diumenge, 27 d’octubre del 2024

 

SALM 123: 1

“A ti alcé mis ojos, a ti que estás en los cielos”

¿Cómo tienen que ser las oraciones según dice Santiago?: “Pero pida con fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá alguna cosa del Señor (1: 6, 7). El salmista para demostrar que su alzar sus ojos a Dios que está en los cielos no es parecido a la ola del mar que es arrastrada por el viento de un lugar a otro, lo hace escribiendo: “He aquí, como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores, y como los ojos de la sierva a la mano de su señora”. Hemos de entender la condición de los esclavos en aquella época. Eran tratados peor que a los animales. El trato que recibían dependía del humor con que se despertaba el señor o la señora. Es decir sus amos. Es por eso que tenían puestos sus ojos en sus dueños para descubrir cómo sería el día.

El salmista sigue escribiendo: “Así nuestros ojos miran al Señor nuestro Dios, hasta que tenga misericordia de nosotros” (v. 2). La fe del salmista es la misma que tuvo Jacob que “luchó con él un Varón hasta que rayó el alba”. Jacob no abandonó la lucha hasta que aquel Varón “lo bendijo allí” (Génesis 32: 22-31). Una fe firme como la de Jacob no se obtiene poseyendo una fe parecida a las olas del mar que son zarandeadas por el viento. Los vientos huracanados y las aguas torrenciales que nos golpean con fuerza, si tenemos los pies firmes sobre la roca no nos zarandearán ni n os derribarán. Es así como podremos asemejarnos a Jacob que no abandonó la lucha hasta que el Señor le bendijo.

Satanás pretende debilitar nuestra fe zarandeándonos de mil maneras. Se equivoca porque los medios que utiliza para destruir Dios los emplea para fortalecer la fe del creyente en Cristo. El salmo que comentamos describe la lucha sin cuartel a la que se enfrenta el creyente en Cristo con estas palabras: “Ten misericordia de nosotros, oh Señor, ten misericordia de nosotros, porque estamos muy hastiados de menosprecio. Hastiada está nuestra alma del escarnio de los que están en holgura, y del menosprecio de los soberbios”.


 

MATEO 4: 3, 4

“Y vino el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. Él respondió y dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”

Después de haber sido bautizado por Juan el Bautista en el Jordán, Jesús entra en la esfera pública que le llevará a morir en la cruz para ocupar el lugar que nos correspondía  a nosotros. Limpiando así nuestros pecados y dándonos la vida eterna. En el bautismo Jesús se identifica con nosotros: “Quien llevó Él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros estando muertos a los  pecados, vivamos a la justicia, y por cuya herida fuisteis sanados. Porque vosotros eráis como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas” (1 Pedro 2: 24, 25).

Jesús después de bautizarse “y  después de haber ayunado cuarenta días, tuvo hambre” (v. 1). Es lógico que así fuese porque el cuerpo de Jesús no era un cuerpo espiritual como el que tendremos en la resurrección, sino uno de  carne y huesos como lo es el nuestro. Nosotros pertenecemos a una sociedad opulenta que, a pesar de la miseria existente se lanzan al estercolero miles de toneladas de alimentos. A nosotros Satanás no nos pide que convirtamos  piedras en pan porque sabe que no lo podemos hacer. Pero sabe perfectamente que nuestras almas están hambrientas del Pan que da vida eterna a los hombres. No nos ofrece a Jesús que es el Pan que da vida. Nos ofrece materialismo que satisface a nuestra  sensualidad, pero no al alma. El materialismo que ofrece Satanás calma momentáneamente nuestra sensualidad. Necesitamos una dosis más fuerte de materialismo para conseguir los mismos resultados. El precio de satisfacer la sensualidad cada vez es más alto. El pan que nos ofrece el diablo es como agua salada que intensifica la sed.

La respuesta que Jesús da al diablo cuando le pide que convierta las piedras en pan se merece que le prestemos atención: “Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” v. 4). Satanás no se rinde fácilmente y se nos acerca con nuevas tentaciones  cada vez más sofisticadas de las que desgraciadamente muy a menudo sale victorioso. Si le damos conversación nos vencerá como lo hizo con Eva. Jesús en vez de dialogar con él, le dice categóricamente: “Vete Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a Él solo servirás” (v. 10).

El mundo está controlado por Satanás porque es el príncipe de este mundo. Así nos van las cosas: de mal a peor. Quiera el Señor que esta reflexión sirva para que el lector levante ojos hacia el cielo y le pida al Todopoderoso: “Ten piedad de mí que soy un pecador”.

 

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