1 REYES 18:
“Y
cuando Acab vio a Elías, le dijo: ¿eres tú el que perturbas a Israel?”
El peor ciego que pueda existir es
aquella persona que viendo no quiere ver. Uno de estos ciegos fue Acab, rey de
Israel “que hizo lo malo ante los ojos
del Señor, más que todos los que reinaron antes que él” (1 Reyes 16: 30).
La situación espiritual de Israel era muy mala. La mayoría de la población se
había apartado de Dios. Acab contribuyó mucho a la decadencia espiritual de
Israel porque contribuyó a implantar el culto a Baal en el reino. En medio de
esta decadencia espiritual el Señor envía al profeta Elías para que le diga al
monarca. “Vive el Señor Dios de Israel en
cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi
palabra” (1 Reyes 17: 1). Transmitido el mensaje al rey el Señor ordena al
profeta que se retire del escenario público y que se esconda.
La gravedad de la sequía la reflejan las
palabras que el rey dice a su siervo Abdías: “Ve por el país a todas las fuentes de aguas, y a todos los arroyos, a
ver si acaso encontramos hierba con que conservar la vida de los caballos y de
los mulos, para que no nos quedemos sin bestias” (1 Reyes 18: 5).
El acontecimiento que narra el texto que
sirve de base de esta meditación sucede cuando la dura sequía está a punto de
terminar. Dios vuelve a enviar al profeta Elías para que le diga al rey que la
sequía se ha terminado. Las palabras que el rey le dice al profeta cuando se
encuentran cara a cara; “¿Eres tú el que
turbas a Israel?” ¿No nos recuerdan estas palabras algo que ocurrió en el mismísimo inicio
de la Historia después que Adán y Eva hubiesen comido el fruto del árbol
prohibido? Ambos se sacudieron las pulgas y no quisieron tener nada que ver con
el pecado recién cometido. Cuando Dios le pide cuentas a Adán de lo que había
hecho, el pecador le dice: “La mujer que
me diste por compañera me dió del árbol y comí” (Génesis 3: 12). Cuando el
Señor se dirige a Eva y le pregunta: “¿Qué
has hecho?” La mujer le responde: “La serpiente me engañó y comí” (v. 13).
Tanto Adán, Eva y Acab, no quisieron tener nada que ver con las consecuencias
desastrosas de su conducta. Todavía no hemos aprendido la lección de que no nos
podemos esconder de la presencia de Dios que lo ve todo. Aun cuando nos
amaguemos detrás de un gigantesco árbol
en medio de un espeso bosque, Dios nos encuentra y nos dice: “¿Qué has hecho?” Cuando Dios nos
encuentra. Siempre lo hace, podemos decirle una de estas cosas: Me arrepiento
de mi pecado y recibir la vida eterna, o, no quiero saber nada de ti y lanzarme
a las garras de Satanás. No lo dudes: Todos tendremos que comparecer ante el
tribunal de Cristo para dar cuenta de todo lo que hayamos hecho.
2 REYES 17: 33
“Temían
al Señor, y honraban a sus dioses, según la costumbre de las naciones de donde
había sido trasladados”
El sincretismo religioso siempre ha
existido. El texto que comentamos tiene que ver con las personas que el rey de
Asiria desplazó de sus lugares de origen para ocupar el vacío que habían dejado
los israelitas al ser desplazados a otros territorios. Como es de suponer los
nuevos habitantes de Samaria trajeron consigo a sus dioses. Plagas de leones
producían estragos entre la población. Los afectados creyeron que la plaga de
leones que les hacía la vida imposible se debía a que no adoraban al dios del
territorio. Se quejaron al rey de Asiria de su problema. El monarca los atendió
y les envió a un sacerdote Israelita para que los instruyese en la Ley de Dios.
El resultado fue que la denuncia obtuvo el resultado que comentamos:
sincretismo religioso. Adoptaron el Dios de Israel pero no abandonaron a los
dioses que adoraban en sus tierras de origen.
El Dios de la Biblia no acepta el
sincretismo religioso porque es un Dios celoso que no comparte su gloria con
ninguno de los dioses de fabricación humana. La condición corrupta del ser humana debido al pecado
tiende al sincretismo religioso. Dios que escogió a Abraham siendo idólatra
para convertirlo en el padre el pueblo de Israel. Abandonó la idolatría y se
convirtió en monoteísta. A medida que transcurrió el tiempo se fue convirtiendo
en politeísta. Los profetas denunciaron esta transgresión. El profeta Jeremías
en representación de todos ellos escribe: “Este
pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honran, pero su corazón
está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que
les ha sido enseñado” (29 13).
El rechazo del pueblo de Israel a las
advertencias de los profetas de que se arrepintiesen de su pecado de idolatría,
se resume con esta frase: “No
volveremos”. Los cristianos que en teoría son pueblo de Dios se comportan
como los antiguos israelitas que adoctrinados por sacerdotes herejes y falsos
profetas creían en Dios de labios pero no de corazón. Los cristianos adoran de
labios a Jesús que en la cruz murió para salvación del pueblo de Dios. Debido a
las falsas enseñanzas que reciben de parte de los sacerdotes se han convertido
en politeístas. ¿Qué son sino las vírgenes, los santos, los jesusitos que los artífices han
convertido en imágenes para que las adoremos, las veneremos y les supliquemos para que nos ayuden?
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