diumenge, 26 de juny del 2022

 

SALMO: 27: 1

“El Señor es mi luz y mi salvación, ¿de quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida, ¿de quién he de atemorizarme?”

En la hora del peligro, ¿en quién confiamos? En la Edad Media se representaba a la Iglesia Católica como un barco que se encontraba azotado por una fuerte tormenta. Los pasajeros que navegaban en él eran cardenales, obispos, monjes, frailes…La Iglesia los protegía. En las aguas embravecidas, multitudes, entre ellas, ningún tonsurado. Manera muy entendedora de decir que fuera de la Iglesia Católica no hay salvación posible. Es muy probable que la imagen de la Iglesia como fuente de salvación eterna haya sido tomada prestada del arca de Noé en la que únicamente ocho personas justas se salvaron de perecer ahogadas.

La imagen medieval de la nave salvavidas es un tremendo error que tiene consecuencias eternas ya que aparta de Jesús los ojos de los pecadores para ponerlos en la Iglesia que usurpa el poder de Dios de perdonar los pecados por la fe en el Nombre de Jesús.

El salmista que sabe en quien ha creído no aparta los ojos de Dios que es quien le ha dado el don de la fe. Empieza el poema afirmando: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿de quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida, ¿de quién he de atemorizarme?

En el v. 5 David que es el autor del salmo escribe: “Porque Él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal, me ocultará en lo reservado de su morada, sobre una roca me pondrá en alto”. Esta declaración de fe nos transporta al Edén después que Adán y Eva hubiesen pecado pretendiendo esconder la desnudez en que se encontraban tapándose con unos delantales cosidos con hojas de higuera. Su necedad no les impidió tener miedo que les infundía la presencia de Dios que se aproximaba. Quisieron desaparecer de su presencia escondiéndose entre los árboles.

David habla de esconderse, no de la presencia de Dios, sino en su tabernáculo, que era el símbolo de la presencia de Dios entre los hombres. Jesús denuncia a los jerosolimitanos su rechazo al intento de juntarlos bajo sus alas como la gallina lo hace con sus polluelos al menor síntoma de peligro. Pero no quisieron. (Mateo 23: 32).

David, distinguiéndose de las multitudes que perecen en el vano intento de protegerse bajo las alas de la Santa Madre Iglesia, su fe en Jesús le hace decir: “Sobre una roca me pondrá en alto”. David edifica su vida sobre la Roca que es Jesús: “descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa, y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca” (Mateo 7: 25).

Lector, no pongas tu confianza en algo tan débil como lo es una institución eclesial, sea cual sea el nombre que lleve. Es un mal  negocio poner la confianza en los hombres a pesar de que lleven puesta una mascarilla que venda piedad.


 

DEUTERONOMIO 8: 5

“Reconoce asimismo en tu corazón que como castiga el hombre a su hijo, así el Señor tú Dios te castiga”

Por la fe en el Nombre de Jesús un hijo del diablo por adopción se convierte en un hijo de Dios. El recién nacido en la familia de Dios sigue siendo pecador y por lo tanto poseyendo actitudes censurables. En Efesios 6: 4 el apóstol Pablo expone cómo deben comportarse los padres con sus hijos: “Y vosotros padres, no provoquéis a ira a vuestros hijo, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor”. Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo a la vez que Padre nuestro, porque nos ama y desea nuestro bien, tiene que disciplinarnos. Nuestros padres nos disciplinaron porque necesitábamos ser domados. A veces se extralimitaban en su tarea educativa y “nos provocaban a ira” porque no lo sabían hacer ”en disciplina y amonestación del Señor”. Muchas veces nos enfurecíamos al ser disciplinados. Más tarde comprendimos que lo habían hecho para nuestro bien. En nuestras rebeldías, para nuestros padres seguíamos siendo sus hijos y tenían la responsabilidad de convertirnos en personas de bien.

Han transcurrido los años y llegamos a la vejez. Observamos a nuestro alrededor y nos damos cuenta de que hay demasiados potros sin domar. Niños y jóvenes sin bridas que los mantengan en el camino recto. Esta juventud indómita que tan a menudo aparece en los medios de comunicación por las fechorías que cometen se debe a que sus padres no han puesto freno a sus impulsos delictivos. Mucho de ellos pierden la posibilidad de ser reconducidos al buen camino.

Moisés en el texto que comentamos dice: “Reconoce asimismo en tu corazón que como castiga el hombre a su hijo, así el Señor tú Dios te castiga”, Reconoce, acepta en tu corazón que Dios como Padre nuestro tiene la obligación de disciplinarnos, corregirnos debido a los muchos tropiezos que cometemos. Nos disciplina porque nos ama y quiere nuestro bien. A menudo nos rebelamos contra su disciplina que jamás “provoca a ira” porque nos da lo que justamente nos merecemos. No se excede ni una milésima.

