GÉNESIS 39: 21
“Pero el Señor estaba con José y le extendió
su misericordia, y le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel”
Cuando
nos encontramos en situaciones adversas de larga duración, aun cuando no
creamos en Dios, levantamos en alto nuestros puños y airados pidiéndole explicaciones. Cuando un incrédulo sufre, en
parte se debe a que Dios le castiga por
sus pecados con el propósito que reflexione y se vuelva a Él.
En el
caso de José que comentamos se trata de un adolescente de diecisiete años, que
sus hermanos por envidia lo vendieron como esclavo a unos mercaderes madianitas
que a su vez lo revendieron a Potifar, un funcionario de Faraón.
José,
parece ser que poseía atractivo físico lo cual atrajo la atención de la esposa
de Potifar. José se resiste a las
seducciones de la esposa infiel. La oportunidad se le presentó a la mujer
cuando estando solos en la casa José y la mujer. Ésta se abalanzó sobre él. El
joven salió corriendo dejando en manos de la mujer su túnica. Cuando el marido
regresa a casa, la mujer que se siente despreciada le muestra la túnica de José
y le acusa de intento de violarla. El marido que se siente ultrajado, cegado
por el odio, sin peguntar a José qué había ocurrido, lo envía de patitas a la
cárcel.
Han
transcurrido unos quince años desde que José fue vendido por sus hermanos a los
mercaderes madianitas. Potifar observó que el “Señor estaba con él” (v. 3). El texto deja entrever que José
disfrutaba de una cierta libertad y bienestar. Pero seguía siendo un esclavo
considerado como objeto, no como persona. La maldad de una mujer infiel a su
marido lo lanzó a las profundidades de un insano calabozo. A pesar que “el Señor estaba con José, y le extendió su
misericordia, y le dio gracia a los ojos del jefe de la cárcel” (v. 21), José
seguía siendo un esclavo desprovisto de todo derecho.
Dos
sirvientes del Faraón son encarcelados. Ambos sueñan.
José que había recibido de Dios el don de interpretar sueños interpreta los
sueños de sus compañeros. Uno es absuelto y el otro condenado a muerte. Al que
se le perdona, José le dice: “Acuérdate,
pues de mí, cuando tengas ese bien, y te ruego que uses conmigo de
misericordia, y hagas mención de mí a faraón, y me saques de esta casa”
(40: 14). No todo el monte es orégano. Existe mucha crueldad.
Quince
años de esclavitud. ¿Con qué finalidad? José tenía que interpretar el sueño del
faraón, que le llevaría a ser la persona de mayor autoridad de Egipto después
del faraón. Tenía que hacer venir a su familia para establecerse en Egipto para
no perecer de hambre y así convertirse
en un pueblo muy numeroso. Después de tres
cientos años de esclavitud Dios los sacaría de Egipto con mano fuerte.
Los sufrimientos son dañinos pero esconden bendiciones que en los momentos
sufrirlos ignoramos.
PROVERBIOS 15: 30
“La luz de los ojos alegra el corazón, y la
buena nueva conforta los huesos”
Tenemos
que tener presente que el texto que comentamos es poesía y que los poetas
utilizan símbolos para expresar sus sentimientos. Analizaremos el texto a la
luz que desprende Mateo 5: 22, 23: “La
lámpara del cuerpo es el ojo, así que si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz, pero si tu ojo es
maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que hay en ti
es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?
¿Quién
gobierna nuestro corazón? Por nacimiento natural Satanás que es el príncipe de
las tinieblas. No debería extrañarnos, pues, que sean tantas las personas que
tienen ojos malignos y que sus cuerpos estén envueltos de espesas tinieblas.
Fruto de nacer de nuevo como hijos de Dios en adopción, el ojo maligno se
convierte en bueno y, por lo tanto, “todo
nuestro cuerpo estará lleno de luz”.
Examínese
el lector sin prejuicios y pídale al Señor que cambie tu ojo maligno que llena
tu cuerpo de tinieblas, por uno de bueno para que tu cuerpo esté lleno de luz.
Como ya hemos dicho, por nacimiento natural todos nacemos siendo hijos del
diablo, siendo ciudadanos de su reino de las tinieblas. Jesús nos dice: “Si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas
dádivas a vuestros hijos” (Mateo 7: 11). El hecho de contemplar como los
impíos hacen algunas obras buenas no presupone que su bondad sea inmaculada.
Todos sin excepción somos pecadores. El error de considerarnos buenas personas
tiene consecuencias eternas catastróficas pues nos hace pensar que no
necesitamos al Salvador. Sin Él, nuestro destino eterno es la condenación en el
infierno.
“Por lo cual como dice el Espíritu Santo: Si
oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 3: 7, 8). Quiera el
Señor que la luz que hay en tus ojos sea la que alegre tu corazón, la que haga
desaparecer de tus ojos la tristeza que lo anubla. Y así, puedas prestar atención a la buena noticia
que Jesús vino a salvar a los pecadores de entre los cuales tú eres uno de
ellos y, conforte tus ojos rejuveneciéndote con la esperanza que no se
marchita. Lector, hoy tienes la posibilidad de creer en Jesús y recibir el
perdón de tus pecados. Mañana esta posibilidad ya no la tengas. La demora puede
ser fatal.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada