JEREMÍAS 33: 3
“Clama a mí, y yo te responderé grandes cosas
que tú no conoces”
Una
declaración que sorprenderá por su contundencia pero que por haberla dicho Dios
es verdadera y merece que se le preste
toda nuestra atención: “Maldito el varón
que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta del
Señor” (Jeremías 17: 5).
El
Señor dice a Israel y de rebote a nosotros: “¿En
quién confías para que te rebeles contra mí? He aquí confías en este báculo de
caña frágil, en Egipto, en el cual si alguien se apoya, se le entrará por la
mano y la atravesará. Tal es el faraón rey de Egipto para todos los que en él
confían” (Isaías 36: 5, 6). Estas palabras proféticas el profeta las dirige
a Judá que ante la amenaza de Babilonia
dirige la mirada a Egipto en busca de ayuda militar. Lo que Dios dice a
una nación es perfectamente aplicable a las personas individualmente. En otra
dimensión también pueden emplear en las personas que se enfrentan a problemas
económicos, de soledad, de pareja, con los hijos conflictivos, de
insomnio… En las situaciones de
tribulación acostumbramos a refugiarnos en alguien a quien vemos. Este alguien
es como Egipto “este báculo de caña
frágil, en Egipto, en el cual si alguien se apoya, se le entrará por la mano y
la atravesará”. ¡Cuánta verdad esconde las palabras “maldito el varón que confía en el hombre y su corazón se aparta del
Señor”! Este comportamiento proviene
de Satanás que engañó a Eva diciéndole que Dios es un mentiroso (Génesis 3: 4,
5). Las consecuencias de esta mentira satánica aceptada como verdad por Eva tienen consecuencias
catastróficas para la humanidad. Hoy
seguimos sufriendo las consecuencias de la mentira. No hemos aprendido
la lección y nos dejamos embaucar por Satanás el “padre de la mentira” que nos hace creer que él no existe, que es
un personaje de ficción.
El
texto que comentamos nos dice: Clama a
mí, y yo te responderé, grandes cosas que tú no conoces”. Si el lector
clama a Dios con sinceridad de corazón es posible que las circunstancias adversas
por las que atraviesa, persistan. Lo que sí es cierto es que te enseñará
grandes cosas que ahora desconoces. La primera que aprenderás es que el Dios
desconocido, que considerabas ser una fábula, se convierte en el Dios invisible
pero cercano a ti que en tus tribulaciones te dará el socorro que necesitas.
Antes
de la Caída de Adán en pecado la vida
que Dios le había dado dependía de la obediencia a la prohibición divina de no
comer del fruto del árbol del conocimiento del
bien y del mal (Génesis 3: 17). Hoy con la muerte y resurrección de
Jesús y el envío del Espíritu Santo la amistad con Dios será permanente y lo
que es más importante dejaremos de apoyarnos en la caña quebrada que es el
hombre para hacerlo en el Salvador, Creador del mundo y de todo lo que existe
en él. En el Todopoderoso.
MARCOS 3: 35
“Porque todo aquel que hace la voluntad de
Dios, éste es mi hermano, y mi hermana, y mi madre”
“la gente que estaba sentada alrededor de
Jesús le dijo: Tu madre y tus hermanos están afuera, y te buscan” (v. 32). Jesús les respondió
diciendo: “¿Quién es mi madre y mis
hermanos? Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: He aquí mi
madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ese es mi
hermano, y mi hermana y mi madre” (vv. 33-35).
Las
personas que avisaron a Jesús de que su madre y hermanos estaban allí y los
consideraron como su familia carnal. La respuesta que Jesús da no es una
renuncia de su familia carnal sino una ampliación de su familia espiritual. La
Biblia no condena el amor de los hijos por los padres. Todo lo contrario,
denuncia a los hijos que en la vejez y
en las necesidades de sus progenitores se desentienden de ellos. Jesús con toda
dureza condena a los hijos que por tradición religiosa no honran a sus padres
(Mateo 15: 3-6) con lo que transgreden el mandamiento de Dios de honrar a tu
padre y a tu madre (Éxodo 20: 12).
La
relación de los hijos con los padres tiene cierto parecido con la relación del
ciudadano con las autoridades civiles y eclesiásticas. En tanto no se opongan a
la Ley de Dios los ciudadanos y los fieles tienen que obedecerlas. Tanto en el
ámbito religioso como en el civil el amor de Dios sobre todas las cosas
prevalece sobre el deber de obedecer a las autoridades, sean civiles o eclesiásticas.
Por ser
todos los hombres descendientes de Adán, en un sentido general todos somos
hermanos. Existe una hermandad espiritual que se produce cuando por la fe en
Jesús el creyente se convierte en hijo
adoptivo de Dios y puede dirigirse al Padre celestial como enseña el
Padrenuestro. Las mujeres que acudieron al lugar donde había sido enterrado a
Jesús se encontraron con Jesús resucitado que les dijo: “Id, y dad las nuevas a mis hermanos” (Mateo 28: 10). ¡Qué
privilegio es tener a Jesús como hermano! A pesar de la familiaridad existente
con el Padre celestial y Jesús, ello no nos permite tratarlos como a iguales.
Se les debe la reverencia, amarles sobre todas cosas por el hecho de ser Dios.
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