Que el Señor nos enseñe a aceptar la disciplina que nos aplica porque tiene la finalidad de que la imagen de su Hijo se vaya formando en nosotros y con ello su carácter, “para que seamos irreprensibles y sencillos hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo” (Filipenses2: 15)

 

 

 

 

 

CULTURA ARMAMENTISTA

<B>Instruye al niño en su camino, y aun cuando llegue a viejo no  se apartará de él” (Proverbios 22: 6) </b>

Para intentar comprender el problema que representan  las armas en Estados Unidos y por extensión la violencia infantil y adolescente que desgraciadamente crece exponencialmente, deberíamos prestar atención a las palabras que pronunció la madre del joven que provocó la mortalidad  en el colegio de Uvalde: “No lo juzguemos, mi hijo tenía sus razones”. Un desacuerdo no da motivo para matar y mucho menos con la brutalidad que lo hizo el joven asesino. Todo apunta a la madre que tenía que haber  corregido a su hijo al primer indicio de que se descarriaba. Para ahorrase las rabietas del niño para conseguir sus deseos, la madre consiente. Con el tiempo el hijo pide un rifle que lo utiliza para asaltar una escuela y producir una catástrofe. De las palabras de la madre se deduce que no lamenta la crueldad de su hijo. Si lo hubiese hecho habría sido demasiado tarde porque el mal ya se habría cometido. Indirectamente la madre es responsable del crimen cometido por su hijo.

Un anti armas, ante el reciente tiroteo en la escuela de Uvalde, dijo: “Que se hagan simulacros de tiroteos significa que el país está mal y debe empezarse a reconocer  que esto es una enfermedad”. Cuando aún perduraban los efectos del tiroteo en la escuela de Uvalde, en Houston, a pocos kilómetros de Uvalde, se celebró la feria de las armas. Debe recordarse que más de un millón de armas de uso militar las poseen los ciudadanos norteamericanos. Un ejército que es una amenaza para la paz social.

En una fotografía, un niño de unos seis o siete años apunta con una pistola. Las armas por sí mismas son inofensivas. El problema se encuentra en las personas que las empuñan. Si las blanden personas que se les ha educado en el odio se convierten en una bomba letal. Sería muy beneficioso si el lobby de las amas estadounidense prestase atención a lo que sucede en Canadá. Una brisa de aire fresco bajaría la tensión en las escuelas.

Ante la cronicidad de la violencia en su diversidad de manifestaciones tenemos que preguntarnos qué enseñan los padres a los hijos. Se oye decir que la sociedad actual carece de valores. Esta afirmación es muy ambigua. Los padres que enseñan a sus hijos a disparar, tienen valores. Los políticos que justifican la violencia del Estado y utilizan la mentira para alcanzar sus propósitos, tienen valores. Estos valores no nos convienen porque ya conocemos sus efectos devastadores

Vayamos al inicio de la historia y acerquémonos a Caín y Abel. Estos hermanos parece ser que fueron los primeros hijos de Adán y Eva. No nos cabe la menor duda que estos muchachos fueron instruidos por sus padres en los aminos del Señor que hacen honorables a quienes los siguen. ¿Qué sucedió para que dos hermanos que recibieron la misma instrucción religiosa de sus padres siguiesen caminos tan distantes hasta el punto de que Caín asesinase a su hermano Abel? Pienso que la respuesta a esta pregunta que se hacen muchos padres ante la disparidad de comportamientos de sus hijos nos ayudará a  entenderlo la parábola del sembrador que contó Jesús. El sembrador esparce la semilla. Nos quedaremos con la que cae junto al camino. La simiente representa la Palabra de Dios y el camino a personas que la escuchan. Jesús explica su significado: “Y mientras sembraba parte de la semilla cayó junto al camino, y vinieron las aves y la comieron…Cuando alguien oye la palabra del reino y no la entiende, viene el maligno, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino” (Mateo 13: 4, 19). Caín forzosamente escuchó las enseñanzas de sus padres, pero no las entendió. El Maligno que estaba al acecho siembra en el corazón del muchacho la semilla del odio que al germinar y fructificar le condujo a asesinar a su hermano.

Por todo el mundo se encuentras sembradores de la Palabra de Dios, pero desconocen en qué clase de suelo cae. El resultado lo dejan en las manos del Señor que hace que “mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” (Isaías 55: 11). Siguen sembrando esperando que la simiente caiga en terreno fértil y convierta a los pecadores en ciudadanos del reino de Dios.

La siembra de la Palabra de Dios tiene también otra faceta. La siembra de la Palabra de Dios va acompañada de los principios ético-morales que pueden convertir en buenos ciudadanos de los reinos temporales a quienes los aceptan y los practican hasta allí donde puedan. El contenido ético-moral de la Biblia se lo conoce como Filosofía. La Palabra de Dios es la reina de las filosofías. Es decir, sirve de plomada para determinar la bondad o perversidad que hay en las distintas filosofías.

Los padres para evitar que los hijos lleguen a comportamientos violentos que a menudo son noticia en los medios de comunicación deben tomarse seriamente la enseñanza de la Filosofía que se encuentran en las páginas bíblicas porque da sentido y propósito a la viva. Desconfíen los padres de las enseñanzas chapuceras que se imparten en las clases de religión   de las escuelas a cargo de los presupuestos del Estado.

Quienes tienen que enseñar religión a los hijos son los padres porque ellos son sus guardianes. Si los padres no abandonan la responsabilidad de instruir a sus hijos en la filosofía ético-moral contribuirán a hacer un presente mejor y un futuro esperanzador.

