ECLESIASTÉS 7: 16
“No seas demasiado justo, no seas sabio con
exceso, ¿por qué habrías de destruirte?”
Ser
demasiado justo o ser sabio en exceso es una muestra de que no se cree en el
Padre de nuestro Señor Jesucristo. Sólo el Creador de todo lo existente es cien
por cien justo y, en su infinita misericordia reviste de justicia a los
injustos y llena de sabiduría a los ignorantes.
El texto que comentamos es un aviso a los narcisos que su engreimiento
no los conduce a buen puerto.
“El principio de la sabiduría es el temor del
Señor”
(Proverbios 1: 7). En el mundo han existido y existen muchas personas que han
almacenado una ingente cantidad de conocimiento gracias al cual se ha
conseguido un espectacular crecimiento tecnológico que nos ha llevado a
disfrutar de los múltiples cachivaches que nos hace la existencia más cómoda.
Los avances tecnológicos van acompañados
de la fabricación de armas cada vez más mortíferas que ponen en
precariedad la existencia del hombre. Junto con el avance tecnológico que hace
que nuestra existencia sea más
llevadera, que parece que descansemos entre cojines de algodón, se han
multiplicado los trastornos mentales que convierten la existencia en un
infierno. No confundamos conocimiento con sabiduría.
“¿De qué sirve el dinero en la mano del necio
para comprar sabiduría, no teniendo entendimiento?” (Proverbios 17: 16). La Biblia
se refiere muchas veces a los necios. Erróneamente consideramos necios aquellas
personas mentalmente deslucidas o ignorantes a pesar de saber leer y escribir.
La Biblia considera necia aquella persona que afirma que Dios no existe. (Salmo
14: 1). Los faltos de entendimiento espiritual los hay muchos en todos los
ámbitos sociales. Entre los universitarios y en aquellos que carecen de
documento acreditativo de haber sido escolarizados.
“La Ley del Señor es perfecta, que convierte
el alma, el testimonio del Señor es fiel, que hace sabio al sencillo” (Salmo 19: 7). La Ley del Señor
es una manera de referirse a la Biblia que es el Libro que conserva todo lo que
Dios quiere que el hombre sepa de Él. En la Biblia se encuentra la sabiduría
que hace sabio a la persona humilde de corazón. El narciso que cree que lo sabe
todo no puede adquirir sabiduría porque su mente está repleta de necedades que
no dejan espacio a la Ley de Dios que puede hacerle sabio.
El
dicho popular dice que mientras hay vida hay esperanza. La muerte cierra la
puerta al cambio. El lector aún tiene la posibilidad de creer en Jesús “en quien están escondidos todos los tesoros
de la sabiduría y del conocimiento” (Colosenses 2: 3).
MARCOS 11: 25, 26)
“Y cuando estéis orando, perdonad si tenéis
algo contra alguien, para que también vuestro Padre que está en los cielos os
perdone a vosotros vuestras ofensas. Porque si vosotros no perdonáis, tampoco
vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas”
Este
texto se refiere a verdaderos creyentes, aquellos que cerrada la puerta de su
habitación, a solas con Dios, alejados del mundanal ruido, se dirigen en
oración al Padre de nuestro Señor Jesucristo. A quienes se postran ante una
imagen, el texto que comentamos no tiene nada que ver con ellos.
El
texto se refiere a personas que por la fe en el Nombre del Señor Jesucristo sus
pecados han sido totalmente perdonados. No queda en sus almas el más mínimo
indicio de pecado. Estas personas que a los ojos de Dios son santas, el pecado
sigue afincado en su carne. Hasta que no llegue el día final, cuando Jesús
vuelva en su gloria a buscarlos y la resurrección ya no sea esperanza sino
realidad, el pecado seguirá haciendo de las suyas en los redimidos.
De la
misma manera que el creyente que participa en la Cena del Señor “puede comer el pan y beber la copa
indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor” (1
Corintios 11: 27). Participa del ritual indignamente porque no reconoce que
guarda resentimiento contra alguna persona
que le haya perjudicado. La tal persona “juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y
debilitados entre vosotros, y muchos duermen” (v. 29). El creyente en
Cristo que persiste en participar en la Cena del Señor sin arreglar algo
pendiente con otra persona, la consecuencia es que sin perder la salvación
puede padecer alguna enfermedad y si el pecado es grave, que se avance su fallecimiento.
Volvamos
a la oración. Tiene que quedar bien claro que la persona que por la fe en Jesús
y por la presencia del Espíritu Santo se ha convertido en un hijo de Dios por
adopción, no puede perder la salvación. Nada ni nadie la separará del amor de
Dios que es en Cristo Jesús. Pero si se comporta como un impío al no perdonar la
ofensa que se le ha hecho, el Padre tiene la obligación de disciplinar a su
hijo como lo hace un padre con el hijo que ama. A diferencia de un padre que
puede extralimitarse a la hora de disciplinar al hijo, el Padre celestial
siempre lo hace en la medida justa. El creyente en Cristo que sufre la
disciplina del Padre hará bien en examinarse y si descubre que hay algo
impropio debe arrepentirse ante el Padre y echar al estercolero el pecado
descubierto y proseguir andando en novedad de vida. Podrá participar gozoso de
la Cena del Señor dignamente.
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