dimarts, 29 d’octubre del 2013


¿QUÉ ES LA MUERTE?


<b>Si la muerte consiste en el fin de la actividad cerebral el final del ser humano es parecido a la muerte de un animal. Pero hay algo en nosotros que nos dice que la cosa no es así</b>

La biología dice que un ser humano fallece cuando se presenta lo que se llama <i>muerte cerebral</i> que consiste en el cese irreversible de las actividades que realiza el cerebro. Ante este destino común a todos los seres humanos se considera a la muerte lo más justo que le pueda suceder al hombre porque nadie se escapa de la corrupción, los gusanos. En el mundo de los muertos se encuentran distinciones porque los cadáveres de algunos se depositan en lugares emblemáticos:  panteones, mausoleos, capillas sepulcrales…La mayoría, en nichos adosados, superpuestos, feos como los bloques de viviendas construidos por las administraciones para una multitud de familias obreras, en poco espacio edificable. Es evidente esta diferenciación  externa post mortem. Pero en todos ellos domina la corrupción física, el hedor, los gusanos. Cuando uno fallece es inconsciente del lugar en donde yace. Son los vivos quienes presumen de la majestuosidad de los sepulcros en donde depositan sus difuntos. Son los ricos quienes se vanaglorian de la riqueza artística de los sepulcros, continuando  así la distinción social existente cuando vivían.  Los muertos son indiferentes a las vanaglorias de los vivos.

El salmista transmite un mensaje a todo el mundo:”Oíd esto, pueblos todos, escuchad habitantes todos del mundo, así los plebeyos como los nobles, el rico y el pobre juntamente” (Salmo 49:1,2). El poeta tiene un vivo interés en que los lectores de su poema reflexionen sobre la muerte: “Pues verá que aún los sabios mueren, que perecen del mismo modo que el insensato y el necio” (v.10). Pensad un poco quienes no tenéis entendimiento, ¿por qué os afanáis tanto en crear fundaciones que llevan vuestro nombre? ¿Por qué queréis dejar huella de vuestro paso por este mundo construyendo imponentes mausoleos para que os recuerde la posteridad? Fijaos en lo que dice la sabiduría divina: “Su íntimo pensamiento es que sus casas sean eternas, y sus habitaciones de generación en generación,, dan sus nombres  sus tierras. Mas el hombre no permanecerá en honra, es semejante a las bestias que perecen” (vv.11,12).

¡Qué ínfimo valor da Dios a los hombres que presumen de la grandeza de sus nombres! En vida los poderosos pueden sobresalir del resto de los mortales, pero en la muerte “son semejantes a las bestias que perecen”. ¿Por qué afanarse en hacer fortuna, a menudo con injusticia y sembrando de dolor las manos que la crean si al final “son  semejantes a las bestias que perecen”? El salmista sigue escribiendo para que reflexionemos en un tema de tanta importancia que se pretende reducirlo a: “al final de la vida, la incapacidad del organismo para sostener la homeostasis”. Ve a la muerte como algo más trascendente que una mera “extinción del proceso homeostático: “Como rebaños que son conducidos al sepulcro, la muerte los pastoreará, y los rectos se enseñorearán de ellos por la mañana, se consumirá su buen parecer , y el sepulcro será su morada. Pero Dios redimirá mi vida del poder del sepulcro, porque Él me tomará consigo” (vv.14,15). Se vuelven las tornas. En el sepulcro la muerte pastoreará a los ricos y el sepulcro será su morada. Pero Dios redimirá a los justos del poder del sepulcro porque Dios los tomará en su seno eternamente.

El mundo en que vivimos está lleno de envidias. Los pobres no saben en dónde caer muertos y más en estos tiempos de grave crisis económica que ha disminuido exponencialmente los ingresos. Los desvalidos miran codiciosamente el bienestar lujoso de los poderosos. El salmista nos reconforta: “No temas cuando se enriquece alguien, cuando aumenta la gloria de su casa, porque cuando muera no se llevará nada, ni descenderá tras él su gloria. Aunque mientras viva, llame dichosa a su alma, y sea loado cuando prospere, estará en la generación de sus padres, y nunca más verá la luz. El hombre que está en honra y no entiende, semejante es a las bestias que perecen”  (v.16-20).

No son muchas las personas que consideran a la muerte como “la incapacidad del organismo de sostener la homeostasis” porque instintivamente poseen el instinto de trascendencia, que la existencia no se acaba con “el cese irreversible de las actividades cerebrales” Intuyen que hay algo más allá de la muerte, pero no saben qué. La Biblia también en la muerte ayuda al hombre a salir de dudas. Recomiendo al lector interesado en tan vital tema que lea el capitulo 15 de la carta del apóstol Pablo a los cristianos de Corinto dedicado exclusivamente a este tema. Transcribo un breve fragmento: “Porque es necesario que esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? Ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (vv.53-57).

La Biblia menciona dos resurrecciones: la de vida y la de muerte. Pablo en este texto se limita a mencionar la resurrección de vida. Por la importancia que tiene la resurrección de muerte es muy conveniente que pensemos en ella porque la resurrección en condenación es para toda la eternidad”

Octavi Pereña i Cortina

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