dilluns, 18 de gener del 2021

 

PROVERBIOS 21. 3

“Hacer justicia y juicio es al Señor más agradable que sacrificio”

La tendencia de las personas religiosas no convertidas al Señor para perdón de sus pecados es el barroquismo, el gusto por una liturgia exuberante y recargada y de muy mal gusto. El barroquismo religioso es un show espectacular en el que se da importancia a los más pequeños detalles con el propósito de acaparar la máxima atención de los asistentes a las ceremonias. De alguna manera doparlos con el fin de que sientan la necesidad de asistir una y otra vez a las ceremonias carentes de sentido. Al Señor no le place la religiosidad pandereta. Convertir la ceremonia en un espectáculo que gratifica los sentidos pero no aporta vida al alma.

¿Qué es lo que agrada al Señor? “Hacer justicia y juicio”. Las celebraciones religiosas tienen que tener un objetivo claro: que los asistentes aprendan a amar la justicia y el juicio. ¿Cómo alcanzar esta meta?  En primer lugar los cutos deben caracterizarse por la sencillez con el fin de que los asistentes no se distraigan con cosas superficiales, sino que fijen su interés en lo esencial que es escuchar la predicación. Pero no cualquier tipo de predicación. Sino la que hace comprensible el contenido de la Biblia a las perdonas más sencillas. Una iglesia que tenga este objetivo colocará el púlpito en el centro de la plataforma, lo cual indica que la centralidad de la Biblia es su objetivo. No cederá el púlpito a predicadores que se distingan por su oratoria fina, únicamente, sino a personas que destaquen por su fidelidad a la Palabra de Dios y por su santidad. El predicador showman (como los telepredicadores),  que encandila a los asistentes con lo que no les conviene.

Con el fin de evitar los cultos espectáculo que es lo que gusta al cristiano carnal y a los que se consideran ser cristianos sin haberse convertido a Jesús, consiste en destacar la condición de pecadores de todos los asistentes, sean cristianos verdaderos o no. Ello conlleva exaltar a Jesús que anuncian los evangelios, que es el Jesús que ama a los pecadores. A los pequeños y a los brandes pecadores. Todos ellos necesitados de recordar o de saber que la sangre que Jesús derramó en la cruz del Gólgota limpia todos los pecados. Las mentiras piadosas y las fechorías más graves. Pero no exclusivamente acciones. También los pensamientos antes de que se conviertan en acciones.

Una predicación centrada en Jesús de los evangelios jamás dejará de acaparar la atención de los asistentes porque afectará la necesidad básica de los asistentes de que sus pecados sean perdonados y  así recibir la paz de Dios que excede a la comprensión humana. Entonces florecerá la justicia y el juicio que agrada al Señor.


 

MATEO 3: 11

“Y yo a la verdad os  bautizo en agua para arrepentimiento”

El bautismo que predicaba Juan el Bautista tenía un propósito claramente definido: “Una voz clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas” (v.3). Siempre los predicadores de la justicia divina han sido voces que claman en el desierto. Las personas de su entorno no quieren saber nada del mensaje de arrepentimiento que proclaman. A pesar de la aparente pérdida de tiempo de “predicar en el desierto” el anuncio del Evangelio debe seguirse haciendo porque se desconoce el resultado de la predicación. La Escritura asemeja la predicación a la siembra de grano. El payés si a su debido tiempo no siembra porque las condiciones climáticas no son óptimas, seguro que no cosechará. Siembra y deja el resultado en las manos de Dios.

Como muy bien dice el profeta Isaías: “Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve y no vuelve allá, sino que riega la tierra y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada para aquello que la envié” (Isaías 55: 10,11). El predicador siguiendo las instrucciones de Quien lo envía, siembra la Palabra. Una parte de la semilla cae junto al camino, otra en pedregales, otra entre espinos, otra en buena tierra  (Mateo 13: 18-28).

De cada tres semillas sembradas, tres se pierden. Sólo una germina, crece y da fruto. El predicador lanza al azar la Palabra. se pierde mucha semilla. Los escogidos que son buena tierra se arrepienten, reciben el Espíritu Santo, creen en Jesús y dan fruto de diversos porcentajes.

Las multitudes que escuchaban la predicación de Juan  ”eran  bautizadas en el Jordán, confesando sus pecados” (v.11). El bautismo no es para todos los oyentes de la predicación. “Al ver él” (Juan) “que muchos de los fariseos y saduceos  venían a su bautismo, les decía ¡generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced frutos dignos del arrepentimiento”  (vv. 7,8). El predicador no tiene capacidad para leer el interior de las personas que solicitan bautizarse. Le pueden dar gato por liebre y bautizar a personas no idóneas. Pero sí debe resaltar que el agua bautismal no limpia los pecados. Llegado el momento se verán obligados a escuchar de los labios del Juez supremo: “¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Al Juez supremo no se le puede dar gato por liebre.

 

 

 

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