PROVERBIOS 30:12
“Hay una generación limpia en su
propia opinión, si bien no se ha limpiado de su inmundicia”
Hables con quien sea y todos te
dicen lo mismo: soy inocente, no he hecho nada malo. Está a la vista de todos
la magnitud de la corrupción política: Todos tienen las manos limpias. En los
problemas conyugales es la otra parte quien tiene culpa de todo. La
homosexualidad es una opción tan legítima como la heterosexualidad. El
adulterio se justifica comparando al ser humano con algunas especies animales.
El divorcio se acepta porque el amor tiene fecha de caducidad y se debe cambiar
de pareja. En cierta ocasión hablando con un grupo de prisioneros, uno me dice:
“Yo estoy aquí por la cara”, expresión que significa que es inocente. Otro del
grupo dice: “a Octavi le puedes decir lo que quieras pero nosotros sabemos
porqué estás aquí”.
“Engañoso es el corazón más que todas las cosas y
perverso, ¿quién lo conocerá? es una pregunta que el profeta
Jeremías nos plantea y a la que debemos dar respuesta. El concepto que tengo de
la política, del matrimonio, de la homosexualidad y otras nos pueden parecer
correctas a nuestra propia opinión, pero si “engañoso es el corazón más
que todas las cosas y perverso”, mis puntos de vista ¿son correctos
o incorrectos? No sabiendo con certeza la calidad moral de lo que
hacemos, calificamos su bondad según las circunstancias e intereses propios.
Hoy decimos que algo es bueno y mañana que es malo.
A la pregunta que plantea
Jeremías: ¿Quién conoce el corazón? , la responde el mismo
profeta al decir: “Yo el Señor, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, hará dar a
cada uno según su camino, según el fruto de sus obras”
(Jeremías 17:9,10). El Señor es quien sabe al dedillo la calidad de nuestro corazón
y no le podemos dar gato por liebre y puede determinar que no hay justo alguno
porque todos hemos pecado.
¿Por qué las personas según su
propia opinión son limpias de corazón?, porque no se han limpiado de su
inmundicia. ¿Cuándo alguien puede reconocer que su corazón es inmundo? Cuando
deja de compararse consigo mismo y con otras personas y se compara con la
santidad absoluta de Jesús. Cuando alguien se mira al espejo que es Jesús la
imagen que contempla es de absoluta fealdad. Ante tal visión sólo nos
queda exclamar: “Señor, ten
piedad de mí que soy pecador”. El salmista, encarándose a la
inmundicia del corazón humano, escribe: “¿Con qué limpiará el joven
su camino? Con guardar tu palabra. Con todo corazón te he buscado, no me dejes
desviar de tus mandamientos. En mi corazón he guardado tus dichos, para no
pecar contra ti” (Salmo 119:9-11).
La Biblia enseña: La sangre de
Jesucristo nos limpia todos nuestros pecados. La inmundicia ha desaparecido del
corazón para dar paso a la santidad.
PROVERBIOS 16:12
“Abominación es a los reyes hacer
impiedad, porque con justicia será afirmado el trono”
“Con justicia será afirmado
el trono” nos dice el texto. La justicia a la que se refiere el escritor sagrado
no es el concepto humano que se tiene de la justicia, por cierto muy
desacreditada, que puede variar según la dirección que sople el viento que se
permite que los delitos prescriban para que el delincuente no tenga que ser
castigado. La justicia a la que se
refiere el texto que comentamos es la justicia de Dios resumida en los llamados
Diez Mandamientos. La prosperidad de un país, sea republica o monarquía depende
de que las autoridades y ciudadanos se
dejen guiar por los principios morales y éticos que fluyen de la Biblia
que es la Ley de Dios dada a los hombres
En el Antiguo Testamento,
cuando un nuevo monarca ascendía al trono tenia que hacer una copia de la ley
de Dios del original que guardaban celosamente los sacerdotes para que fuese su
libro de cabecera y se convirtiese en la base de sus reflexiones para gobernar
correctamente, no haciendo acepción de personas a la hora de administrar
justicia.
Tanto para los gobernantes
como para los ciudadanos la Biblia ha dejado de ser el libro de lectura y de
reflexión para hacer justo el comportamiento de todos. El resultado de esta
negligencia la vemos en la corrupción que se extiende como mancha de aceite
desde las más altas instituciones del Estado hasta el último de los ciudadanos.
Ante la imputación de la
infanta Cristina por el caso Nóos el ministro de Asuntos Exteriores José Manuel
García – Margallo reconoce que la imputación no beneficia a la marca España. Lo
que desacredita España en el extranjero es la corrupción que un día sí y otro
también se destapa y que se hace pública, incluso en las filas del partido
gobernante para bochorno de todos menos de los corruptos que defienden a capa y
espada su inocencia.
El pecado, porque la corrupción
es pecado, tiene sus consecuencias. Nadie puede jugar con el fuego sin
quemarse. Ante la magnitud del pecado nacional no podemos quedarnos con los
brazos cruzados. Es imprescindible que un sincero sentimiento de
arrepentimiento por haber ofendido a Dios y al prójimo brote de nuestras almas.
El resultado será un caminar en justicia que aportará verdadera prosperidad y
felicidad a los ciudadanos.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada