diumenge, 17 d’octubre del 2021

 

MATEO 12: 36

“Mas yo os digo que toda palabra ociosa      que dicen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio”

Con respecto al no oportuno nombre Día de la Raza o de la Hispanidad, políticos españoles al frente de los cuales aparece el ex presidente José Mª Aznar, han puesto el grito en el cielo ante el clamor de los pueblos  sudamericanos pidiendo justicia por los desmanes que los conquistadores castellanos cometieron durante la conquista. La incongruencia del caso es que quienes defienden a capa y espada la integridad de España adolecen de ignorancia histórica porque en aquel entonces España no existía. Defienden algo inexistente con palabras que destilan odio, no reconciliación con quienes piden reparación. Lo lamentable del caso es que quienes reaccionan de manera tan poco cristiana lo hagan personas que se confiesan cristianas. La usurpación del calificativo cristiano por parte de quien no lo sea realmente se carga con la doble responsabilidad al blasfemar el Nombre de Cristo que es Dios de perdón y de misericordia, que derriba los muros de separación que levanta el pecado.

El contexto inmediato del texto que comentamos es la enseñanza de Jesús sobre el árbol bueno y malo. En el capítulo 12 de Mateo toman relevancia quienes hipócritamente quieren presentarse en público como personas justas. Las enseñanzas de Jesús quitan la careta y muestran la hipocresía de quienes quieren aparentar ser personas justas.

“O haced el árbol bueno y su fruto bueno, o haced el árbol malo y su fruto malo, porque por el fruto se conoce el árbol” (v. 33). Cuando Jesús considera a los fariseos “generación de víboras”, utiliza las mismas palabras que empleó Juan el Bautista cuando los fariseos venían a su bautismo: “¡Generación de vívoras1 ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? (Mateo 3: 7). Jesús profundiza lo dicho por el Bautista cuando dirigiéndose a los fariseos les dice: “¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno siendo malos? Porque de  la abundancia del corazón habla la b oca…y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas” (vv.34, 35).

Las palabras buenas o malas no se las lleva el viento.  Quedan grabadas en el libro que registra todos los hechos de los hombres: ”Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios, y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida, y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros según sus obras” (Apocalipsis 20: 12). Jesús dando una oportunidad a los hipócritas de arrepentirse de sus pecados, dice a los fariseos: “Mas yo os digo que toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio” (v. 36).


 

SALMO 51: 17

“Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado, al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”

El espíritu quebrantado es lo opuesto al espíritu orgulloso. Ambas maneras de ser quedan reflejadas en la parábola del fariseo y el cobrador de impuestos. Ambos adoradores suben al templo a adorar a Dios, pero la manera de hacerlos cada uno de ellos es distinta. En la introducción de la parábola. Jesús hace esta declaración con respecto a quienes convierten la adoración en una representación teatral: “A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban   a los otros” (Lucas 18. 9). Esta introducción merece que se le dedique un mínimo de atención porque la parábola que va a citar Jesús va destinada a desenmascarar a aquellos que a sí mismos se consideran justos. La parábola tiene el propósito de demostrar que aquellos que van a la iglesia sin espíritu quebrantado los rechaza..

Quienes poseen el espíritu farisaico son celosos de la adoración pública. Tales personas cuidan al detalle que los cultos se hagan decentemente y con orden. Los asistentes tienen que vestir decorosamente. Los  congregados tienen que vestir decentemente, especialmente las mujeres que tienen que vestir según el concepto que ellos tienen del recato. Cualquier discrepancia con los cánones por ellos establecidos son motivo de crítica feroz, robando a los enjuiciados el derecho al respeto.

El fariseo de la parábola da gracias a Dios “porque no es como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano” (v.11). En vez de poseer un espíritu quebrantado por reconocer su condición de pecador que clama a Dios por el perdón de sus pecados, con insolencia se dirige a Dios presumiendo de unas bondades de las que carece y se fija en las maldades de quien no es como él.

En las películas del Oeste cuando aparecen escenas de culto evangélico, las beatas de la congregación murmuran contra la mujer que no consideran digna a asistir a los cultos. Este comportamiento nada evangélico no se da solamente en el cine. El hecho de que Jesús tenga que denunciarlo en la parábola registrada en la Biblia lo ha sido para instrucción de los cristianos de todas las generaciones. La nuestra también.

Lo que Jesús rechaza en los asistentes a los cultos es la apariencia externa de piedad, bendice el espíritu del cobrador de impuestos: ”Dios, sé propicio a mí pecador” (v.13).

El texto del salmo 51 que ha servido de base a esta meditación lo escribió el rey David después de haber sido reprendido por el profeta Natán por su adulterio con Betsabé y el asesinato e su marido. Sea cual sea el pecado cometido no rechaza a los quebrantados de corazón. Los enaltece. A los presuntuosos los humilla. Que en las congregaciones prevalezcan los contritos de corazón para que se conviertan en oasis en donde pecadores como la samaritana puedan beber el agua viva que da vida eterna.

 

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