MATEO 16: 22
“Entonces Pedro tomándole aparte, comenzó a
reprenderle, diciendo: Señor, ten compasión de ti, en ninguna manera esto te
acontezca”
¿Cómo
es posible que el apóstol Pedro se tome la libertad de reprender a Jesús cuando
está disputo a hacer la voluntad del Padre de ir a la muerte de cruz para dar
al pueblo de Dios la vida eterna? El motivo es que todavía no entendía cuál era
la misión que Jesús el Hijo de Dios había venido a cumplir aquí en la Tierra.
El
versículo anterior dice. “Desde entonces
comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y
padecer mucho de los ancianos y de los escribas, y ser muerto y resucitar al
tercer día” (v. 21). Acto seguido es
cuando Pedro dice las palabras que constan en el versículo que es la base de
nuestra meditación. Después de la reprensión de Pedro Jesús le dice al
discípulo sabelotodo: “¡Quítate delante
de mí, Satanàs! Me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios,
sino en las de los hombres” (v. 23).
¿Sabe
el lector qué significa el nombre Jesús? el significado nos lo descubre el
ángel que anunció a José que su desposada María no le había sido infiel. Le
dice: “Y dará a luz un hijo, y llamará su
Nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1: 20, 21). Cualquier intento de
infravalorar el sacrificio de Jesús de ser “el
único Nombre dado a los hombres en que
puedan ser salvos” (Hechos 4: 12) es obra satánica. Se menosprecia la obra
salvadora de Cristo cuando se le despoja de ser el único Salvador y se le
equipara a los salvadores que la Iglesia Católica se saca de la manga:
vírgenes, santos, purgatorio, la misma Iglesia que se atribuye el mérito que
fuera de ella no es posible la salvación. Todo es medio verdades “Oremos para
que el Espíritu ilumine nuestro mundo y lo haga más fraterno, más justo y
humano” es de origen satánico ya que sin borrar del todo el Nombre Jesús, el
mago se saca del sombrero los mediadores que ensombrecen el Nombre Jesús y
acaban con desplazarlo a un segundo plano.
Después
de la resurrección de Jesús y la plenitud del Espíritu Santo en Pentecostés
aquel Pedro que reprendía a Jesús por anunciar su muerte voluntaria, escribe: “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra
vana manera de vivirla cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas
corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de
cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la
fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de
vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y
le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios” (1 Pedro
1: 18-20).
JUAN 14: 15, 16…26
“Si me amáis guardad mis mandamientos. Y yo
rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para
siempre…Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi
Nombre, Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he
dicho”
Se
puede hablar mucho sobre el Espíritu Santo. Incluso se puede llegar a decir.
“Oremos para que el Espíritu ilumine nuestro mundo y lo haga más fraterno, más
justo y humano” (Juan José Omella, arzobispo de Barcelona). El Espíritu Santo
puede ser tema de discusión teológica, pero si no ha hecho morada en la persona
que discute, la tal persona no es hija de Dios, ni puede dirigirse a Dios como
a su Padre que está en los cielos, ni puede reconocer que Cristo es el Señor.
Jesús
dice a sus discípulos: “Si me amáis,
guardad mis mandamientos”, entones
Jesús, “rogará al Padre, y os dará otro
Consolador para que esté con vosotros siempre”. En la mayoría de las
naciones en las que el cristianismo ha ejercido influencia, la mayoría de los
ciudadanos no saben quién es Jesús y si han oído su Nombre, lo consideran un
gran hombre, algunos lo enaltecen considerándolo el primer de los comunistas
por su acción humanitaria. Jamás le consideran el Hijo de Dios que vino al
mundo, no a salvar a todos los hombres, exclusivamente a los que el Padre
escogió desde antes de la fundación del mundo y se los entregó para que los
salvase muriendo en la cruz. (Mateo 1: 21).
Pedir
como lo hace el purpurado barcelonés: “Oremos para que el Espíritu ilumine
nuestro mundo y lo haga más fraterno, más justo y humano”, es pedir un
imposible. Es ignorar lo que dice la Biblia. . Solo el Padre conoce a los
elegidos. Nosotros no. Tenemos que orar por todos. Un mundo que obstinadamente
aborrece a Cristo, el Espíritu no va a iluminar sus corazones.
La
Iglesia tiene que empezar por recuperar la evangelización evangélica que
consiste en anuncia el mensaje de salvación tal como se encuentra en la Biblia
que, resumiendo consiste en decir que fuera de Cristo no es posible la
salvación. Debido a esta verdad Jesús comenzó su ministerio público diciendo: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios
se ha acercado. Arrepentíos, y creed en el Evangelio” (Marcos 1: 15).
Jesús
crucificado es como un imán que atrae a los pecadores. El ladrón crucificado a
su lado, viendo todo lo que ocurría a su alrededor se dirigió a Él y le dijo: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (Lucas 23: 42). El malvado no tuvo tiempo de
dar muestras de amar a Jesús, pero sí recibir de Él el perdón de los pecados y
la vida eterna al decirle Jesús: “De
cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (v. 43). El deseo del
purpurado barcelonés “Oremos para que el Espíritu ilumine nuestro mundo y lo
haga más fraterno, más justo y humano”, son palabras que el viento se lleva.
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