Mucho antes de que los filósofos dijesen que en muchos casos, al lado de un joven delincuente se encuentran unos padres permisivos, la Biblia ya enseñaba: Corrige a tu hijo mientras haya esperanza” (proverbios 19: 18).

Octavi Pereña i Cortina

 

diumenge, 19 de juny del 2022

 

1 SAMUEL 3: 1

“Y la palabra del Señor escaseaba en aquellos días, no había visión con frecuencia”

Los nuestros son unos días muy parecidos a los de Samuel siendo niño: la palabra del Señor escasea. Dios habla de múltiples maneras, pero nuestros oídos están sordos a su voz. Hay tanto mundanal ruido en nuestro entorno que no permite  que la voz de Dios llegue a nuestros oídos.

El joven Samuel se encontraba en el lugar adecuado para que le llegara la voz de Dios pues dormía en el templo de Dios (v. 3). El Señor llama a Samuel pero su oído todavía no era  sensible a la voz de Dios. Confunde la voz del Señor con la del sacerdote  Elí. Se levanta Samuel de la cama y se apresura a ir dónde duerme el sacerdote (v. 5),  le dice: “Heme aquí, por qué me llamaste?” Esto sucede tres veces.  Es entonces cuando el sacerdote entiende que es el Señor quien llama a Samuel. Le dice: “Ve y acuéstate, y si te llama dirás. Habla Señor porque tu siervo oye” (v. 10). Así sucedió. Dios vuelve a llamar a Samuel y éste siguiendo las instrucciones recibidas del sacerdote, responde a la voz de Dios: “Habla, porque tu siervo oye”. Lo que entró por los oídos de Samuel no fueron palabras placenteras de parte de Dios sino de juicio contra el sacerdote Elí: “Aquel día yo cumpliré contra Elí todas las cosas que he dicho contra su casa, desde el principio hasta el fin. Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe, porque  sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado” (vv, 12, 13).

El mensaje que Dios transmite al joven Samuel es una reprensión a la religión establecida porque los representantes de Dios que tienen que pastorear al pueblo para llevarlo a reposar en lugares de delicados pastos para ser reconfortados,  se olvidan de su responsabilidad de educarlos en los caminos del Señor. Esta negligencia indica que algo falla en los predicadores del Evangelio. Han convertido el ministerio pastoral en una rutina carente de valor.

En nuestros días que tanto escasea la palabra de Dios se precisa de hombres y mujeres llenos del Espíritu Santo digan a quienes ministran la Palabra que se arrepientan y confiesen sus pecados para que puedan ser llenos del Espíritu Santo. Si esto sucede,  una revolución sacudirá a la Iglesia. Los mensajes tradicionalistas vacíos de contenido serán transformados en mensajes incendiarios que sacudirán las almas de la feligresía moviéndolas al arrepentimiento y a la fe en el Nombre de Jesús que es el único Nombre el que los hombres puedan salvarse


 

DEUTERONOMIO 12: 8

“No haréis como todo lo que hacemos nosotros hoy aquí ahora, cada uno lo que bien le parece”

El último versículo de Jueces resume a la perfección todo este período de la historia de Israel: “En estos días no había rey en Israel, cada uno hacía lo que bien le parecía  (21. 15).

Los evangelios destacan el “Evangelio del Reino de Dios”. Algunas parábolas se refieren al Reino de Dios y de las recompensas que recibían los siervos que eran fieles a su señor y del castigo que recibirían los siervos que no querían que el señor reinase sobre ellos. Cuando el lector lea este comentario pienso que no será en Navidad que es cuando de una manera tradicionalmente manifiesta se recuerda el nacimiento de Jesús, el Rey de los judíos. No solamente se tienen que recordar el nacimiento de Jesús el Rey un día año, y después un olvido total. Se le tiene que tener presente todo el año porque Jesús es el Rey del pueblo de Dios.

Cuando los magos emprendieron el camino hacia Judea porque habían visto su estrella y vinieron a adorarle. ¿Por qué adorar a un niño cuyo supuesto padre era un artesano y de economía precaria? Al llegar a Jerusalén estos extraños personajes se informan del lugar del nacimiento de aquel niño tan peculiar. “¿Dónde está el Rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle” (Mateo 2. 2).

Cuando los magos se interesan por el Rey de los judíos no significa que Jesús únicamente sea Rey de los descendientes de Abraham según la carne. También de los gentiles, como los magos, que por ser descendencia de Abraham por la fe, Jesús también es su Rey.

Como muy bien dice el apóstol Pablo: ”Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne, sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en la letra, la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios” (Romanos  2. 29).

Volvamos a la Navidad: “Pero venido el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo nacido de mujer y nacido bajo la Ley, para que redimiese a los que estaban bajo la Ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos de Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo, y si hijo, heredero de ·Dios por medio de Cristo” (Gálatas 4: 4-7).

La cristiandad se parece a la época de los jueces: “En estos días no había rey en Israel, cada uno hacía lo que bien le parecía”. Los pueblos cristianos marginan a  Jesús que es quien tiene que ser su Rey. No debe extrañarnos, pues, que cada uno haga lo que mejor le parezca. No hay autoridad. No hay ley. Las naciones cristianas se han convertido en monarquías o repúblicas anárquicas. No debe extrañarnos que el desgobierno impere.

