diumenge, 24 d’abril del 2022

 

JUAN 6: 26

“Respondió Jesús y les dijo: de cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis”

¿Cuál es el principal motivo que nos impulsa a buscar a Jesús? El capítulo 6 del evangelio de Juan  aporta luz a la pregunta. El pecado que se extiende como metástasis crea pobreza por doquier. Las iglesias en general y los cristianos en particular tenemos que hacer frente al drama del hambre. El hambre se ha generalizado no porque no haya alimentos suficientes. En gran parte se debe al malbaratamiento de alimentos. Para evitar que los precios bajen se prefiere destruir suministros para evitar que los precios bajen antes que distribuirlos entre los indigentes.

El hambre  a veces no somos conscientes cual es la causa que lo provoca. Jesús se enfrenta al problema y lo aborda sin prejuicios. No lo hace de manera políticamente correcta. Lo hace tal como debe hacerse.

“Y le seguía una gran multitud, porque veía las señales que hacía en los enfermos”  (v. 2). Las señales que hacía le acreditaban como el Mesías que era. Pero el pueblo le veía como un benefactor que nada tenía que ver con el alma. Pensaban únicamente en el cuerpo y veían cuan maravilloso era que curase sus enfermedades y saciase sus vientres. . Para ellos Jesús era la bicoca. Asegurémonos que esta situación perdure, se dijeron. Vayamos a buscarle y le haremos rey (v. 15). Para evitar tal imprudencia Jesús se retira al monte porque no veían en Él el Rey que era.

El hambre y las dolencias del cuerpo son muy visibles. Los reportajes televisivos se encargan de hacérnoslo ver. La facilidad con que captamos la existencia del hambre física nos hace olvidar el hambre del alma. No relacionamos los males que nos maltratan con el abandono del alma a la que no alimentamos como es debido. Al relatar las bienaventuranzas Jesús empieza la narración diciendo: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5: 3). Con estas palabras desea que os demos cuenta de que los reinos de este mundo hoy son y mañana han dejado de existir. En cambio el Reino de Dios sobrevive a todos ellos porque es eterno. Sin dejar de pensar la necesidades físicas que son reales tenemos que mirar en lo profundo de nuestras almas para darnos cuenta de que también tenemos que alimentarla. El pan que nutre el cuerpo no garantiza la vida ya que no impide la muerte.  Cuando Jesús se refiere a un pan que desciende del cielo y da vida al mundo (v. 33), la multitud pidió: “Señor, danos siempre este pan” (v. 34) Esta solicitud es muy semejante a la de la samaritana que cuando Jesús le habló del agua viva la mujer le dijo que le diese esta agua para que no tuviese necesidad de ir al pozo cada día a buscar agua. (Juan 4: 1-42).

A la multitud que le pidió pan Jesús les dijo: “Yo soy el pan de vida, el que a mí viene nunca tendrá hambre, el que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (v. 35). Cuando Pilato preguntó a la muchedumbre si quería que dejase librea Jesús, respondieron: Crucifícale, crucifícale. ¿Qué hará el lector con Jesús que es el agua y el pan que para vida eterna permanecen?


 

SALMO 50: 15

“Invócame en el día de la angustia, te libraré, y tú me honrarás”

¿Cuál es el día de la angustia para el lector? diversos son. Puede verse fuertemente afectado por el fallecimiento de un familiar o de un amigo íntimo. En estos tiempos caóticos el desahucio le puede afectar directamente.  En esta época de colapso económico puede encontrase en el paro por la quiebra de la empresa en que trabajaba o en situación de busca permanente de trabajo, sin encontrarlo, lo cual le obliga a depender de los padres o de la beneficencia pública o privada. En un abrir o cerrar de ojos se puede pasar de vivir con cierta holgura a encontrase en una extrema miseria. Tal vez tiene una hija adolescente embarazada y abandonada por quien decía amarla, o puede tener una hija violada por uno o por una manada que tanto abundan y que están al acecho de una víctima para abalanzarse sobre ella. Las situaciones que provocan angustia son muchísimas. Si el lector está pasando por una de ellas, ¿cómo reacciona?

La televisión nos muestra con más frecuencia de las desagradables escenas de patético dolor en que los sufrientes no encuentran consuelo en ninguna parte. Las autoridades, en determinadas situaciones proporcionan asistencia sicológica que hasta cierto punto ayuda a mitigar el dolor. El hecho de que dicha asistencia no llegue hasta el interior del alma, la herida permanece abierta. El consuelo que desesperadamente necesita, la sicología no se lo ha proporcionado. Debido a ello algunos encienden velas ante la fotografía de un ser querido y hablan con él o con ella, así lo creen, en busca de consuelo. La conversación es un diálogo de sordos porque el fallecido no puede ver ni oír a la persona que le invoca. Otros acuden a santos/as y vírgenes. Invocan a imágenes mudas que no pueden consolar al desconsolado.

El Dios eterno que vive para siempre en la Persona de su Hijo Jesús se acerca al lector adolorido y le dice: “Invócame en el día de la angustia”. Escúchame. Atiende a mi petición impregnada de un amor insondable porque yo contemplo tu dolor y lo siento en lo profundo de mí ser. No dudes. No hagas caso a quienes dicen que yo te he creado pero que te he abandonado a tu suerte. Mi amor por ti es tan intenso y profundo que me he visto obligado a enviar a mi Hijo Jesús para que si crees en Él recibas vida eterna. No soy una imagen de piedra o de madera o de oro revestida de lujoso ropaje. Soy el Dios eterno quien te habla. Invócame en el día de tu angustia. Mitigaré tu dolor y en respuesta al bien que te he proporcionado tú me honrarás. Tendrás que ser una persona con corazón tan endurecido que en respuesta al inmenso bien que recibes de mi blasfemes mi Nombre.

 

 

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