dilluns, 8 de març del 2021

 

SALMO 58: 11

“Entonces dirá el hombre: Ciertamente hay galardón para el justo, ciertamente hay Dios que juzga en la tierra”

El salmista describe el comportamiento de los impíos que no es una manera de ser adquirida por influencias externas como dicen quienes defienden la bondad innata del hombre. David cuando escribe el salmo 51 lo hace como respuesta que dio al profeta Natán que le había reprendido por haber cometido adulterio con Betsabé y poster asesinato de su esposo Urías. Desmiente que la maldad del hombre se ha ido formando con el tiempo gracias a influencias malvadas externas. Lo niega cuando escribe: “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”. (Salmo 51: 5). El pecado de Adán del que es heredero toda su descendencia se recibe en el mismo instante de la fecundación en el seno materno. Es cierto que con el tempo se aprende a hacer pecados concretos y con distinto grado de perversidad. Si no fuese por la condición de pecador que se es por ser descendencia de Adán no se aprendería a cometer pecados.

David que también es el autor del salmo que comentamos, al finalizarlo, después de hacer un esbozo de los pecados de los impíos por haberse apartado desde la matriz y descarriándose “hablando mentiras desde que nacieron” (v3), entona un cántico de alegría cuando es testigo de que la justicia de Dios  no es una quimera sino una realidad palpable ya aquí en el tiempo: “Se alegrará el justo cuando vea la venganza, sus pies lavará en la sangre del impío. Entonces dirá el hombre: ciertamente hay galardón para el justo. Ciertamente hay Dios que juzga en la tierra” (vv. 10,11).

El caso del rey Herodes (que) echó mano a algunos de la iglesia para maltratarlos. Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan. Y viendo que esto había agradado a los judíos, procedió también a prender a Pedro” (Hechos 12: 1-3). A Pedro también lo hubiese matado si no hubiese sido por la intervención de un ángel del Señor que lo liberó milagrosamente. El fin de Herodes fue espectacular. “y el pueblo aclamaba gritando: ¡voz de Dios y no de hombre! Y al momento un ángel del Señor lo hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios, y expiró comido de gusanos”(vv. 22,23). Si la muerte de Herodes no dijese la Biblia que fue un juicio de Dios, pensaríamos que fue una muerte fortuita. ¿Qué sabemos nosotros de los accidentes de aviación, descarrilamiento de un tren, un ataque terrorista, muertes colaterales que producen las guerras…No lo sabemos con certeza. Es posible, pero, que sean juicios de Dios “que juzga en la tierra”


 

ROMANOS 12: 21

“No seas vencido de lo malo, pero vence con el bien el mal”

No se puede olvidar que se vive en un mudo contaminado por el pecado y por ello dominado por el mal. Tampoco debe negarse que es con permiso de Dios que “Satanás es el dios de este mundo” hasta que sea lanzado en las profundidades del infierno. Hasta que no se establezca el reino eterno de Dios, nos guste o no nos guste,  viviremos inmersos en el mal. Dadas las circunstancias dos pueblos  totalmente diferentes conviven. El pueblo de Dios y el pueblo de Satanás. El primero es un remanente pequeño, siempre será minoría. El segundo es mayoría aplastante. La manera de vivir de ambos pueblos es totalmente distinta. El pueblo de Dios es luz porque Dios es luz. El pueblo de Satanás es tinieblas porque Satanás es tinieblas. Jesús es “la luz del mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz, y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas” (Juan 3: 19,20). Jesús que es la luz verdadera que alumbra a todo hombre vino a este mundo, pero el “mundo no lo conoció” (Juan 1: 8,9).

Cuando las madres conciben, cuando paren dan a luz a hijos del diablo. Por lo tanto son ciudadanos del reino de las tinieblas. A pesar de que el mundo en que vivimos está atiborrado de tinieblas y las tinieblas aborrecen la luz, “la luz verdadera que alumbra a todo hombre vino a este mundo”. Por más que lo intenten las tinieblas no pueden hacer desaparecer la luz. La luz sigue alumbrando ·en la oscuridad espiritual que envuelve a la humanidad. Da fe de ello que un tizón aquí, otro acullá, por la misericordia de Dios, Jesús que es la luz del mundo resplandece en corazones que se estaban abrasando en las llamas del fuego infernal y se convierten en hijos suyos. Tal filiación tiene que dejar ver las características que distinguen a los ciudadanos del reino de Dios.

El texto que comentamos debería conmovernos. Debería sacudir nuestras almas y sacarlas del sopor en que se encuentran  para que reflexionemos acerca de nuestro comportamiento. Como letrero luminoso que luce en nuestras almas debería salir a lo público anunciando a diestra y siniestra: “No seas vencido de lo malo, pero vence con el bien el mal”. A nuestro alrededor se solucionan los conflictos  con violencia, sea física o verbal. No se resuelven. En esta situación deberían aparecer los cristianos dando ejemplo de que son hijos de luz, venciendo el mal con el bien. No conseguiremos eliminar el mal del mundo pero sí que podemos comportarnos como bomberos que lanzando agua en el fuego consigamos que el mal a nuestro alrededor no se intensifique. El amor de Dios derramado en nuestros corazones hará que la luz de Dios ilumine nuestro entorno.

 

 

 

 

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