 

 

CELOS MORTALES

<b>Los celos tóxicos destruyen la buena convivencia conyugal</b>

Los celos son un demonio, un dragón, una verdadera pesadilla, pero no solo para el celoso, también para la persona que los recibe, que termina viéndose examinada, oprimida, acorralada y finalmente herida. La persona celosa se convierte en un sabueso que todo el día busca evidencias y jamás llega a sentirse realmente relajada. Alguien muy celoso llega a creerse que la otra persona es propiedad suya. No es amor verdadero, sino encarnizadamente, obsesión, obstinación. Detrás se encuentra la inseguridad, el miedo, la falta de confianza en uno mismo, y en sus propios potenciales o recursos y, por la tanto una baja valoración.” (<b>Ramiro Calle</b>).

Las relaciones tóxicas están cimentadas en los celos enfermizos y se inician con una exaltación del ego que limita la privacidad del otro que quiere conseguir que se acomode a ser como el celoso quiere que sea. Si no se encuentran dos gotas de agua que sean iguales, tampoco se hallarán dos personas idénticas. El Creador nos ha hecho  distintos. Para que las relaciones sean positivas cada uno debe respetar la identidad del otro.

Los celos son un problema espiritual. La justicia puede atacar los efectos delictivos de la celosía, pero nada puede hacer con el corazón indómito que engendra los pensamientos venenosos que perturban las relaciones y, en el caso que comentamos en este escrito, las conyugales.

Inicialmente la relación hombre-mujer era una balsa de aceite. Nada adverso la perturbaba. Al no existir el pecado la relación Adán-Eva era de amor puro. La situación cambió tan pronto como Adán y Eva comieron el fruto del árbol prohibido.  Dios se dirige a Eva y le dice: “Tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti” (Génesis 3: 16). Calvino, comentando este texto, escribe: “Así que la mujer con perversidad ha sobrepasado sus propios límites se ve forzada a volver a sus límites. Anteriormente había estado sometida, pero esta era una sumisión liberal y amable. Ahora, en cambio se ha convertido en servil”. La mujer quiere liberarse por su cuenta de la consecuencia de su pecado y se inventa el eslogan: “Haz el amor y no la guerra”. El amor al que se refiere la frase es el “amor libre”. Sin limitaciones ni restricciones. Con mi cuerpo hago lo que me da la gana. El “amor libre” en vez de liberar hace que el yugo sea más pesado. Llegan los embarazos no deseados y con el propósito de deshacerse del fruto del pecado se acude a la solución del aborto, que por cierto enriquece a las clínicas que lo practican. La bola de nieve se hace más grande.

El pecado ha cambiado las reglas del juego. Antes de la desobediencia de Adán y Eva se ajustaban sin esfuerzo a la Ley de Dios. Eva se sometía voluntariamente y sin esfuerzo a la autoridad natural que era Adán, su esposo. Adán amaba a su esposa como a sí mismo. Ahora la situación no es la misma. La relación entre esposos es vírica. Esta es la razón por la que el Hijo de Dios se encarnó, murió en la cruz y resucitó: Hacer posible la restauración de la creación maldecida por Dios debido al pecado y, en concreto la relación conyugal convertida en dañina.

Ante un feminismo tan combativo que defiende ferozmente liberarse del patriarcado y se obstina en hacer con su cuerpo lo que mejor le parezca, tratar el tema bíblico de que el hombre es la cabeza de la mujer, es muy sensible. Pero si se desea resolver de una vez por todo el tema conflictivo de la relación hombre-mujer que no resuelven las reivindicaciones feministas, juntos hombres y mujeres tenemos que ir sin prejuicios a lo que dice la Biblia. Con ello se resuelve el machismo con lo que se cierra la brecha del enfrentamiento.

El principio de la autoridad reside en Dios porque Él es el Creador de todo. Al crear primero a Adán y de éste a Eva se establece el principio de la autoridad en la humanidad. Por creación Adán es la cabeza de Eva y por encima de ellos está Dios que delega en Adán la autoridad. La relación cabeza/subordinada se establece en el matrimonio que es la primera sociedad existente. Si impera la filosofía: cada uno con su opinión, se implanta la anarquía que equivale a desorden. ¿Qué es lo que prevalece en nuestros días: desorden por doquiera?

El apóstol Pablo con mucha delicadeza trata el tema de la autoridad en el matrimonio. Nos transporta al Edén antes de la presencia del pecado, diciendo: “Someteos unos a otros en el temor de Dios” (Efesios 5: 21). Desgraciadamente, hoy apenas despunta el temor de Dios. Por ello, el sometimiento mutuo de los esposos en el temor de Dios apenas puede darse. Sigue instruyendo el apóstol: “Esposas, someteos a vuestros maridos, como al Señor” (v. 22). El texto no enseña que la esposa tiene que someterse a la autoridad de cualquier hombre. La única cabeza a la que debe sujetarse es  la del marido.  Este texto desmantela el machismo. La cabeza de la mujer es el esposo que debe ejercer autoridad de la misma manera con que Cristo la ejerce en la iglesia: “Maridos amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó asimismo por ella” (v. 25). Las esposas cuyos maridos anhelan amarlas con el amor con que Cristo ama a su Iglesia jamás pretenderán emanciparse de unos maridos que quieren amarlas con amor indescriptible de Cristo.

