dissabte, 14 de juny del 2025

 

1 REYES 18:

“Y cuando Acab vio a Elías, le dijo: ¿eres tú el que perturbas a Israel?”

El peor ciego que pueda existir es aquella persona que viendo no quiere ver. Uno de estos ciegos fue Acab, rey de Israel “que hizo lo malo ante los ojos del Señor, más que todos los que reinaron antes que él” (1 Reyes 16: 30). La situación espiritual de Israel era muy mala. La mayoría de la población se había apartado de Dios. Acab contribuyó mucho a la decadencia espiritual de Israel porque contribuyó a implantar el culto a Baal en el reino. En medio de esta decadencia espiritual el Señor envía al profeta Elías para que le diga al monarca. “Vive el Señor Dios de Israel en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra” (1 Reyes 17: 1). Transmitido el mensaje al rey el Señor ordena al profeta que se retire del escenario público y que se esconda.

La gravedad de la sequía la reflejan las palabras que el rey dice a su siervo Abdías: “Ve por el país a todas las fuentes de aguas, y a todos los arroyos, a ver si acaso encontramos hierba con que conservar la vida de los caballos y de los mulos, para que no nos quedemos sin bestias” (1 Reyes 18: 5).

El acontecimiento que narra el texto que sirve de base de esta meditación sucede cuando la dura sequía está a punto de terminar. Dios vuelve a enviar al profeta Elías para que le diga al rey que la sequía se ha terminado. Las palabras que el rey le dice al profeta cuando se encuentran cara a cara; “¿Eres tú el que turbas a Israel?” ¿No nos recuerdan estas palabras  algo que ocurrió en el mismísimo  inicio de la Historia después que Adán y Eva hubiesen comido el fruto del árbol prohibido? Ambos se sacudieron las pulgas y no quisieron tener nada que ver con el pecado recién cometido. Cuando Dios le pide cuentas a Adán de lo que había hecho, el pecador le dice: “La mujer que me diste por compañera me dió del árbol y comí” (Génesis 3: 12). Cuando el Señor se dirige a Eva y le pregunta: “¿Qué has hecho?”  La mujer le responde: “La serpiente me engañó y comí” (v. 13). Tanto Adán, Eva y Acab, no quisieron tener nada que ver con las consecuencias desastrosas de su conducta. Todavía no hemos aprendido la lección de que no nos podemos esconder de la presencia de Dios que lo ve todo. Aun cuando nos amaguemos  detrás de un gigantesco árbol en medio de un espeso bosque, Dios nos encuentra y nos dice: “¿Qué has hecho?” Cuando Dios nos encuentra. Siempre lo hace, podemos decirle una de estas cosas: Me arrepiento de mi pecado y recibir la vida eterna, o, no quiero saber nada de ti y lanzarme a las garras de Satanás. No lo dudes: Todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo para dar cuenta de todo lo que hayamos hecho.


 

2 REYES 17: 33

“Temían al Señor, y honraban a sus dioses, según la costumbre de las naciones de donde había sido trasladados”

El sincretismo religioso siempre ha existido. El texto que comentamos tiene que ver con las personas que el rey de Asiria desplazó de sus lugares de origen para ocupar el vacío que habían dejado los israelitas al ser desplazados a otros territorios. Como es de suponer los nuevos habitantes de Samaria trajeron consigo a sus dioses. Plagas de leones producían estragos entre la población. Los afectados creyeron que la plaga de leones que les hacía la vida imposible se debía a que no adoraban al dios del territorio. Se quejaron al rey de Asiria de su problema. El monarca los atendió y les envió a un sacerdote Israelita para que los instruyese en la Ley de Dios. El resultado fue que la denuncia obtuvo el resultado que comentamos: sincretismo religioso. Adoptaron el Dios de Israel pero no abandonaron a los dioses que adoraban en sus tierras de origen.

El Dios de la Biblia no acepta el sincretismo religioso porque es un Dios celoso que no comparte su gloria con ninguno de los dioses de fabricación humana. La condición  corrupta del ser humana debido al pecado tiende al sincretismo religioso. Dios que escogió a Abraham siendo idólatra para convertirlo en el padre el pueblo de Israel. Abandonó la idolatría y se convirtió en monoteísta. A medida que transcurrió el tiempo se fue convirtiendo en politeísta. Los profetas denunciaron esta transgresión. El profeta Jeremías en representación de todos ellos escribe: “Este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honran, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado” (29 13).

El rechazo del pueblo de Israel a las advertencias de los profetas de que se arrepintiesen de su pecado de idolatría, se resume con esta frase: “No volveremos”. Los cristianos que en teoría son pueblo de Dios se comportan como los antiguos israelitas que adoctrinados por sacerdotes herejes y falsos profetas creían en Dios de labios pero no de corazón. Los cristianos adoran de labios a Jesús que en la cruz murió para salvación del pueblo de Dios. Debido a las falsas enseñanzas que reciben de parte de los sacerdotes se han convertido en politeístas. ¿Qué son sino las vírgenes, los santos,  los jesusitos que los artífices han convertido en imágenes para que las adoremos, las veneremos y  les supliquemos para que nos ayuden?

 

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