MATEO 12: 36
“Mas yo os digo que toda palabra ociosa que dicen
los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio”
Con
respecto al no oportuno nombre Día de la Raza o de la Hispanidad, políticos
españoles al frente de los cuales aparece el ex presidente José Mª Aznar, han
puesto el grito en el cielo ante el clamor de los pueblos sudamericanos pidiendo justicia por los
desmanes que los conquistadores castellanos cometieron durante la conquista. La
incongruencia del caso es que quienes defienden a capa y espada la integridad
de España adolecen de ignorancia histórica porque en aquel entonces España no
existía. Defienden algo inexistente con palabras que destilan odio, no
reconciliación con quienes piden reparación. Lo lamentable del caso es que
quienes reaccionan de manera tan poco cristiana lo hagan personas que se
confiesan cristianas. La usurpación del calificativo cristiano por parte de
quien no lo sea realmente se carga con la doble responsabilidad al blasfemar el
Nombre de Cristo que es Dios de perdón y de misericordia, que derriba los muros
de separación que levanta el pecado.
El
contexto inmediato del texto que comentamos es la enseñanza de Jesús sobre el
árbol bueno y malo. En el capítulo 12 de Mateo toman relevancia quienes
hipócritamente quieren presentarse en público como personas justas. Las
enseñanzas de Jesús quitan la careta y muestran la hipocresía de quienes
quieren aparentar ser personas justas.
“O haced el árbol bueno y su fruto bueno, o
haced el árbol malo y su fruto malo, porque por el fruto se conoce el árbol” (v. 33). Cuando Jesús considera
a los fariseos “generación de víboras”,
utiliza las mismas palabras que empleó Juan el Bautista cuando los fariseos
venían a su bautismo: “¡Generación de
vívoras1 ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? (Mateo 3: 7). Jesús
profundiza lo dicho por el Bautista cuando dirigiéndose a los fariseos les
dice: “¡Generación de víboras! ¿Cómo
podéis hablar lo bueno siendo malos? Porque de
la abundancia del corazón habla la b oca…y el hombre malo, del mal
tesoro saca malas cosas” (vv.34, 35).
Las
palabras buenas o malas no se las lleva el viento. Quedan grabadas en el libro que registra
todos los hechos de los hombres: ”Y vi a
los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios, y los libros fueron
abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida, y fueron
juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros según sus
obras” (Apocalipsis 20: 12). Jesús dando una oportunidad a los hipócritas
de arrepentirse de sus pecados, dice a los fariseos: “Mas yo os digo que toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella
darán cuenta en el día del juicio” (v. 36).
SALMO 51: 17
“Los sacrificios de Dios son el espíritu
quebrantado, al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”
El
espíritu quebrantado es lo opuesto al espíritu orgulloso. Ambas maneras de ser
quedan reflejadas en la parábola del fariseo y el cobrador de impuestos. Ambos
adoradores suben al templo a adorar a Dios, pero la manera de hacerlos cada uno
de ellos es distinta. En la introducción de la parábola. Jesús hace esta
declaración con respecto a quienes convierten la adoración en una
representación teatral: “A unos que
confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los
otros” (Lucas 18. 9). Esta introducción merece que se le dedique un mínimo
de atención porque la parábola que va a citar Jesús va destinada a desenmascarar
a aquellos que a sí mismos se consideran justos. La parábola tiene el propósito
de demostrar que aquellos que van a la iglesia sin espíritu quebrantado los
rechaza..
Quienes
poseen el espíritu farisaico son celosos de la adoración pública. Tales
personas cuidan al detalle que los cultos se hagan decentemente y con orden.
Los asistentes tienen que vestir decorosamente. Los congregados tienen que vestir decentemente,
especialmente las mujeres que tienen que vestir según el concepto que ellos
tienen del recato. Cualquier discrepancia con los cánones por ellos
establecidos son motivo de crítica feroz, robando a los enjuiciados el derecho
al respeto.
El
fariseo de la parábola da gracias a Dios “porque
no es como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este
publicano” (v.11). En vez de poseer un espíritu quebrantado por reconocer
su condición de pecador que clama a Dios por el perdón de sus pecados, con
insolencia se dirige a Dios presumiendo de unas bondades de las que carece y se
fija en las maldades de quien no es como él.
En las
películas del Oeste cuando aparecen escenas de culto evangélico, las beatas de
la congregación murmuran contra la mujer que no consideran digna a asistir a
los cultos. Este comportamiento nada evangélico no se da solamente en el cine.
El hecho de que Jesús tenga que denunciarlo en la parábola registrada en la
Biblia lo ha sido para instrucción de los cristianos de todas las generaciones.
La nuestra también.
Lo que
Jesús rechaza en los asistentes a los cultos es la apariencia externa de
piedad, bendice el espíritu del cobrador de impuestos: ”Dios, sé propicio a mí pecador” (v.13).
El
texto del salmo 51 que ha servido de base a esta meditación lo escribió el rey
David después de haber sido reprendido por el profeta Natán por su adulterio
con Betsabé y el asesinato e su marido. Sea cual sea el pecado cometido no
rechaza a los quebrantados de corazón. Los enaltece. A los presuntuosos los
humilla. Que en las congregaciones prevalezcan los contritos de corazón para
que se conviertan en oasis en donde pecadores como la samaritana puedan beber
el agua viva que da vida eterna.
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