diumenge, 3 de novembre del 2024

 

GÉNESIS 39: 21

“Pero el Señor estaba con José y le extendió su misericordia, y le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel”

Cuando nos encontramos en situaciones adversas de larga duración, aun cuando no creamos en Dios, levantamos en alto nuestros puños y airados pidiéndole  explicaciones. Cuando un incrédulo sufre, en parte se debe a que Dios le  castiga por sus pecados con el propósito que reflexione y se vuelva a Él.

En el caso de José que comentamos se trata de un adolescente de diecisiete años, que sus hermanos por envidia lo vendieron como esclavo a unos mercaderes madianitas que a su vez lo revendieron a Potifar, un funcionario de Faraón.

José, parece ser que poseía atractivo físico lo cual atrajo la atención de la esposa de Potifar. José se resiste  a las seducciones de la esposa infiel. La oportunidad se le presentó a la mujer cuando estando solos en la casa José y la mujer. Ésta se abalanzó sobre él. El joven salió corriendo dejando en manos de la mujer su túnica. Cuando el marido regresa a casa, la mujer que se siente despreciada le muestra la túnica de José y le acusa de intento de violarla. El marido que se siente ultrajado, cegado por el odio, sin peguntar a José qué había ocurrido, lo envía de patitas a la cárcel.

Han transcurrido unos quince años desde que José fue vendido por sus hermanos a los mercaderes madianitas. Potifar observó que el “Señor estaba con él” (v. 3). El texto deja entrever que José disfrutaba de una cierta libertad y bienestar. Pero seguía siendo un esclavo considerado como objeto, no como persona. La maldad de una mujer infiel a su marido lo lanzó a las profundidades de un insano calabozo. A pesar que “el Señor estaba con José, y le extendió su misericordia, y le dio gracia a los ojos del jefe de la cárcel” (v. 21), José seguía siendo un esclavo desprovisto de todo derecho.

Dos sirvientes  del Faraón son encarcelados. Ambos sueñan. José que había recibido de Dios el don de interpretar sueños interpreta los sueños de sus compañeros. Uno es absuelto y el otro condenado a muerte. Al que se le perdona, José le dice: “Acuérdate, pues de mí, cuando tengas ese bien, y te ruego que uses conmigo de misericordia, y hagas mención de mí a faraón, y me saques de esta casa” (40: 14). No todo el monte es orégano. Existe mucha crueldad.

Quince años de esclavitud. ¿Con qué finalidad? José tenía que interpretar el sueño del faraón, que le llevaría a ser la persona de mayor autoridad de Egipto después del faraón. Tenía que hacer venir a su familia para establecerse en Egipto para no perecer de hambre y así  convertirse en un pueblo muy numeroso. Después de tres  cientos años de esclavitud Dios los sacaría de Egipto con mano fuerte. Los sufrimientos son dañinos pero esconden bendiciones que en los momentos sufrirlos ignoramos.


 

PROVERBIOS  15: 30

 

“La luz de los ojos alegra el corazón, y la buena nueva conforta los huesos”

Tenemos que tener presente que el texto que comentamos es poesía y que los poetas utilizan símbolos para expresar sus sentimientos. Analizaremos el texto a la luz que desprende Mateo 5: 22, 23: “La lámpara del cuerpo es el ojo, así que si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz, pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que hay en ti es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?

¿Quién gobierna nuestro corazón? Por nacimiento natural Satanás que es el príncipe de las tinieblas. No debería extrañarnos, pues, que sean tantas las personas que tienen ojos malignos y que sus cuerpos estén envueltos de espesas tinieblas. Fruto de nacer de nuevo como hijos de Dios en adopción, el ojo maligno se convierte en bueno y, por lo tanto, “todo nuestro cuerpo estará lleno de luz”.

Examínese el lector sin prejuicios y pídale al Señor que cambie tu ojo maligno que llena tu cuerpo de tinieblas, por uno de bueno para que tu cuerpo esté lleno de luz. Como ya hemos dicho, por nacimiento natural todos nacemos siendo hijos del diablo, siendo ciudadanos de su reino de las tinieblas. Jesús nos dice: “Si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos” (Mateo 7: 11). El hecho de contemplar como los impíos hacen algunas obras buenas no presupone que su bondad sea inmaculada. Todos sin excepción somos pecadores. El error de considerarnos buenas personas tiene consecuencias eternas catastróficas pues nos hace pensar que no necesitamos al Salvador. Sin Él, nuestro destino eterno es la condenación en el infierno.

“Por lo cual como dice el Espíritu Santo: Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 3: 7, 8). Quiera el Señor que la luz que hay en tus ojos sea la que alegre tu corazón, la que haga desaparecer de tus ojos la tristeza que lo anubla. Y así,  puedas prestar atención a la buena noticia que Jesús vino a salvar a los pecadores de entre los cuales tú eres uno de ellos y, conforte tus ojos rejuveneciéndote con la esperanza que no se marchita. Lector, hoy tienes la posibilidad de creer en Jesús y recibir el perdón de tus pecados. Mañana esta posibilidad ya no la tengas. La demora puede ser fatal.

 

 

 

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