Octavi Pereña i Cortina

 

diumenge, 12 de juny del 2022

 

SALMO  18: 1

“Te amo, oh Señor, fortaleza mía”

Este salmo lo escribió el rey David el día en que el Señor le libró de todos sus enemigos, especialmente del rey Saúl que como sabueso, persiguió a muerte a David su fiel servidor y yerno. A pesar de sus muchos defectos, David fue un hombre que permaneció siempre fiel a su Señor. Si no hubiese sido así, jamás habría podido escribir este salmo que refleja una incombustible dependencia de Dios.

Una persona de fe vacilante, que fuese un niño en la fe, jamás habría podido escribir un poema que manifieste una total dependencia del Señor como lo hace el Salmo 18. Señor, danos fe  para que podamos hacernos nuestro el poema que comentamos y que como David nos podamos dirigir a ti, diciéndote: “Te amo, oh Señor, fortaleza mía”

No olvidemos que este salmo lo escribió David cuando fue liberado de todos sus enemigos entre los cuales sobresalía Saúl. Es un poema que reconoce que durante la persecución confió en la protección divina. ¡Cuán necesitados estamos de que nos fortalezcamos en el Señor y en el poder de su fuerza. Vestidos de toda la armadura de Dios, para que podamos estar firmes contra las asechanzas del diablo! (Efesios 6. 10, 11).

David se fortalece en el Señor: “Señor, roca mía, y mi libertador, Dios mío, fortaleza mía, en Él confiaré, mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio” (v. 2). David es alguien que sabe en quien ha creído. Su fe no es una fe de biblioteca, racional. Es una fe que se ha forjado en el campo de batalla luchando contra sus enemigos que instigados por Satanás quieren destruirlo.

El Señor no desea que seamos cristianos de invernadero que protegidos de toda inclemencia, nos haga tropezar y caer la más suave brisa. Dios no desea que seamos cristianos floreros. Conociendo como sabe los límites de nuestra resistencia, nos prueba, nos hace pasar por el crisol de la aflicción adecuado a nuestras fuerzas, para expulsar la escoria que desmerece nuestro carácter con el propósito de que resplandezcamos como oro pulido. Una vez superada la prueba y con la satisfacción de haber vencido al enemigo de nuestra alma podamos exclamar con David. “Invocaré al Señor, quien es digno de ser alabado”.

Como le sucedió a Jesús, el diablo no pudo vencerle con sus tentaciones. Su fracaso no le hizo perder la esperanza de conseguir la victoria en una nueva oportunidad: ”Se apartó de Él por un tiempo”(Lucas 4: 13). Por lo tanto, no tenemos que bajar la guardia porque más pronto o más tarde volverá a la carga. Tenemos que seguir fortaleciéndonos en el temor del Señor para que el diablo no nos encuentre desprevenidos y que a través de una grieta en nuestra armadura pueda introducir la flecha ardiente que nos dañe. Así es como seremos salvos de nuestros enemigos (v.3).


 

JUECES, 14: 3

“Y Sansón respondió a su padre: Tómame ésta por mujer, porque ella me agrada”

Sansón era un nazareo. Un hombre que desde el vientre de su madre había sido escogido para servir a Dios en santidad. En ningún lugar de la Escritura se encuentra un texto que diga que los siervos de Dios tengan que ser célibes. La ley del matrimonio lo es para todos los hombres, excepto “los eunucos que nacieron así del vientre de su madre” (Mateo 19: 12). Interpreto esta excepción en el sentido que el Señor por el motivo que sea haya borrado el deseo sexual en un niño. Un texto que tiene que tenerse presente en el tema del celibato obligatorio de los sacerdotes: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios, por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, prohibirán casarse”  (1 Timoteo 4: 1-3).

A los hombres de Dios se les puede aplicar el mandato del apóstol Pablo: “Digo, pues, a los solteros…que bueno les fuera quedarse como yo” (soltero),”pero si no tienen el don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando” (1 Corintios 7, 8, 9).

El principio general vigente entre los israelitas fue lo que hoy se conoce como matrimonio mixto. Entre los israelitas la prohibición afectaba a los matrimonios entre un israelita y un gentil. La prohibición que provenía de Dios tenía su razón de ser. El conyugue que no perteneciese al pueblo de Dios induciría al conyugue creyente a fornicar con los dioses paganos que adoraba el conyugue gentil. Sansón por haber sido instruido por sus padres en la Ley de Dios tenía que ser conocedor de dicha prohibición. Así y todo pidió a sus padres que tomasen para él una mujer filistea. La explicación que les dio para tal elección fue: “”porque ella me agrada”. No le importaban las creencias de la mujer. Lo que prevalecía fue el aspecto físico. Las creencias no importaban. Sansón, contraviniendo la Ley de Dios se casó con una gentil y en un abrir y cerrar de ojos el matrimonio naufragó. La cosa no termina aquí.  El declive espiritual de Sansón continuó acentuándose con sus relaciones sexuales con prostitutas. Dalila fue la más famosa de ellas y la que le llevó al desastre.

