SUPERANDO EL SUICIDIO
La debilidad se supera con el poder de Cristo
¿Nos
hemos parado a pensar porque el ser humano se comporta de la manera como lo
hace? Porque partimos de una premisa falsa. La falta de fe en Dios el Creador
nos ha convertido en evolucionistas.
Creemos que somos el resultado de una célula aparecida por azar que ha
ido evolucionando hasta convertirnos en lo que somos: animales racionales, pero
animales al fin y al cabo. ¿Nos hemos detenido a reflexionar porque el ser
humano tiene cerebro que piensa
acompañado de principios morales y éticos y los animales irracionales
únicamente instinto? La causa de la gran diferencia existente entre los
animales irracionales y los racionales se debe a que estos últimos son creación
independiente de Dios. Nos ha hecho “a su imagen y semejanza” (Génesis 1: 26).
Debido al pecado de Adán, del cual
descendemos, lo bueno que Dios vio en la creación (Génesis 1: 31), se pervirtió
y en vez de pensar correctamente lo hacemos mal. El pecado heredado de nuestro
primer padre nos hace creer que en vez de ser criaturas de Dios somos fruto del azar. Que Dios es un
mito como lo son los dioses grecorromanos. Si Dios es un mito que se ha añadido
a la larga lista de dioses grecorromanos, nos hacemos nuestra una cultura que
ha que ha impregnado la nuestra. Cuando adoramos a Jesús lo hacemos a alguien
que no existe. Cuando por tradición nos postramos ante una imagen que
representa a Jesús lo hacemos ante una imagen que tiene ojos que no ven, oídos
que no oyen, pies que no andan y que
tiene que sr transportada a cuestas
En la
vida se nos presentan muchos problemas que empiezan a manifestarse desde la más
tierna infancia. Las rabietas con las que los niños nos obsequian cuando
quieren conseguir algo, enfermedades, relaciones tóxicas con los
compañeros y muchas otras contrariedades. El niño crece y entra en el mundo de
los adultos que está impregnado de mucha virulencia. En este mundo se encuentra
perdido. Desconoce a quien tiene que acudir en busca de consejo y los
consejeros no saben que decirle. Anda
perdido como si estuviese en medio de la selva. El hombre sin Dios a
pesar de que presume de poder valerse por sí mismo, a la hora de la verdad no
sabe qué hacer. Se rompe con la misma facilidad como se quiebra un jarrón de
porcelana. En estas condiciones la vida se ha convertido en una absurdidad. La
vida no vale la pena vivirla. La supuesta manera más fácil de salir del
atolladero es suicidarse. Que no lo es.
Al
final del túnel se ve una luz esperanzadora que es el resultado de la
predicación del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo que dice: “Yo soy la luz
del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la
vida” (Juan 8:12).
El
apóstol Pablo antes de creer en Cristo vivía inmerso en medio de espesas
tinieblas espirituales que le hacían descargar su desconcierto en los
cristianos. Cuando se convierte a Jesús se transforma en un ferviente
predicador de Jesús: la luz del mundo. ¡Oh lector, confía en el Señor! “Él es
tu auxilio y tu escudo” (Salmo 115: 9).
Si
alguna vez ha existido una persona que hubiese pensado en suicidarse ese tal
sujeto tendría que haber sido el apóstol Pablo. Así explica su azarosa vida
como cristiano: “En trabajos más abundante, en azotes sin número, en cárceles
más, en peligros de muerte muchas veces. de los judíos cinco veces he recibido
cuarenta azotes menos uno, una vez apedreado, tres veces ha padecido naufragio,
una noche y un día he estado como naufrago en el mar, en caminos muchas veces,
en peligros de ríos, peligros de desierto, peligros en el mar, peligros entre
falsos hermanos, en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, hambre y sed, en muchos ayunos, en frio y
desnudez, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las
iglesias” (2 Corintios 11: 23-27).
El
apóstol Pablo que no pretende aprovecharse del hecho de haberse convertido a
Cristo como puerta de escape de las tribulaciones, explica sin tapujos su
experiencia que es irrepetible pero que nos ayuda en nuestras tribulaciones:
“Ciertamente no me conviene gloriarme, pero vendrá a las visiones y
revelaciones del Señor. Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años
–si en el cuerpo no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé, Dios lo sabe), fue
arrebatado hasta el tercer cielo. Y conozco al tal hombre –si en el cuerpo, o
fuera del cuerpo, no lo sé, Dios lo sabe-, que fue arrebatado al paraíso, donde
oyó palabras inefables, que no le es dado al hombre expresar. De tal hombre me
gloriaré, pero de mí mismo en nada me gloriaré, sino en mis debilidades. Sin
embargo, si quisiera gloriarme, me sería insensato, pero lo dejo para que nadie
piense de mí más de lo que en mí ve, u oye de mí. Y para que la grandeza de las
revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne,
un mensajero de Satanás que me abofetee para que no me enaltezca sobremanera,
respecto a lo cual tres veces le he rogado al
Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: bástate mi gracia, porque mi
poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más
en mis debilidades, para que repose en mí el poder de Cristo. Por lo cual, por
amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en
persecuciones, en angustias, porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios
12: 1-10).
Se dice
que cuando alguien se suicida lo hace porque es un cobarde ¡Cuándo hay tantos
que están cansados de vivir porque la existencia les es tan adversa! Ven en el
suicidio el final del sufrimiento. La existencia no termina con la muerte del
cuerpo. La existencia sigue más allá del deceso con sus consecuencias eternas
de salvación o condenación. Si el lector está pensando en poner punto final a
su vida suicidándose como manera de poner remedio a su sufrimiento, piense que el apóstol Pablo dice que en la debilidad el
poder de Cristo se perfecciona. Si el
lector está pensando en el suicidio como medida para abandonar el sufrimiento
que padece, piense que en Cristo recibirá la fuerza necesaria para convertir el
desaliento en victoria.
Octavi Pereña Cortina
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