MATEO 15: 12
“Entonces se acercaron a Jesús ciertos
escribas y fariseos de Jerusalén diciendo: ¿Por qué tus discípulos quebrantan
la tradición de los ancianos?”
El
texto que comentamos pone de manifiesto la facilidad con que se altera el orden
de las prioridades. Los tradicionalista, en el
campo religioso, lo son aquellos que cimentan sus creencias sobre las
tradiciones humanas y no sobre la Palabra de Dios. Los fariseos que fueron los
campeones del tradicionalismo en tiempos de Jesús se quejaron al Señor de que
sus discípulos habían quebrantado la tradición de los ancianos. No se quejaron
de que hubiesen quebrantado la Ley de Dios. Para ellos la Ley de Dios poco les
importaba. Se quejaron de que hubiesen quebrantado enseñanzas humanas que
habían suplantado a la Ley de Dios. No lo hicieron por la sencilla razón de que
cuando no se tiene a Dios en el corazón el vacío que crea su ausencia tiene que
llenarse con pensamientos humanos. En el caso del cristianismo el vacío tiene
que llenarse con la Tradición, es decir, las enseñanzas que a lo largo de los
siglos han impartido los doctores de la Iglesia. Poco a poco las enseñanzas
eclesiásticas han ido marginando la Palabra de Dios ocupando el lugar
preeminente que le corresponde a Ella. A los tradicionalistas de todos los
siglos Jesús les dice: “Vosotros habéis
invalidado la Palabra de Dios con vuestras tradiciones” (Marcos 7. 13). “Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías
diciendo: De labios me honran, mas su corazón está lejos de mí, enseñando
doctrinas y mandamientos de hombres” (Mateo 15: 7-9).
El
apóstol Pablo antes de su conversión a Cristo fue un recalcitrante fariseo que
perseguía a muerte a los cristianos. Acercándose a Damasco como inquisidor
rabioso, se encontró con Jesús que le derribó del caballo lo cual le impulsó a
preguntar: ¿Qué quieres que haga Señor? A
partir de aquel momento se convirtió
en una nueva persona y entendió que Dios y su Palabra tienen prioridad sobre
las tradiciones de los hombres. Con estas palabras lo expresa: “Mirad que nadie se engañe por
filosofías y vanas sutilezas según la
tradición de los hombres, según los rudimentos del mundo, y no según Cristo”
(Colosenses 2: 8).
En la
Iglesia Católica se ha oficializado la Tradición cuando el Concilio de Trento
equiparó la Tradición con las Sagradas Escrituras. Con dicha resolución lo que
se ha conseguido es que la Tradición haya suplantado la Palabra de Dios. Lo que
se ha conseguido con ello es que la Iglesia Católica no pueda regenerarse
al no encontrarse en un permanente
estado de renovación espiritual. De ahí los escándalos que manifiestan la corrupción existente en la Jerarquía y de
ahí en los fieles.
La
denuncia que Jesús hace contra la tradición de los ancianos enciende una luz
roja que nos avisa del peligro que nos amenaza también a los evangélicos porque sin darnos cuenta nos vamos deslizando
por la pendiente del tradicionalismo con lo que la Biblia va perdiendo
autoridad. Con ello vamos perdiendo nuestra razón de ser: Luz que alumbra en
medio de un mundo envuelto de profundas tinieblas espirituales. Por dejar de
ser faro que alerta del peligro de los arrecifes somos incapaces de iluminar el
camino por el que transitan los ciegos.
1 SAMUEL 25: 21, 22
“Y David había dicho: Ciertamente en vano he
guardado todo lo que este tiene en el desierto, sin que nada le haya faltado de
todo cuanto es suyo y él me ha devuelto mal por bien. Así haga Dios a los
enemigos de David y aun les añada, que de aquí a mañana, de todo lo que fuese
suyo no he de dejar en vida ni un varón”
David
se siente estafado. Sus hombres habían protegido a los pastores y rebaños de
Nabal. Cuando David se entera de que se celebraba el esquileo de las ovejas,
envía a diez jóvenes para pedir ayuda a Nabal. Éste los despide de malas
maneras. Cuando los enviados regresan con las manos vacías David se enfurece y
jura exterminar a toda la casa de Nabal. El odio ciega a David y le ofusca el
entendimiento. “No digas: Yo me vengaré, espera
en el Señor, y Él te salvará” (Proverbios 20: 22). Cegado por el odio que
corroe su corazón David reúne a sus
hombres y emprende el camino para cumplir la venganza que el odio le había
encendido.
Abigail,
la esposa de Nabal se comporta como la mujer virtuosa que describe Proverbios
31: 10-31. Carga en unos asnos provisiones y
emprende el camino para encontrarse con l airado David. Cuando lo tiene
enfrente desciende del asno “y
postrándose sobre su rostro delante de David, se inclinó a tierra” (v. 23).
Las feministas podrán encontrar este comportamiento inaceptable por humillante,
olvidan pero que la humildad es la antesala de la exaltación. Abigail había
aprendido del Señor que es “manso y
humilde de corazón” (Mateo 10: 29). ¡Si se creyese lo que dice el
proverbio: “La blanda respuesta quita la
ira, mas la palabra áspera hace subir el furor”! (Proverbios 15: 1),
disminuirían considerablemente los conflictos. Mientras pensemos que la
humildad es un acto de cobardía, los
conflictos se incrementarán. La humildad es un apaga fuegos.
La
humildad de Abigail va acompañada del amor al prójimo que nos enseña el Gran
Mandamiento. Es por esto que busca el bien de David al decirle que no se deje
guiar por la sed de venganza. Abigail sabe que David es el ungido del Señor y
que un día será rey de Israel. Recordándole este futuro, le dice: “Entonces, señor mío, no tendrás motivo de
pena ni remordimiento por haber derramado sangre sin causa, o por haberte
vengado por ti mismo” (v. 31). La respuesta de David a las blandas palabras
de la mujer es: “Bendito sea el Dios de
Israel, que te envió para que me encontrases. Y bendito sea tu razonamiento, y
bendita tú que me has estorbado hoy de ir a derramar sangre y a vengarme por mi
propia mano” (vv. 32, 33).
¡Cuán
necesitado está hoy el mudo de
personas que posean el espíritu de Abigail que hablen blandas palabras y de
personas que como David estén dispuestas a escuchar!
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