diumenge, 24 de setembre del 2023

 

HECHOS 8: 3

“Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel”

El nombre de Saulo aparece por primera vez en las páginas de las Sagradas Escrituras cristianas cuando Esteban, hombre lleno del Espíritu Santo “fue sacado fuera de la ciudad, le apedrearon, y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo de Tarso” (Hechos 7: 58). Saulo fue un extremista religioso que odiaba a muerte a los seguidores de Jesús porque los consideraba herejes  que pretendían destruir el templo en Jerusalén y al judaísmo. ¡Cuidado con los extremistas religiosos porque pueden hacer más daño que un fuerte pedrisquero. Los asesinos religiosos son más  peligrosos que los comunes porque sus crímenes los hacen en Nombre de Dios.

Saulo, respirando aun amenazas y muerte contra los discípulos del Señor” (Hechos 9: 1), pidió al sumo sacerdote autorización para perseguir a los cristianos más allá de os muros de Jerusalén. Movido por el odio emprende camino hacia Damasco para hacer prisioneros a los cristianos en Damasco. Al acercarse a la ciudad ocurrió algo asombroso: “Aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo, y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Saulo dijo: ¿Quién eres Señor? y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues, dura cosa es dar coces contra el aguijón” (vv. 3-5). El resultado de este encuentro sobrenatural de Saulo con Jesús fue la conversión del perseguidor de cristianos y el comienzo de un ministerio apostólico que sirve de bendición para los cristianos de todas las épocas.

A raíz del resplandor Saulo se quedó ciego. El Señor envió a Ananías a Saulo para que le tocase los ojos y recuperase la visión. El cristiano se queja: “He oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén” (v. 13). El Señor le dice a Ananías que Saulo le es un instrumento escogido para anunciar el Evangelio a los gentiles (no judíos) (v. 15).

El caso de Saulo es uno muy destacado que nos muestra el gran amor que Dios siente por el pecador, sin tener en cuenta la gravedad de los pecados cometidos. Creo que no hay pecado más grande que perseguir a Dios cuando se maltrata a sus hijos: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues, dura cosa es dar coces contra el aguijón”. Saulo que más tarde se convierte en Pablo que es el nombre en latín, escribió estas palabras tan alentadoras para los grandes criminales que a nuestros ojos no tienen perdón de Dios: “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero” (1 Timoteo 1: 1). A pesar del perdón absoluto que el Padre concede a quienes creen en Jesús como Señor y Salvador, nos recuerda que de alguna manera los pecados cometidos  tienen que ser castigados: “Porque le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi Nombre” (Hechos 9 11).


HECHOS 12: 5

“Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel, pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él”

Viendo el rey Herodes que los ataques que emprendía contra los cristianos “había agradado a los judíos, procedió a prender también a Pedro” (v. 3). Esta es la razón por la que Pedro se encuentra encarcelado y en vigilia de ser asesinado. (v. 4). Para que no los cogiese desprevenidos Jesús alertó a sus discípulos: “Acordaos de  la palabra que yo os he dicho: El sirvo no es mayor que su Señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros perseguirán…Mas todo esto harán por causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió” (Juan 15: 20, 21).

Los cristianos que a partir de Constantino se hermanaron con el poder político se convirtieron en un pueblo que de oídas habían oído de Dios  pero que su corazón se había alejado de Él. Ello hizo que de perseguidos por los paganos se convirtieran en perseguidores de los verdaderos cristianos. La historia está  atiborrada de ejemplos de cómo la Iglesia casada con el Estado, con el apoyo político persigue a muerte a los fieles en Cristo.

Vayamos a Pedro y a la iglesia de sus días. El rey Herodes perseguidor de cristianos para complacer a las autoridades religiosas judías puso al apóstol Pedro en la cárcel para poderlo asesinar pasada la festividad: “Le puso en la cárcel, entregándolo a cuatro grupos de soldados para que lo custodiaran” (v. 4). El texto nos dice que “la iglesia hacía sin cesar oración a Dios” (v. 5). Bien seguro que le pedían al Señor que liberara a Pedro de la cárcel. Pero no se podían imaginar la manera como iba a hacerlo. El apóstol se encuentra en una cela encadenado a dos soldados. Le era totalmente imposible poder huir. La puerta de la celda cerrada y dos soldados delante de ella haciendo guardia. A pesar de tantas medidas de seguridad tomadas para impedir que Pedro abandonase la celda, un ángel del Señor entra en ella. Los soldados que mantienen a Pedro encadenado duermen inconscientes de que el ángel del Señor libera a Pedro de las cadenas. Salen de la celda estando la puerta cerrada. Al llegar a la puerta de la ciudad esta se les abre milagrosamente. Al llegar fuera de la ciudad el ángel abandona a Pedro que “volviendo en sí, se dijo: Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha liberado de la mano de Herodes, y de todo lo que el pueblo de los judíos esperaba” (v. 11).

La oración que los hermanos hacían al Señor para que liberara al apóstol tenía que ser una oración que no limitase el poder de Dios. Cuando la doncella informó que Pedro se encontraba a la puerta golpeándola, no se la creyeron. Creían que veía una visión. Pero sí, Pedro estaba a la puerta. El Señor obra milagros de maneras que somos incapaces de entenderlo. Pero ahí están.

 

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