El apóstol Pablo da instrucciones a las viudas que considero son perfectamente aplicables a los solteros: “La mujer casada está ligada por la Ley mientras su marido vive, pero si muere su marido, libre es de casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor” (1 Corintios 7: 39). “Que sea en el Señor” es el secreto de un matrimonio cristiano. Ello no quiere decir que los futuros esposos no tengan que agradarse físicamente. El atractivo físico juega un papel importante en el matrimonio, pero no el más importante, a la hora de escoger marido o esposa. Lo que hace que un matrimonio sea indestructible es si los conyugues son uno en el Señor. En este caso lo que Dios une no lo separa el hombre.

 

 

HABITO DE LECTURA

<b>Existen libros que merecen ser leídos y digeridos</b>

<b>Blai Felip Palau</b> en un breve relato ambientado en un tren, describe con mucha exquisitez nuestro mundo controlado por el móvil y sus infinitas aplicaciones. Tres personas son los protagonistas que viajan en el tren: La mama y sus dos hijas: La Lidia y la Carla. La mama enganchada a su móvil de última generación en su mano derecha. Con la izquierda a un móvil antiguo con el que entretiene a Carla “de trece meses tiernos y las neuronas aviciadas a los videos que la mama le planta a un palmo de la cara para tenerla entretenida”, sentada en el cochecito en medio del pasillo. En otro asiento, Lidia de 14 años, rara avis in terris, lee. Mientras tanto la mama discute con un señor que ha tenido el atrevimiento de pedirle que silencie la musiquilla del móvil que distrae a la hija pequeña. Lidia se levanta y saca del cochecillo a su hermanita y se la pone en su falda y, al oído, con voz baja le lee un cuento. Finalizado el trayecto las tres mujeres llegan a casa. Carla duerme. Lidia se encierra en su habitación y prosigue con la lectura. La mama se acerca al papa que cocina y le dice preocupada: “Lidia ha estado leyendo durante todo el viaje y ahora está aficionando a  Carla, ¡ya no sé qué podemos hacer!” El papa retira la sartén del fuego, consternado. “Tendrías que hablar con ella, tal vez te hará caso”, añade la mama”. ¿Qué es lo que hemos hecho mal?” Curioso, ¿verdad? Un papa y una mama enganchados al móvil de última generación y a sus aplicaciones consternados porque su hija mayor se ha aficionado a la lectura y la pequeña va en camino de también serlo.

Hace años cuando Internet y las nuevas tecnologías se encontraban a años luz leí que el secreto de la publicidad reside en la imagen y en el texto muy corto porque la gente no lee. Tal vez en aquellos días las personas tenían a su alcance otros medios de distracción.  El móvil y las aplicaciones hacen más visible la apatía por la lectura. Hace sesenta o setenta años la escolarización no estaba generalizada como lo está hoy. Era normal que muchas personas no hubiesen visto en toda su vida un libro. Si la escolarización universal no ha conseguido extirpar la aversión al libro significa que en la condición humana existe algo que impide que la lectura sea un placer.

Uno de los problemas de la sociedad actual es que se ha implantado la cultura del mínimo esfuerzo. Impone la inmediatez. Persigue que todo suceda al segundo. La característica de la sociedad actual es la irreflexión. Persigue que permanezcamos en el infantilismo. A nutrir el alma exclusivamente con leche. No nos hemos hecho adultos sensatos. Ello nos lleva a convertirnos en adictos digitales porque no es necesario pensar. Nos tragamos todo lo que se nos ofrece sin pararnos a reflexionar si es bueno o malo. El resultado es que nos engullimos todo lo que nos perjudica y rechazamos lo que nos sería beneficioso.

<b>Emili Teixidor</b> tiene una cita que me  he hecho mía  porque tiene que ver con el placer de la lectura: “Leer siempre tiene el poder de transformar la sociedad y si no fijémonos en todos los que leen los evangelios”. Los evangelios no existen para distraernos. Los tenemos a nuestro alcance porque nos dan vida y vida abundante. Si nos distraemos con muchas lecturas banales no tendremos tiempo para la buena lectura y por descontado para la excelente.

Los evangelios son en el campo del espíritu lo que el Catón  es en el campo de la cultura. El Catón es un libro que hace muchos años se utilizaba en las escuelas para enseñar a leer a los niños. Los evangelios y el Catón son herramientas que sirven para iniciarse en el campo del espíritu el uno y el de la cultura el otro. En ambos casos un elemento externo estimula el aprendizaje. En el  campo del espíritu se despierta el alma soñolienta. En el campo cultural el placer por la lectura. Sea en el campo espiritual o en el cultural tiene que despertarse el interés que nos saque de la cuna.

Me decía un amigo que lo que le despertó el interés por la Biblia fueron los <i>westerns</i> que presentaban un cristianismo evangélico que difería del catolicismo. Un estímulo externo más la presencia del Espíritu Santo alejan del alma la apatía que le impide respirar. Los evangelios abren la puerta que conduce a la vida eterna y el Catón para un beneficio temporal.

La vida nos enseña que a partir del nacimiento se produce crecimiento. La vida se desarrolla pasando por diversas etapas. Sería una anomalía que transcurrido el tiempo, el crecimiento  del recién nacido se hubiese estancado en la infancia. Lo lógico es el crecimiento tanto físico como intelectual.

