dissabte, 9 de novembre del 2024

 

PELOTA DE ORO A LA HUMILDAD

Tanto Florentino Pérez como Vinícius se han comportado como niños malcriados que al no conseguir lo que quieren patalean y gritan. No me junto contigo es lo único que saben decir.

Un texto de prensa esclarece porqué  por qué Vinícius y Florentino han perdido el partido que tendría que haberles otorgado el premio de la Pelota de Oro: “Es posible que, ciegos de arrogancia, no lo vean. De hecho, la indignación de no verse ganadores de la Pelota de Oro lo explique todo: El problema ha sido que el Real Madrid (y por extensión al madridismo mediático) se había concedido el premio a sí mismo hace semanas con la soberbia de los que niegan incluso la existencia  del otro, y el otro existe. Y se dice Rodri. Y lo han votado a él. Mala suerte” (Juan José Pallàs).

La noticia Venícius y compañía nos lleva a la parábola: Los convidados a bodas que Jesús narró al ver como “los convidados escogían las primeras sillas de la mesa, les refirió una parábola: Cuando seas convidado por alguien a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido que tú esté convidado por él, y viendo el que te ha convidado a ti y a él, te diga: Da lugar a éste, y entonces comiences con vergüenza a ocupar el último lugar” (Lucas 14: 7-9).

André Conte escribió: “Toda soberbia por definición es injusta: Sin justicia hacia los otros, y sin justicia hacia sí mismo. No es nada más que trampa del amor propio”. “He aquí cuya alma no es recta, se enorgullece” (Habacuc 2: 4a).

Para desmentir que la humildad es la marca de los perdedores, la parábola de los convidados a bodas sigue diciendo: “Mas cuando seas convidado, ve y siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba, entonces tendrás gloria delante de los que se sientan contigo en la mesa. Porque cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”  (vv. 10, 11).


 

DEUTERONOMIO 4: 15, 16

“Guardad, pues, mucho vuestras almas, pues ninguna figura visteis el día que el Señor habló con vosotros de medio del fuego, para que no os corrompáis, y hagáis para vosotros escultura, imagen de figura alguna, efigie de varón o hembra”

La idolatría es la manera de materializar al Dios Invisible. El texto que comentamos es una advertencia para que no nos convirtamos en idólatras. A pesar que los defensores  de los ídolos dicen que no adoran las imágenes sino lo que representan, el texto que comentamos lo dice con toda claridad: “Guardad, pues, mucho vuestras almas, pues ninguna figura visteis el día que el Señor habló con vosotros de medio del fuego, para que no os corrompáis, y hagáis para vosotros escultura, imagen de figura alguna, efigie de varón o hembra”. Es necesario destacar: “para que no os corrompáis”. Los idólatras a pesar de que digan que no adoran a las imágenes, si lo que representan, el texto dice que se corrompen. ¿Qué significa corromper? Alterar alguna cosa, echar a perder, pudrir. La idolatría, piénsese de ella lo que se quiera: altera, echa a perder y pudre, rompe la relación con Dios que es espiritual y que no necesita ningún medio material para tenerla.

El mandamiento dice: “Amarás a Dios sobre todas las cosas”. Dios como Soberano absoluto  y Salvador ha estipulado las reglas que tienen que observarse a la hora de rendirle adoración. Castiga con dureza a quienes añaden o quitan algo a su Ley y así lo enseñen.

“Guardad, pues, mucho a vuestras almas”. Deseando ser más sabios que Dios nos convertimos en chapuceros. La obediencia a Dios es el principio de la sabiduría. Eva hizo caso a las mentiras que Satanás le susurraba al oído y la consecuencia de su desobediencia trajo desgracia a la humanidad. Se podrá decir que no es justo. Patalearemos en señal de protesta. La Ley de Dios es eterna y el Señor sigue sentado en su trono administrando justicia como Rey de reyes y Señor de señores. Su Ley es inalterable.

No somos máquinas automatizadas. Somos personas dotadas de libre albedrio que podemos utilizar para nuestro bien o para nuestro mal. Hoy el lector tiene la oportunidad de escoger a quien servir: A Dios para vida eterna o a Satanás para condenación también eterna. No habrá lugar para las excusas a la hora de presentarse ante el tribunal de Cristo.

 

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