2 CRÓNICAS 16: 12
“Asa
enfermó gravemente de los pies, y en su enfermedad no buscó al Señor, sino a
los médicos”
El texto que comentamos ¿significa que
los cristianos no tenemos que utilizar la ciencia de los médicos para curar
nuestras enfermedades? Existen sectores cristianos que eso enseñan. En la
Biblia no aparece esta doctrina. Cierto es que la Biblia enseña que se tiene
que orar por los enfermos. Tampoco que la oración intercesora no pueda ir
acompañada de la colaboración del médico.
Si analizamos atentamente el texto que
comentamos descubriremos que no dice nada en contra de los médicos. Dice que en
la enfermedad el rey Asa no confió en el Señor. Toda su confianza la puso en
los médicos. Sí, lector, la vida y la muerte están en las manos de Dios. Cuando
la cuenta de nuestros días llega al final, los errores o supuestos errores de
los médicos decimos que son culpables de la muerte del enfermo, cumplen la
voluntad de Dios. El error o supuesto error del facultativo colabora en que se
cumpla la voluntad de Dios. No nos desviemos del propósito de este comentario.
No tenemos que depender exclusivamente de la pericia del médico. Tenemos que
pedirle al Señor que cure nuestra dolencia. Siempre acompañando la solicitud
con un “se haga conforme a Tú voluntad”.
Cuando con fe decimos: “se haga conforme
a Tú voluntad”, afirmamos creer lo que dice el Padrenuestro: “Hágase tu voluntad, como en el cielo,
también en la tierra” (Mateo 6: 10). Marcos en su evangelio narra la
experiencia de una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía 12 años: “y había sufrido mucho de muchos médicos, y
gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, cuando
oyó hablar de Jesús, a escondidas tocó su manto, enseguida la fuente de su
sangre se secó” (Marcos 5: 25-34). No todas las enfermedades crónicas se
curan por la fe en Jesús. Pero la paz del Señor que supera al conocimiento
humano acompañará en el dolor de quienes creen en Él.
El apóstol Pablo escribiendo a su
discípulo Timoteo que sufría frecuentes dolores estomacales, le receta un
remedio casero: “Ya no bebas agua, sino
ingiere un poco de vino por causa de tu estómago, y de tus frecuentes
enfermedades” (1 Timoteo 5: 23).
Desde el siglo I de nuestra Era hasta el
día de hoy la ciencia médica ha hecho progresos maravillosos. Curar
enfermedades es un don que Dios conceda quien le parece bien darlo. Vemos la mano de Dios en la ciencia del médico. Orar por la curación,
sí. Confiar en el médico para que cure nuestras dolencias, también. Sin dudar
lo más mínimo dejemos el resultado en las manos de Dios. Nuestro Padre
celestial conoce al dedillo lo que más nos conviene antes de que le digamos: “Sea hecha tu voluntad como en el cielo, así
también en la tierra” Mateo 6: 10). Aceptar que se haga la voluntad de Dios
en la enfermedad, le sigue una paz que excede a la comprensión humana.
GÈNESIS 42: 21
“Y
decían el uno al otro: verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues
vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le escuchamos, por esto ha
venido sobre nosotros esta angustia”
Los hermanos de José lo venden a unos
mercaderes madianitas que a su vez lo revenden en Egipto a Putifar, un
funcionario del faraón. En su momento José interpreta al faraón el sueño que le
angustiaba. Los siete años del sueño que José interpreta como siete años de
hambruna han comenzado a hacer estragos.
Jacob, padre de José, envía a sus hijos que habían vendido a José como
esclavo a Egipto a comprar alimentos.
José, hijo de Jacob que fue vendido como
esclavo a unos mercaderes madianitas, es enaltecido a primer visir en la corte
del faraón y responsable de la distribución de los alimentos que durante los
siete años de gran abundancia se almacenaron para resistir los siete de
hambruna que les seguirían. Jacob el padre de José envía a sus otros hijos a
Egipto para comprar los alimentos que necesitaban. Al llegar a Egipto se
presentan ante su hermano, pero no lo reconocen. José sí que los reconoció.
Pero no se da a conocer a ellos. José los acusa de ser espías. Les pide que
traigan a su hermano pequeño para que pueda verificar que no son espías. Es durante esta confrontación cuando los
hermanos de José dicen las palabras del texto que sirve de base a esta
reflexión, De alguna manera Dios utilizó las palabras acusadoras de José hacia
sus hermanos para despertar en ellos el sentimiento de culpabilidad por haber
tratado a su hermano de la manera como lo hicieron: “pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le
escuchamos, por esto ha venido sobre nosotros esta angustia”
“Perdonad
y seréis perdonados” (Lucas 6: 37). Estas
palabras sacadas del contexto general de la Biblia que enseña que la salvación
es por pura gracia de Dios por la fe en
Jesucristo, confunden y nos hace creer que si no perdonas a nuestros enemigos
Dios no nos perdonará. Pero sí, perdonar a alguien que no haya ofendido trae
consigo una gran bendición porque no diluye la experiencia de la paz de Dios.
Si la persona perdonada sigue en sus trece continua estando muerta en sus
delitos y pecados, pues el hecho de ser perdonada por su ofensor no aporta
gracia. Aún la hunde más en su pecado porque considera que la persona que la ha
perdonado es un imbécil. La persona que vive sin Dios y sin esperanza en este mundo no entiende qué significa para
el verdadero cristiano que la haya perdonado. El perdón del cristiano refleja
el carácter de Jesús que sufriendo estando clavado en la cruz, se dirigió a su
Padre, diciéndole. “Padre, perdónalos
porque no saben lo que hacen”.
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