En el campo del espíritu sucede algo parecido. Por la fe en el Nombre de Jesús el creyente se convierte en un hijo de Dios por adopción. Los evangelios son la leche espiritual que el recién nacido necesita. Paulatinamente se va sustituyendo la leche por el alimento sólido que lo es toda la Escritura. El apóstol Pablo escribiendo a su discípulo Timoteo le dice: “Pero persiste tú en lo que has aprendido (de su madre y de su abuela) y te persuadiste, sabiendo de quien has aprendido, y que desde la niñez  has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para salvación por la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3: 14-17). Toda la Biblia estudiada a lo largo de la vida convierte a los niños en las personas de bien que la sociedad necesita urgentemente.

Octavi Pereña i Cortina

 

diumenge, 5 de juny del 2022

 

NO TENGO NADA QUE EXPLICAR

<b>Más pronto o más tarde todos nos veremos obligados a declarar</b>

La visita del rey emérito a España ha provocado que un sector de la población  y de la clase política se haya lamentado de que no haya dado ninguna explicación de su comportamiento de dudosa calidad. La justicia no investiga porque se ha cerrado el caso. Preguntado el monarca por un periodista sobre el tema, respondió: “No tengo nada que explicar”. No nos estanquemos en el rey Juan Carlos. Se dan muchos casos de corrupción acompañados de hermetismo judicial. No tiene nada que decir. Las escuchas telefónicas hechas ilegalmente aunque vayan avaladas por la aprobación judicial, la respuesta ha sido el silencio porque las actuaciones del CIS son secretas. De las cloacas del Estado no se habla porque son razón de Estado. Se dan delitos que si llegan a los juzgados se les da esquinazo. Otros delitos permanecen ocultos porque se ignoran. ¿Estamos seguros que lo que permanece oculto no llegará un día que no vaya a hacerse público?

Si no existiese Dios que es el Creador de todo lo existente y que por ello es la autoridad suprema y que se cuida de conocer todo lo que los hombres hacemos, ello sería motivo de frustración. Como existe, no da lugar a la frustración porque es la garantía que la justicia que no se encuentra aquí en la Tierra se hará en el cielo dando a cada uno de acuerdo a lo que sus obras merezcan.

Se nos enseña que el ser humano, si se lo propone seriamente, pude llegar a conocerse a sí mismo. Si lo que la Biblia dice es cierto, y lo es porque es Palabra de Dios, el hombre natural, el que es nacido de mujer, anda en tinieblas, la introspección que se nos recomienda hacer para que lleguemos a conocernos a nosotros mismos, no puede llevarnos a conocer quiénes somos. Jesús que es la luz del mundo, al alumbrar el corazón de los hombres y despejar las tinieblas que en ellos hay, sí que consigue que nos conozcamos a nosotros mismos al ser conscientes del pecado que se encuentra escondido en nuestra alma. El salmista, inspirado por el Espíritu Santo, confiesa: “Mientras callé, se envejecieron mis ojos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano, se volvió mi verdor en sequedades de verano” (Salmo 32: 3, 4). La experiencia del salmista, ¿no refleja  nuestra sociedad sacudida por numerosos trastornos mentales que la hacen gemir día y noche? Si no fuese por la presencia del Espíritu Santo que hace ver al hombre lo que realmente es, el poeta habría sido incapaz de hacer la declaración. “Confesaré mis transgresiones al Señor, y tú perdonaste la maldad  de mi pecado” (v. 3).

La mayoría de las personas no creen que Dios exista, ni mucho menos que se le tenga que dar cuenta de lo que hacemos. Así nos van las cosas, de mal a peor. No nos place pensar que existe un código ético-moral que resume la filosofía  de la vida en el texto que conocemos como los Diez Mandamientos. En cierta ocasión se le acerca a Jesús un hombre rico para preguntarle que tendría que hacer para heredar la vida eterna. Jesús le responde: los mandamientos tienes,  cúmplelos. Este hombre satisfecho consigo mismo, responde: “He guardado todas estas cosas desde mi juventud”. Al escuchar estas palabras Jesús le responde: “Todavía te falta una cosa: Vende todo lo que tienes y repártelo con los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo. Y ven, sígueme. Al oír esto se entristeció porque era muy rico” (Lucas 18: 18-30). Este personaje anónimo creía que se concia. Jesús al hacer la prueba del algodón se puso de manifiesto que de sí mismo no sabía nada.

Existen muchas personas que con altanería dicen: “¿Qué tengo que explicar?” Piensan que porque han dado el esquinazo a la justicia humana también lo van a conseguir con la divina. Ante los ojos de Cristo, el Juez supremo, que conoce al dedillo las interioridades de los juzgados, se equivocan si piensan que van a darle gato por liebre.

El rey David escribió esta declaración: “Oh Señor, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme, has entendido desde lejos mis pensamientos, has escudriñado mi andar y mi reposo, todos mis caminos  te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Señor, tú la sabes toda. Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tus manos. Tú conocimiento es demasiado maravilloso para mí, alto es, no lo puedo comprender. ¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia…” (Salmo 139: 1-12).

Se puede ser muy religioso a la vez que ateo. La incredulidad no elimina a Dios. Así que, cuando llegue la hora en que tengamos que presentarnos ante la presencia del Juez supremo, ¿cree el lector que podremos proceder como si nos encontrásemos ante un periodista que al planearnos una pregunta incómoda le podremos decir: “No tengo nada que explicar?”

