diumenge, 19 de gener del 2025

 

2 CRÓNICAS 16: 12

“Asa enfermó gravemente de los pies, y en su enfermedad no buscó al Señor, sino a los médicos”

El texto que comentamos ¿significa que los cristianos no tenemos que utilizar la ciencia de los médicos para curar nuestras enfermedades? Existen sectores cristianos que eso enseñan. En la Biblia no aparece esta doctrina. Cierto es que la Biblia enseña que se tiene que orar por los enfermos. Tampoco que la oración intercesora no pueda ir acompañada de la colaboración del médico.

Si analizamos atentamente el texto que comentamos descubriremos que no dice nada en contra de los médicos. Dice que en la enfermedad el rey Asa no confió en el Señor. Toda su confianza la puso en los médicos. Sí, lector, la vida y la muerte están en las manos de Dios. Cuando la cuenta de nuestros días llega al final, los errores o supuestos errores de los médicos decimos que son culpables de la muerte del enfermo, cumplen la voluntad de Dios. El error o supuesto error del facultativo colabora en que se cumpla la voluntad de Dios. No nos desviemos del propósito de este comentario. No tenemos que depender exclusivamente de la pericia del médico. Tenemos que pedirle al Señor que cure nuestra dolencia. Siempre acompañando la solicitud con un “se haga conforme a Tú voluntad”. Cuando con fe decimos: “se haga conforme a Tú voluntad”, afirmamos creer lo que dice el Padrenuestro: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, también en la tierra” (Mateo 6: 10). Marcos en su evangelio narra la experiencia de una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía 12 años: “y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, cuando oyó hablar de Jesús, a escondidas tocó su manto, enseguida la fuente de su sangre se secó” (Marcos 5: 25-34). No todas las enfermedades crónicas se curan por la fe en Jesús. Pero la paz del Señor que supera al conocimiento humano acompañará en el dolor de quienes creen en Él.

El apóstol Pablo escribiendo a su discípulo Timoteo que sufría frecuentes dolores estomacales, le receta un remedio casero: “Ya no bebas agua, sino ingiere un poco de vino por causa de tu estómago, y de tus frecuentes enfermedades” (1 Timoteo 5: 23).

Desde el siglo I de nuestra Era hasta el día de hoy la ciencia médica ha hecho progresos maravillosos. Curar enfermedades es un don que Dios conceda quien le parece bien darlo. Vemos  la mano de Dios en  la ciencia del médico. Orar por la curación, sí. Confiar en el médico para que cure nuestras dolencias, también. Sin dudar lo más mínimo dejemos el resultado en las manos de Dios. Nuestro Padre celestial conoce al dedillo lo que más nos conviene antes de que le digamos: “Sea hecha tu voluntad como en el cielo, así también en la tierra” Mateo 6: 10). Aceptar que se haga la voluntad de Dios en la enfermedad, le sigue una paz que excede a la comprensión humana. 

GÈNESIS 42: 21

“Y decían el uno al otro: verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le escuchamos, por esto ha venido sobre nosotros esta angustia”

Los hermanos de José lo venden a unos mercaderes madianitas que a su vez lo revenden en Egipto a Putifar, un funcionario del faraón. En su momento José interpreta al faraón el sueño que le angustiaba. Los siete años del sueño que José interpreta como siete años de hambruna han comenzado a hacer estragos.  Jacob, padre de José, envía a sus hijos que habían vendido a José como esclavo a Egipto a comprar alimentos.

José, hijo de Jacob que fue vendido como esclavo a unos mercaderes madianitas, es enaltecido a primer visir en la corte del faraón y responsable de la distribución de los alimentos que durante los siete años de gran abundancia se almacenaron para resistir los siete de hambruna que les seguirían. Jacob el padre de José envía a sus otros hijos a Egipto para comprar los alimentos que necesitaban. Al llegar a Egipto se presentan ante su hermano, pero no lo reconocen. José sí que los reconoció. Pero no se da a conocer a ellos. José los acusa de ser espías. Les pide que traigan a su hermano pequeño para que pueda verificar que no son espías.  Es durante esta confrontación cuando los hermanos de José dicen las palabras del texto que sirve de base a esta reflexión, De alguna manera Dios utilizó las palabras acusadoras de José hacia sus hermanos para despertar en ellos el sentimiento de culpabilidad por haber tratado a su hermano de la manera como lo hicieron: “pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le escuchamos, por esto ha venido sobre nosotros esta angustia”

“Perdonad y seréis perdonados” (Lucas 6: 37). Estas palabras sacadas del contexto general de la Biblia que enseña que la salvación es por pura  gracia de Dios por la fe en Jesucristo, confunden y nos hace creer que si no perdonas a nuestros enemigos Dios no nos perdonará. Pero sí, perdonar a alguien que no haya ofendido trae consigo una gran bendición porque no diluye la experiencia de la paz de Dios. Si la persona perdonada sigue en sus trece continua estando muerta en sus delitos y pecados, pues el hecho de ser perdonada por su ofensor no aporta gracia. Aún la hunde más en su pecado porque considera que la persona que la ha perdonado es un imbécil. La persona que vive sin Dios y sin esperanza  en este mundo no entiende qué significa para el verdadero cristiano que la haya perdonado. El perdón del cristiano refleja el carácter de Jesús que sufriendo estando clavado en la cruz, se dirigió a su Padre, diciéndole. “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.

 

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