ESPERANZA ¿DÓNDE TE ESCONDES?
La esperanza cristiana consiste en aguardar que
las promesas de Dios se cumplan
El calentamiento del
planeta Tierra con todas las consecuencias medioambientales que le acompañan,
no solo es motivo de preocupación de los científicos que estudian sus
consecuencias, también lo es para los cristianos. Tanto es así que “el 1 de
septiembre los líderes de las diversas confesiones religiosas de todo el mundo
se reunirán. Será una jornada mundial de oración que nos ayudará a discernir la
respuesta al grito de dolor de la Creación” (Joan Josep Omella, arzobispo de Barcelona). El prelado en su
escrito “Brotes verdes” (La Vanguardia 25/08/2024), redacta: “Si miramos con
ojos esperanzados sabremos ver los brotes verdes incluso en un bosque calcinado
o entre los destrozos que provocan una sequía extrema”. El purpurado barcelonés
escribe: “El lema de esta iniciativa ecuménica a partir del texto bíblico del
apóstol Pablo, en que explica que el universo creado tiene un dolor intenso,
como el del parto, pero no pierde la esperanza (Romanos 8: 20-22)”. El clérigo
deja en suspense qué es la esperanza cristina. Desconozco la conclusión a la
que llegarán los líderes de las distintas religiones. Sí puedo asegurar que tal
como el purpurado presenta el texto del apóstol Pablo es motivo de confusión.
¿Qué es lo que motiva que el dolor de parto de la creación sea motivo de
esperanza?
Intentaré aportar luz al
texto de Romanos 8 que va desde el versículo 18 al 29). No pueden entenderse
los dolores de parto que sufre la creación si no se tiene en cuenta la
maldición divina que pesa sobre ella debido al pecado de Adán: “Por cuanto
obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol que te mandé diciendo: No
comerás de él, maldita será la Tierra por tu causa, con dolor comerás de ella
todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del
campo. Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra
porque de ella fuiste tomado, pues polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:
17-19). Teniendo en cuenta este texto estaremos en condiciones de entender los
dolores de parto que sufre la creación según el apóstol Pablo.
El purpurado barcelonés
al texto Romanos 8: 20-22 que cita le acompaña la siguiente reflexión: “No
pierde la esperanza”. ¿Es fiable la esperanza que sólo es un estado de ánimo
optimista basada en la expectativa de que lo que se espera se hará realidad?
Evidentemente: NO. ¿Cuántas esperanzas estériles no nos han frustrado? El texto
de Romanos que comentamos se refiere a una esperanza que es sí, sí. No una
ilusión pasajera. Es así como lo expresa el apóstol: “Pues tengo por cierto que
las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera
que en nosotros ha de manifestarse” (v. 18). Los cristianos no caminamos por
vista sino por fe. La gloria venidera que esperamos que se manifieste es la
resurrección de nuestros cuerpos mortales que pondrá fin a los dolores de parto
de la creación y de los nuestros. Es una esperanza cierta porque está basada en
la resurrección de Jesús.
El apóstol relaciona
estrechamente la creación material con la del hombre. La presenta como si ambas
fuesen miembros de un mismo cuerpo. Lo que afecta a uno de los miembros
repercute en el otro: “Porque el anhelo ardiente de la creación es aguardar la
manifestación de los hijos de Dios” (v. 19). El apóstol presenta la creación
como si fuese un ser vivo, con sentimientos, sensible a la maldición divina
debido al pecado de Adán. Es consciente que la liberación de la maldición
divina depende de la resurrección de los hijos de Dios.
Tanto la creación como el
hombre ambos sufren dolores de parto: “Porque sabemos que toda la creación gime
a una y a una está con dolores de parto hasta ahora, y no solo ella, sino que
también nosotros mismos, que tenemos las
primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros, esperando
la adopción, la redención de nuestro cuerpo” (vv. 22, 23). Tanto la creación
como los hijos d Dios que han formalizado la adopción significa que ha dado luz
a un cielo nuevo y una Tierra nueva en que mora la justicia en todo su
esplendor. La criatura ha nacido y los dolores del parto son cosa del pasado
Aun cuando la plenitud de
la salvación se vive en esperanza, en el momento que una persona cree en Jesús
como Señor y Salvador es plenamente salva. No parcialmente. Lo que ocurre es
que no se disfruta en toda su plenitud: “Porque en esperanza fuimos salvos,
porque la esperanza que se ve, no es esperanza, porque lo que alguien ve, ¿a qué
esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos”
(vv.24, 25).
El profeta Isaías nos da
un indicio de cómo será la Tierra y con ella toda la creación el día que el
cuerpo humano hoy sujeto a la muerte y a la corrupción sea revestido de
inmortalidad e incorruptibilidad (1 Corintios 15: 53), entonces: “Morará el
lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará, el becerro y el
león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. Y la vaca
y a osa pacerán, y sus crías se echarán juntas, y el león como el buey comerá
paja. Y el niño de pecho jugará en la cueva del áspid, y el recién detestado
extenderá su mano en el escondrijo de la víbora” (Isaías 11: 6-9). Ante el
vislumbre de un mundo venidero tan maravilloso que nos es imposible hoy
entender en toda su belleza, pero que los cristianos nos lo apropiamos por fe,
¿encontrará extraño el lector que lo esperemos con vehemencia?
Octavi Pereña Cortina
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