Octavi Pereña i Cortina

 

 

JUAN 19: 15

“Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar?  Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César”

Cuando el profeta Samuel envejeció,  los ancianos de Israel se juntaron y fueron a ver al profeta y le dijeron: “Constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones”            (1 Samuel 8: 5). El Señor se dirige a Samuel y le dice: “Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan, porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos”  (v. 7).

Los ancianos, los representantes legales del pueblo, hacen una declaración formal de renuncia a que el Señor sea su Rey. En el caso de Jesús también son las autoridades que representan al pueblo las que le dicen a Pilato: “No tenemos más rey que César”.

Permitir que el Señor no sea el Rey tiene sus consecuencias porque se reconoce a otra autoridad que no Dios. A la vez no se pueden servir a dos señores. Se debe servir a un solo Señor. A lo largo de los siglos, la humanidad, en su mayoría ha servido a Satanás, el dios de este mundo. El diablo es mentiroso y padre de mentira, sus súbditos con sus hechos demuestran quien es su padre. Siguen los pasos de tan indeseable  padre: asesinatos, crímenes a manta, corrupción, guerras…Seguir a Satanás tiene sus funestas consecuencias. De labios se vuelven al Rey. Tan pronto como las cosas mejoran, abandonan el Dios que los había sacado de la tribulación y vuelven a las andadas. El resultado de abandonar al Rey les que las cosas van de mal a peor.

Solamente existen dos sistemas políticos: democracia que es el gobierno del hombre y teocracia que es el gobierno de Dios. El primero, porque tiene como señor a Satanás que constituye gobiernos que llevan a la dictadura. Lo vemos claramente hoy cuando gobiernos democráticos paulatinamente se inclinan por el totalitarismo. Se recoge lo que se siembra.

La democracia no es totalitarismo religioso, es el gobierno de Dios en las personas que a su vez se preocupan por el bienestar de los ciudadanos ya que al buscar el bienestar del pueblo porque si gobiernan redactan constituciones cimentadas en la Ley de Dios. La Ley de Dios se resume en: Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Dado que Satanás señorea en este mundo es totalmente imposible constituir una nación verdaderamente cristiana. Los verdaderos cristianos esparcidos por la faz de la tierra, en su día Dios los reunirá en el reino de Dios para ser ciudadanos de un reino en el que brillará la justicia en su máximo esplendor. Es Dios quien hace que el reino celestial sea un reino teocrático.

 


 

SALMO 130: 6

“Mi alma espera en el Señor, más que los centinelas a la mañana, más que los vigilantes a la mañana”

Se dice que la esperanza es lo último que se pierde. Desgraciadamente el ser humano ha perdido la esperanza verdadera y duradera. Esperanza sí que tiene, pero en cuestiones triviales: en que su equipo gane al eterno rival, en que hará un buen día en  el día de la boda de la hija, la vacaciones serán inolvidables, que el hijo será una eminencia…Para qué alargar más la lista. Son esperanzas fallidas porque no aportan lo que se espera de ellas. Con la esperanza en las cosas mundanas siempre aparece un imprevisto que la ensombrece.

El salmo 130 nos enseña a superar los desengaños y a remontarnos hacia alguien que nos produce esperanza duradera: “De lo profundo, oh Señor, a ti clamo. Señor oye mi voz, estén atentos tus oídos a la voz de mi súplica” (v. 1). Debido al pecado en el ser humano siempre aparecen carencias que abortan la felicidad. Desde lo profundo del alma el salmista suplica al Señor que atienda su súplica. ¿Dónde voy a estar más seguro que resguardarme debajo de tus alas como la gallina cobija debajo de sus alas a los polluelos cuando amenaza el peligro?

El salmista es consciente de su pecado: “Dios mío, si miras los pecados, ¿quién oh Señor podrá mantenerse?” (v.3). Si tú Señor no perdonas mi pecado dónde iré a buscar socorro?  Fuera de ti, Señor, no hay lugar seguro. El salmista no es alguien que únicamente conoce al Señor de oídas. Es una persona que verdaderamente conoce a Dios porque por la fe en el Nombre de su Hijo el Espíritu Santo mora en su interior. “Pero en ti hay perdón para que seas reverenciado” (v. 4). Consciente de que su pecado ha sido perdonado por la fe en Jesús, su alma encuentra descanso en las tribulaciones.

Desconozco si el salmista fue soldado. Lo que sí manifiesta su poema es que conoce los sentimientos del centinela durante la guardia en la oscura noche. Cualquier ruido lo espanta. Las horas se le hacen interminables. “Esperé yo al Señor, esperó mi alma, en su palabra he esperado. Mi alma espera en el Señor más que los centinelas a la mañana, más que los vigilantes a la mañana” (vv. 5, 6). Con el mismo empeño que pone el centinela en que amanezca para que desaparezcan sus temores, es el que el salmista deposita en el Señor. Algo muy significativo de la experiencia que tiene con Dios es que no se la guarda para sí mismo. La comparte con sus lectores: “Espera Israel en el Señor, porque en el Señor hay misericordia, y abundante redención en Él, y Él redimirá a Israel de todos sus pecados”  (vv. 7, 8).

Espera en el Señor, oh lector, para que puedas recibir de Él la protección que necesitas en los momentos de angustia.