diumenge, 23 de juny del 2024

 

MARCOS 10: 47

“Y oyendo que era Jesús nazareno comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!

Jesús sale de Jericó acompañado de sus discípulos. Una gran multitud le seguía. Junto al camino el ciego Bartimeo estaba sentado mendigando. Siempre que se reúne una gran multitud es inevitable que se produzca vocerío. Bartimeo no ve, pero oye. Lo lógico es que preguntase: ¿Qué pasa? Le dicen: Es Jesús nazareno. Bien seguro que Bartimeo había oído hablar de Jesús  y de sus milagros. A pesar  que Jesús decía a quienes curaba que no dijesen nada, proclamaban por doquiera las maravillas que hacía. ”Oyendo (Bartimeo), “que era Jesús nazareno, empezó a dar voces y a decir: ¡Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí” (v. 48).

Existen dos clases de ciegos: los que como Bartimeo no pueden ver el entorno en que se encuentran. Estos son minoría. Y los ciegos espirituales que lo somos todos por haber sido engendrados  siendo pecadores.  Hemos nacido siendo ciegos espirituales que nos impide ver a Dios y a sus ángeles  que por ser espíritu, son invisibles a los ojos la cara. La ceguera espiritual tampoco nos impide ver a Satanás y a sus demonios a los que el apóstol Pablo identifica como “principados, potestades, gobernadores de las tinieblas de este siglo, huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”     (Efesios 6: 12).

Jesús manda que le acerquen al ciego al que le pregunta. “¿Qué quieres que te haga?”   El invidente le dice: “Maestro que recobre la vista”. El Señor le dice: “Vete, tu fe te ha salvado. Y  enseguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino” (vv. 51, 52).

Jesús que como hombre era Hijo de David. Satanás intenta matarlo cuando tenía dos años por la espada de Herodes. Al inicio de su ministerio público los nazarenos intentaron despeñarle. A lo largo de su ministerio público intentaron matarle, sin éxito. Llegando el cumplimiento del tiempo  Jesús murió en la cruz para salvar al pueblo de Dios de sus pecados. Pero resucitó al tercer día en cumplimiento de las Escrituras.  Hoy Jesús sigue recorriendo el mundo por medio de sus hermanos en quienes mora por el Espíritu Santo que han recibido. Jesús sigue dando vista espiritual a todos aquellos que como el ciego Bartimeo dan voces: “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! ¿Es consciente el lector que es un ciego espiritual? Los servidores de Satanás que te rodean te dirán: “No seas bobo, Jesús es un cuento de hadas como Blancanieves. No les hagas caso: grita con fuerza: “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!


 

1 REYES 2: 1

“Y Acab dijo a Elías: ¿Me has encontrado enemigo mío?”

Muchos días previos a cuando el Señor quiere anunciar el fin de la larga sequía que devasta Israel llama al profeta Elías para que se presente ante el rey Acab.  Cuando están el uno enfrente del otro, el monarca le dice al siervo del Señor: “¿Eres tú el que perturbas a Israel? (1 Reyes 18: 17). El profeta le dice al malvado rey: “Yo no he turbado a Israel, sino tú y la casa de tu padre, dejando los mandamientos del Señor, y siguiendo a los baales” (v. 18).

Se podría resumir  el carácter moral de Acab con estas palabras: “A la verdad nadie fue como Acab, que se vendió para hacer lo malo ante los ojos del Señor, porque Jezabel su mujer lo incitaba. Él fue en gran manera abominable, andando en pos de los ídolos, conforme a todo lo que hicieron los amorreos, a los cuales lanzó el Señor de delante de los ojos de Israel” (1 Reyes 21: 25, 26).

La misericordia del Señor es mucha incluso con personas como Acab. Al oír el monarca las palabras del profeta se arrepintió de su pecado (v. 27). El Señor al ver el arrepentimiento del monarca le dice al profeta Elías:” ¿No has visto como Acab se ha humillado delante de mí? Pues, por cuanto se ha humillado delante de mí, no traeré el mal en sus días, en los días de su hijo traeré el mal sobre su casa” (v. 29). El castigo de Acab se  retrasó en su hijo Ocozias, el cual, por cierto murió en sus propios pecados. Los hijos no pagan por los pecados de los padres, ni los padres por los de los hijos. Cada cual es castigado por sus propios pecados.

Nos preguntamos: ¿Por qué se retrasa Dios en castigar a los miserables criminales, a los políticos corruptos que viven holgadamente y muchos de ellos en el sosiego de la cama? A tal pregunta sólo hay una respuesta. “El Señor no retarda su promesa, según algunos tienen por tardanza, sino que es paciente con nosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3: 9). Hoy es el día de la salvación para el lector que no sea salvo, mañana quizás no tendrá lugar para el arrepentimiento.

 

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