SALMO 1:1
“Bienaventurado
el varón que no anduvo en consejo de malos”
Con estas palabras el salmista nos
abre la puerta que da acceso al libro de
Salmos, que contiene 150 poemas escritos por diversos autores humanos,
inspirados todos ellos por el Espíritu Santo.
De no haber sido así no habrían tenido espacio en la Biblia.
El salmo que comentamos muestra un
contraste entre justos, hijos de Dios e injustos, hijos del diablo. El salmista
considera felices a aquellas personas que desde el momento de su conversión a
Jesús no han andado en consejo de malos. Ello no significa que se haya
levantado un muro de separación como hacen las sectas perniciosas que obligan a
sus seguidores a abandonar toda relación con quienes no pertenecen a la organización aun cuando sean familiares
en primer grado.
La persona que el salmista considera que
no anda en consejo de malos no la tiene como ermitaño, que se ha retirado a un
lugar solitario alejado del mundanal ruido. Para el salmista la persona que
considera bienaventurada lo es
aquella que a semejanza del árbol plantado
junto a aguas que frutos abundantes, es aquella persona que mantiene
contacto permanente con Jesús que es el agua viva queda vida eterna a quienes
creen en Él.
Para el salmista, ¿quiénes son los malos
que son “como el tamo que arrebata el
viento”? (v. 4). Indiscutiblemente el archivo de los malos
incluye: ladrones, asesinos, violadores, quienes usan la violencia para
conseguir sus propósitos…También a las buenas personas (?), que por no haber cometido fechorías
horripilantes creen que son lo que no son. Según la Biblia, por ser todos
descendientes de Adán hemos heredado de él la condición de pecadores. Por ello
estamos destituidos de la gloria de Dios. Todos estos son “como
el tamo que arrebata el viento”. Estos son los que perecen “en la senda de los malos” (v. 6).
Dios desea que todos los hombres procedan
al arrepentimiento. Es por ello que no retira de la tierra a aquellos que se convierten a Cristo.
Permite que permanezcan en este mundo comportándose como luces que resplandecen
en la oscuridad. Así como la luz atrae a los mosquitos, la luz que
irradian los creyentes en Cristo sirve
para que los incrédulos que andan
en consejo de malos se sientan atraídos a Cristo por la luz que
irradian los hijos de Dios.
SALMO 119: 18
“Abre
mis ojos, y miraré las maravillas de tu Ley”
De vez en cuando se publican ediciones de
lujo de la Biblia. Adquirir una de ellas sirve para dar prestigio a nuestra
colección privada de Clásicos de la literatura. El embellecimiento de la
colección de libros no significa el mejoramiento del alma del coleccionista. Se
cuida la colección de libros. Periódicamente se le quita el polvo ¡Ay! Las
páginas de la lujosa Biblia siguen inmaculadas. Los dedos de su propietario no
la han manoseado. Lo mismo le ocurre a la biblia comercial que nos hayan
obsequiado. Tal vez no vaya a hacer compañía a los clásicos de la Literatura
porque su humildad desmerecería el orgullo de los lujosos Clásicos. La humilde
Biblia ha ido a parar a la oscuridad de un cajón donde se cubre de polvo.
¿Qué diríamos de una persona acomodada
que ha ido a menos debido a la crisis
económica que golpea con fuerza, si rechaza un pedazo de pan porque hace dos o
tres días que ha salido del horno? ¿Qué
pensaríamos de esta persona? ¿No diríamos que es un necio? Algo parecido le ocurre a una persona que teniendo en su
casa un ejemplar lujoso de la Biblia y, estando hambriento de Dios no la abre
para no manosearla. ¿No diríamos que es un necio si hambriento de Dios no abre
sus páginas que hablan de Jesús que es el Pan vivo que ofrece vida eterna a
quienes creen en él?
Habiendo nacido como hijos pródigos por
el pecado de Adán y habiendo
malbaratado la herencia viviendo perdidamente en esta sociedad de
consumo. Desgraciadamente no hacemos como el hijo prodigo de la parábola que
habiendo pulido la herencia volvió en sí y recordó lo bien que vivía cuando
estaba en casa de su padre. Poniéndose de pie y andrajoso regresó a la casa de
su padre.
Jesús es el camino que nos lleva a la
casa del Padre celestial. Quiera el Señor que si el lector es un pordiosero
espiritual en esta sociedad de consumo que hastía, abra los ojos y vea a Jesús
como lo que realmente es: EL CAMINO QUE CONDUCE AL PADRE CELSTIAL.