diumenge, 22 de setembre del 2024

 

JEREMÍAS 33: 3

“Clama a mí, y yo te responderé grandes cosas que tú no conoces”

Una declaración que sorprenderá por su contundencia pero que por haberla dicho Dios es verdadera y merece  que se le preste toda nuestra atención: “Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta del Señor” (Jeremías 17: 5).

El Señor dice a Israel y de rebote a nosotros: “¿En quién confías para que te rebeles contra mí? He aquí confías en este báculo de caña frágil, en Egipto, en el cual si alguien se apoya, se le entrará por la mano y la atravesará. Tal es el faraón rey de Egipto para todos los que en él confían” (Isaías 36: 5, 6). Estas palabras proféticas el profeta las dirige a Judá que ante la amenaza de Babilonia   dirige la mirada a Egipto en busca de ayuda militar. Lo que Dios dice a una nación es perfectamente aplicable a las personas individualmente. En otra dimensión también pueden emplear en las personas que se enfrentan a problemas económicos, de soledad, de pareja, con los hijos conflictivos, de insomnio…  En las situaciones de tribulación acostumbramos a refugiarnos en alguien a quien vemos. Este alguien es como Egipto “este báculo de caña frágil, en Egipto, en el cual si alguien se apoya, se le entrará por la mano y la atravesará”. ¡Cuánta verdad esconde las palabras “maldito el varón que confía en el hombre y su corazón se aparta del Señor”!  Este comportamiento proviene de Satanás que engañó a Eva diciéndole que Dios es un mentiroso (Génesis 3: 4, 5). Las consecuencias de esta mentira satánica aceptada  como verdad por Eva tienen consecuencias catastróficas para la humanidad. Hoy  seguimos sufriendo las consecuencias de la mentira. No hemos aprendido la lección y nos dejamos embaucar por Satanás el “padre de la mentira” que nos hace creer que él no existe, que es un personaje de ficción.

El texto que comentamos nos dice: Clama a mí, y yo te responderé, grandes cosas que tú no conoces”. Si el lector clama a Dios con sinceridad de corazón es posible que las circunstancias adversas por las que atraviesa, persistan. Lo que sí es cierto es que te enseñará grandes cosas que ahora desconoces. La primera que aprenderás es que el Dios desconocido, que considerabas ser una fábula, se convierte en el Dios invisible pero cercano a ti que en tus tribulaciones te dará el socorro que necesitas.

Antes de la Caída de Adán en pecado  la vida que Dios le había dado dependía de la obediencia a la prohibición divina de no comer del fruto del árbol del conocimiento del   bien y del mal (Génesis 3: 17). Hoy con la muerte y resurrección de Jesús y el envío del Espíritu Santo la amistad con Dios será permanente y lo que es más importante dejaremos de apoyarnos en la caña quebrada que es el hombre para hacerlo en el Salvador, Creador del mundo y de todo lo que existe en él. En el Todopoderoso.


 

MARCOS 3: 35

“Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, éste es mi hermano, y mi hermana, y mi madre”

“la gente que estaba sentada alrededor de Jesús le dijo: Tu madre y tus hermanos están afuera, y te buscan” (v. 32). Jesús les respondió diciendo: “¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, y mi hermana y mi madre” (vv. 33-35).

Las personas que avisaron a Jesús de que su madre y hermanos estaban allí y los consideraron como su familia carnal. La respuesta que Jesús da no es una renuncia de su familia carnal sino una ampliación de su familia espiritual. La Biblia no condena el amor de los hijos por los padres. Todo lo contrario, denuncia a los hijos  que en la vejez y en las necesidades de sus progenitores se desentienden de ellos. Jesús con toda dureza condena a los hijos que por tradición religiosa no honran a sus padres (Mateo 15: 3-6) con lo que transgreden el mandamiento de Dios de honrar a tu padre y a tu madre (Éxodo 20: 12).

La relación de los hijos con los padres tiene cierto parecido con la relación del ciudadano con las autoridades civiles y eclesiásticas. En tanto no se opongan a la Ley de Dios los ciudadanos y los fieles tienen que obedecerlas. Tanto en el ámbito religioso como en el civil el amor de Dios sobre todas las cosas prevalece sobre el deber de obedecer a las autoridades, sean civiles o eclesiásticas.  

Por ser todos los hombres descendientes de Adán, en un sentido general todos somos hermanos. Existe una hermandad espiritual que se produce cuando por la fe en Jesús  el creyente se convierte en hijo adoptivo de Dios y puede dirigirse al Padre celestial como enseña el Padrenuestro. Las mujeres que acudieron al lugar donde había sido enterrado a Jesús se encontraron con Jesús resucitado que les dijo: “Id, y dad las nuevas a mis hermanos” (Mateo 28: 10). ¡Qué privilegio es tener a Jesús como hermano! A pesar de la familiaridad existente con el Padre celestial y Jesús, ello no nos permite tratarlos como a iguales. Se les debe la reverencia, amarles sobre todas cosas por el hecho de ser Dios.

 

 

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