diumenge, 20 d’octubre del 2024

 

SALMO 9: 9,10

“El Señor es refugio del pobre, refugio para el tiempo de angustia. En ti confían los que conocen tu Nombre, por cuanto tú, oh Señor, no menosprecias a los que te buscan”

Vayamos al Sermón del Monte y fijémonos en dos de las bienaventuranzas: “bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” y “bienaventurados los que lloran porque ellos recibirán consolación” (Mateo 5: 2, 3). Jesús dice que los pobres son bienaventurados. ¿Qué tipo de pobres son estos que son tan privilegiados? A nuestro alrededor se encuentran muchos pobres que no saben dónde caerse  muertos y, de bienaventurados nada de nada. También se encuentran muchos ricos que no saben qué hacer con sus bienes. Ignoran que son “pobres en espíritu” y las riquezas no les traen la felicidad deseada. Jesús se explica claramente a qué tipo de pobreza se refiere  a  “pobres en espíritu”. La condición de extrema pobreza material de multitudes nada tiene que ver con “pobreza en espíritu a la que se refiere Jesús.

La pobreza a la que se refiere el texto que comentamos tiene que ver con el corazón. Tanto los pobres de solemnidad como los que nadan en la abundancia, si se consideran ricos, no buscan al Señor “que es refugio del pobre”. No buscan refugiarse bajo las alas protectoras del Señor porque consideran que pueden valerse por sí mismos. Tiempos de angustia los hay tanto para los pobres de solemnidad como para los ricos opulentos que no saben qué hacer con sus muchos bienes. Ambos son necios porque no creen en Él.

Los salmistas son modelos de pobres en espíritu. Sus poemas nos muestran su condición de “pobres en espíritu” porque en su angustia claman al Señor y buscan su socorro y protección. Las autoridades sanitarias están alarmadas por el incesante incremento de trastornos de salud mental. Ello se debe a que la incredulidad generalizada, los tiempos de angustia son muchos y diversos no pueden acudir al Señor a buscar refugio bajo sus alas protectoras  como los polluelos los hacen bajo las alas de la clueca. El autor del salmo que comentamos nos alerta: “En ti confían los que conocen tu Nombre, porque tú, oh Señor, no desamparas a los que te buscan”. Si el lector pertenece al inmenso grupo de incrédulos que en el desamparo busca consuelo, que no recibe, en los embaucadores que prometen lo que no pueden dar, abandone el orgullo que le impide mirar al cielo en busca de socorro. Pídele al Señor que es amplio en dar. Demándale que transforme tu corazón altanero en uno de humilde y sencillo de corazón que te permita acudir a Él en busca de ayuda sin avergonzarte.


 

2 CORINTIOS 2: 7, 6

Pero Dios, que consuela a los humildes, nos consoló con la venida de Tito”

Las maneras que tiene Dios de consolar a los humildes que creen en Él son muchas y diversas. Si vamos al capítulo 1 de esta misma epístola encontraremos la manera magistral que tiene Dios de consolar a quienes confían en Él.

“Bendito sea el Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias, y Dios de toda consolación” (v. 3). El texto nos viene a decir que el  corazón del Padre de nuestro Señor Jesucristo es amplio en consolar si es que la persona que necesite consuelo no le haga reparo pedírselo. Si la persona desconsolada es incrédula, ¿cómo irá a Dios a pedirle consuelo? El desconsuelo es tan terrible que en algunas personas que no lo pueden soportar se suicidan.

“El cual Dios nos consuela en todas nuestras tribulaciones” (v. 4). Nos dice que “Dios de toda consolación” nos consuela en todas nuestra tribulaciones, no solamente algunas.   TODAS. Eso sí, es imprescindible que los atribulados crean en el Padre que por medio de su Hijo Jesús consuela quienes se lo piden. Dios, que no es “pesetero” no cobra por consolar a los afligidos. Lo hace movido por el inmenso amor que tiene por los hombres. Nadie por cuestiones económicas se le excluye de recibir  el servicio gratuito de la consolación divina que ofrece por medio de la instrumentalidad de personas: “El cual nos consuela en nuestras tribulaciones, para que podamos  también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (v. 4). Este texto hace polvo el concepto que el ministerio de la consolación  quede reducido a los profesionales de la religión o de la sanidad. El ministerio de la consolación recae sobre todos los verdaderos cristianos que han experimentado la consolación divina. Cada uno en la medida del don recibido. De gracia ha sido concedido, gratuitamente se tiene que ejercer.

Uno de los problemas que se dan en las iglesias es el infantilismo spiritual de sus miembros que después de años de haber creído siguen  necesitando que se les suministre leche espiritual no vianda sólida. Escuchan atentamente los sermones dominicales y el resto de la semana se olvidan de la Biblia  que es el alimento que les ayudaría a crecer y a madurar como cristianos.  “El cual nos consuela en nuestras tribulaciones, para que podamos  también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”. Todos los cristianos somos responsables de consolar.

 

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada