoxia
política. Para estas personas es venenoso pensar diferente como lo era de
venenoso armonizar la vida cristiana a la luz del Evangelio que es la verdad de
Dios que hace libres a los hombres. Dicha divergencia se tenía que pagar con la
opresión sádica de parte de quienes se otorgaban la exclusividad de la
ortodoxia cristiana. Tal concepto se ha ido traspasando durante el último siglo
y discípulos de tal ignominiosa doctrina siguen pululantes por las tierras hispanas.
La historia de España, la de Cataluña
también, son testimonios del fanatismo religioso que ha trascendido a la esfera
social. De este pecado, porque es un pecado no amar al prójimo como a uno mismo
deben arrepentirse quienes se dejan guiar por un fanatismo religioso – político
porque es un atentado contra el amor de Dios que debe caracterizar quienes se
dicen cristianos: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis
amor entre vosotros” (Juan 13:35).
Una viñeta de Toni Batllori nos presenta a
Aznar nadando en una piscina de agua verdosa. Dos hombre lo están mirando. Uno
de ellos dice: “Qué liquido tan extraño, esta piscina”. El otro le responde:
“Es bilis”. Es un mal testimonio que dan
quienes en vez de mostrar amor expulsan bilis. Con un concepto tan poco
conciliador que manifiestan los dirigentes del PP, ¿cómo pretenden que pueda
haber conciliación entre dos posiciones distintas? ¿Se recurre a los rezos que
Don Percy denunciaba hace ahora un siglo?
¡Qué distinto es el testimonio de los dirigentes del PP del que daban
los cristianos de la era apostólica que se caracterizaban por el amor a los
necesitados y que no iban armados de garrotes para convertir forzadamente a los
no cristianos. El Dios justo no puede considera inocente al culpable.
Octavi Pereña i Cortna