LA GUERRA TIENE SENTIDO
“Mejor es la sabiduría que las armas de
guerra, pero un pecador destruye mucho bien” (Eclesiastés 9: 18)
En uno
de sus apuntes al natural JL Martin se refiere a la guerra. En la
parte alta de la viñeta y a su izquierda un breve texto: “Oriente Medio”.
Debajo del texto múltiples estallidos de bombas. A la derecha y en la parte
alta del dibujo una nube oscura acompañada de un corto texto: “Dios habla”.
Dentro de la nube oscura otro texto: “Muchos elevan oraciones para la paz pero
no las oye por las explosiones”.
“¡Ay
guerra! Me pregunto si es necesario que las personas civilizadas se dediquen a
la guerra. No solo te digo que no es necesaria, sino que nunca será necesaria,
y que siempre, no solo en algunas ocasiones, destruye el desarrollo normal de
la humanidad, destruye la justicia y para el progreso” (Galton Mohk).
“La
guerra es una matanza de personas que no se conocen, en provecho de personas
que sí se conocen pero que no se matan” (Paul
Valeri).
“Si un
caníbal utiliza el tenedor y el cuchillo para comer, ¿es progreso? Hoy o mañana
unos caníbales que comen con tenedor y cuchillo bombardean mi ciudad en nombre
de la libertad y la democracia, ¿es civilización?” (Anónimo).
Se
podría alargar hasta el infinito la lista de citas que tratan la guerra. Como
escribe el profeta Isaías: “Pero los impíos son como el mar en tempestad, que
no puede estarse quieto, y sus agua arrojan cieno y lodo. No hay paz, dijo mi
Dios, para los impíos” (57: 20, 21).
Por
mucho que se repita hasta la saciedad que se tiene que tener memoria histórica
para que el pasado luctuoso no se repita, lo cierto es que no aprenden la
lección. “Os trastorné como cuando Dios trastornó a Sodoma y a Gomorra, y
fuisteis como tizón escapado del fuego, mas no os volvisteis a mí, dice el
Señor” (Amós 4: 11). A pesar de las advertencias muchos son quienes no hacen
caso a Dios. Ahora bien, a menudo se
encuentra un tizón que se escapa del fuego. Basándose en esta esperanza los
cristianos atienden al mandato de Jesús
de proclamar el mensaje de salvación sin discriminar a nadie.
Según
el profeta Isaías no es el estallido de las bombas lo que impide a Dios
escuchar las súplicas que le hacen los hombres pidiéndole la paz: “He aquí que
no se ha acortado la mano del Señor para salvar, ni se ha agravado su oído para
oír, pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro
Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír.
Porque vuestras manos están contaminadas con sangre, y vuestros dedos de
iniquidad. Vuestros labios pronuncian mentira, habla maldad vuestra lengua. No
hay quien clame por la justicia, ni quien juzgue por la verdad, confían en
vanidad, y hablan vanidades, conciben maldades, y dan a luz iniquidad. Incuban
huevos de áspides, y tejen telas de arañas, el que come de sus huevos morirá, y
si los aprietan saldrán víboras…No
conocieron camino de paz, ni hay justicia en sus caminos, sus veredas están
torcidas, cualquiera que por ellas camine, no conocerá paz…Y vendrá el Redentor
a Sión, y a los que se vuelvan de la iniquidad en Jacob, dice el Señor, y este
será mi pacto con ellos, dijo el Señor: Mi Espíritu que está sobre ti, y mis palabras que puse en
tu boca, no faltarán en tu boca, ni de la boca de tus hijos, ni de la boca de
los hijos de tus hijos, dijo el Señor, desde ahora y para siempre…Levántate,
resplandece, porque ha venido tu luz, y la gloria del Señor ha nacido sobre ti”
(Isaías 59: 1-4, 8, 9, 20,21; 60: 1).
¡Cuán
equivocado estuvo el general Douglas Mac Arthur cuando después de la rendición
del Japón, el 2/09/1945, a bordo del crucero Missouri dijo entre otras cosas:
“Conciudadanos hoy callan las armas. Ha finalizado una gran tragedia. Se ha
ganado una gran victoria. Los cielos ya no hacen llover muerte. Los mares
servirán solamente para el comercio. Por todas las partes los hombres andarán
derechos a la luz del sol. Todo el mundo estará en una paz completa”. Desde el
1945 hasta nuestros días las guerras se han multiplicado y las armas más
mortíferas. Las guerras no se han acabado ni se acabarán.
Jesús
sentado en el monte de los Olivos, entre otras cosas dijo a sus discípulos: “Y
oiréis de guerras y rumores de guerras, mirad que no os turbéis, porque es
necesario que todo esto acontezca, pero aún no es el fin. Porque se levantará
nación contra nación, y reino contra reino, y habrá pestes y hambres, y
terremotos en distintos lugares. Y todo esto será principio de dolores” (Mateo
24: 6-8).
Retrocedamos
en el tiempo y detengámonos en el libro del profeta Daniel y quedémonos en el
extraño sueño que tuvo el rey Nabucodonosor. Si prestamos atención aprenderemos
una gran lección que nos dará tranquilidad en los zozobrosos tiempos que nos
toca vivir. El rey no recordó el sueño pero le inquietó. A toda costa quiso
recuperarlo. Convocó a brujos, magos, y astrólogos para que le recuperasen el
sueño. Todo fue inútil. Finalmente, Daniel compareció ante el monarca y le dijo
que lo que había visto en el sueño fue una estatua colosal que tenía la cabeza
de oro puro, el pecho y los brazos de plata, el vientre y los muslos de bronce,
las piernas de hierro, y los pies en parte de hierro y en parte de arcilla.
Mientras Nabucodonosor contemplaba en el sueño la extraña escultura vio “que
una piedra fue cortada no con mano, y golpeó a la imagen en sus pies de hierro
y de barro cocido, y los desmenuzó” (Daniel 2: 34). La estatua se hizo
añicos. La interpretación que Daniel da
el sueño es que empezando por la cabeza de oro que es Nabucodonosor le
sucederán nuevos imperios: “Y en los días de estos reyes el Dios del cielo
levantará un reino que no será jamás destruido, ni será dejado a otro pueblo. Desmenuzará y consumirá a todos estos
reinos” (2: 44). La fecha del cumplimiento de la profecía es incierta. Por esto
Jesús aconseja a sus discípulos. “Por tanto, también vosotros estad preparados,
porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no penáis” (Mateo 24: 44). Los
hijos de la luz siempre preparados esperando la implantación del reino de Dios
eterno.
Octavi Pereña Cortina
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