SALM 123: 1
“A ti alcé mis ojos, a ti que estás en los
cielos”
¿Cómo
tienen que ser las oraciones según dice Santiago?: “Pero pida con fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a
la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.
No piense, pues, quien tal haga, que recibirá alguna cosa del Señor (1: 6,
7). El salmista para demostrar que su alzar sus ojos a Dios que está en los
cielos no es parecido a la ola del mar que es arrastrada por el viento de un
lugar a otro, lo hace escribiendo: “He
aquí, como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores, y como los
ojos de la sierva a la mano de su señora”. Hemos de entender la condición
de los esclavos en aquella época. Eran tratados peor que a los animales. El
trato que recibían dependía del humor con que se despertaba el señor o la
señora. Es decir sus amos. Es por eso que tenían puestos sus ojos en sus dueños
para descubrir cómo sería el día.
El
salmista sigue escribiendo: “Así nuestros
ojos miran al Señor nuestro Dios, hasta que tenga misericordia de nosotros”
(v. 2). La fe del salmista es la misma que tuvo Jacob que “luchó con él un Varón hasta que rayó el alba”. Jacob no abandonó
la lucha hasta que aquel Varón “lo
bendijo allí” (Génesis 32: 22-31). Una fe firme como la de Jacob no se
obtiene poseyendo una fe parecida a las olas del mar que son zarandeadas por el
viento. Los vientos huracanados y las aguas torrenciales que nos golpean con
fuerza, si tenemos los pies firmes sobre la roca no nos zarandearán ni n os
derribarán. Es así como podremos asemejarnos a Jacob que no abandonó la lucha
hasta que el Señor le bendijo.
Satanás
pretende debilitar nuestra fe zarandeándonos de mil maneras. Se equivoca porque
los medios que utiliza para destruir Dios los emplea para fortalecer la fe del
creyente en Cristo. El salmo que comentamos describe la lucha sin cuartel a la
que se enfrenta el creyente en Cristo con estas palabras: “Ten misericordia de nosotros, oh Señor, ten misericordia de nosotros,
porque estamos muy hastiados de menosprecio. Hastiada está nuestra alma del
escarnio de los que están en holgura, y del menosprecio de los soberbios”.
MATEO 4: 3, 4
“Y vino el tentador, y le dijo: Si eres Hijo
de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. Él respondió y dijo:
Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de
la boca de Dios”
Después
de haber sido bautizado por Juan el Bautista en el Jordán, Jesús entra en la
esfera pública que le llevará a morir en la cruz para ocupar el lugar que nos
correspondía a nosotros. Limpiando así
nuestros pecados y dándonos la vida eterna. En el bautismo Jesús se identifica
con nosotros: “Quien llevó Él mismo
nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros estando
muertos a los pecados, vivamos a la
justicia, y por cuya herida fuisteis sanados. Porque vosotros eráis como ovejas
descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas” (1
Pedro 2: 24, 25).
Jesús
después de bautizarse “y después de haber ayunado cuarenta días, tuvo
hambre” (v. 1). Es lógico que así fuese porque el cuerpo de Jesús no era un
cuerpo espiritual como el que tendremos en la resurrección, sino uno de carne y huesos como lo es el nuestro.
Nosotros pertenecemos a una sociedad opulenta que, a pesar de la miseria
existente se lanzan al estercolero miles de toneladas de alimentos. A nosotros
Satanás no nos pide que convirtamos
piedras en pan porque sabe que no lo podemos hacer. Pero sabe
perfectamente que nuestras almas están hambrientas del Pan que da vida eterna a
los hombres. No nos ofrece a Jesús que es el Pan que da vida. Nos ofrece
materialismo que satisface a nuestra
sensualidad, pero no al alma. El materialismo que ofrece Satanás calma
momentáneamente nuestra sensualidad. Necesitamos una dosis más fuerte de
materialismo para conseguir los mismos resultados. El precio de satisfacer la
sensualidad cada vez es más alto. El pan que nos ofrece el diablo es como agua
salada que intensifica la sed.
La
respuesta que Jesús da al diablo cuando le pide que convierta las piedras en
pan se merece que le prestemos atención: “Escrito
está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca
de Dios” v. 4). Satanás no se rinde fácilmente y se nos acerca con nuevas
tentaciones cada vez más sofisticadas de
las que desgraciadamente muy a menudo sale victorioso. Si le damos conversación
nos vencerá como lo hizo con Eva. Jesús en vez de dialogar con él, le dice
categóricamente: “Vete Satanás, porque
escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a Él solo servirás” (v. 10).
El
mundo está controlado por Satanás porque es el príncipe de este mundo. Así nos
van las cosas: de mal a peor. Quiera el Señor que esta reflexión sirva para que
el lector levante ojos hacia el cielo y le pida al Todopoderoso: “Ten piedad de mí que soy un pecador”.
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