dissabte, 15 de juny del 2024

 

MATEO 11: 25

“En aquella ocasión, respondiendo Jesús dijo: Padre, Señor del cielo y de la Tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las revelaste a los niños”

¿Quiénes son los sabios y entendidos y quiénes son los niños? A mi entender Jesús se refiere a la condición de las personas. Los sabios y entendidos lo son aquellos que lo saben todo, que no necesitan aprender nada nuevo. Los verdaderamente sabios lo son aquellos que reconocen que les queda todavía mucho que aprender. En concreto a aquello que concierne al espíritu. Si la ignorancia fuese solamente en aquello que concierne a los conocimientos humanos seria irrelevante porque la sabiduría humana es temporal. Los sabios y entendidos a los que se refiere Jesús son aquellas personas sabiondas que no necesitan aprender nada por lo que hace a la vida eterna. Se conforman con las tradiciones de los hombres. Ello les basta. Se creen tan listos que creen a ciegas lo que dice la ciencia como si los científicos fuesen infalibles. Creen en un Big Bang casual que hizo todo lo existente. Depositan una fe ciega en una falsa ciencia llamada Evolución que enseña que de una célula aparecida  casualmente que se ha ido evolucionando hasta convertirse en los seres humanos inteligentes que somos hoy. Son tan tercos que ni con la ayuda de una grúa se les puede sacar de su cabezonada. Se les tiene que dejar por imposibles.

Los sabios y entendidos no ven más allá de la nariz. Lo que Dios les esconde lo revela a los niños antes de malmeterse por la influencia de los adultos. Siempre se preguntan: ¿“Por qué?” esto. “¿Por qué?” aquello. Los niños a los que se refiere Jesús son aquellas personas que no paran de hacerse preguntas sobre cuestiones esenciales: “Quién soy?” ¿A dónde voy? No quedan satisfechos con las respuestas que la ciencia materialista les da. Jesús da una respuesta verídica a los niños que se preguntan: “Y yo os digo: Pedid, y se os dará;  buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y todo el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá” (Lucas 11: 9, 10).A estos niños Dios les revela su existencia eterna. Les descubre su plan diseñado desde antes de la creación del mundo  dado a conocer por los profetas y, llegado el cumplimiento del tiempo por su Hijo Jesús que quien cree en Él ha visto al Padre. La fe salvadora entra en acción, pues “por la fe en tendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho por lo que no se veía” (Hebreos 11: 3).


 

SALMO 19: 1

“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”

El ateísmo es la consecuencia de la ceguera espiritual que impide ver que el cosmos y el ser humano son creación de Dios. “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (Hebreos 11: 3).

Preste el lector atención a lo que dice el autor de la carta a los Hebreos. Afirma que lo que contemplamos con  asombro, el maravilloso cosmos que observamos con los ojos de la cara “fue hecho de lo que no se veía”. Lo que contemplamos no es el resultado de una primera materia aparecida por azar y de esta materia se ha desarrollado la magnificencia de todo lo que contemplamos. Dice: “que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”. Lo que no se veía no puede ser nadie más que el Invisible que ha existido siempre. Este convencimiento no es el resultado del razonamiento sino de la fe que es don de Dios.

Sin la fe es del todo imposible llegar a creer en un Dios que ha existido eternamente y que con solo hablar a aparecido el asombroso y maravillo cosmos que contemplamos. No lo podemos razonar   porque nuestra mente es incapaz de bucear en las profundidades de la eternidad. Por la fe que es don de Dios podemos creer en un Dios que no se esconde en algún lugar inaccesible sino que se manifiesta como sucedió con Moisés y con los profetas que se mantuvieron firmes “como viendo al Invisible” (Hebreos 11: 27). A partir de Jesús Dios nos habla por el Hijo (Hebreos 1: 2).

El problema del Dios Invisible lo resuelve Jesús cuando dice a sus discípulos: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida, nadie viene al Padre sino por Mí. Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais, y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. Felipe le dijo: Señor muéstranos al Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido Felipe? El que me ha visto a Mí ha visto al Padre, ¿cómo pues dices tú: Muéstrame al Padre? (Juan 14: 6-9). El Invisible sigue siendo el Invisible, pero Jesús nos muestra la esencia de Dios que es AMOR. “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3: 16).

 

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