PROVERBIOS 21. 3
“Hacer justicia y juicio es al Señor más
agradable que sacrificio”
La
tendencia de las personas religiosas no convertidas al Señor para perdón de sus
pecados es el barroquismo, el gusto por una liturgia exuberante y recargada y
de muy mal gusto. El barroquismo religioso es un show espectacular en el que se
da importancia a los más pequeños detalles con el propósito de acaparar la
máxima atención de los asistentes a las ceremonias. De alguna manera doparlos
con el fin de que sientan la necesidad de asistir una y otra vez a las
ceremonias carentes de sentido. Al Señor no le place la religiosidad pandereta.
Convertir la ceremonia en un espectáculo que gratifica los sentidos pero no
aporta vida al alma.
¿Qué es
lo que agrada al Señor? “Hacer justicia y
juicio”. Las celebraciones religiosas tienen que tener un objetivo claro:
que los asistentes aprendan a amar la justicia y el juicio. ¿Cómo alcanzar esta
meta? En primer lugar los cutos deben
caracterizarse por la sencillez con el fin de que los asistentes no se
distraigan con cosas superficiales, sino que fijen su interés en lo esencial
que es escuchar la predicación. Pero no cualquier tipo de predicación. Sino la
que hace comprensible el contenido de la Biblia a las perdonas más sencillas.
Una iglesia que tenga este objetivo colocará el púlpito en el centro de la
plataforma, lo cual indica que la centralidad de la Biblia es su objetivo. No
cederá el púlpito a predicadores que se distingan por su oratoria fina,
únicamente, sino a personas que destaquen por su fidelidad a la Palabra de Dios
y por su santidad. El predicador showman (como los telepredicadores), que encandila a los asistentes con lo que no
les conviene.
Con el
fin de evitar los cultos espectáculo que es lo que gusta al cristiano carnal y
a los que se consideran ser cristianos sin haberse convertido a Jesús, consiste
en destacar la condición de pecadores de todos los asistentes, sean cristianos
verdaderos o no. Ello conlleva exaltar a Jesús que anuncian los evangelios, que
es el Jesús que ama a los pecadores. A los pequeños y a los brandes pecadores.
Todos ellos necesitados de recordar o de saber que la sangre que Jesús derramó
en la cruz del Gólgota limpia todos los pecados. Las mentiras piadosas y las
fechorías más graves. Pero no exclusivamente acciones. También los pensamientos
antes de que se conviertan en acciones.
Una
predicación centrada en Jesús de los evangelios jamás dejará de acaparar la
atención de los asistentes porque afectará la necesidad básica de los
asistentes de que sus pecados sean perdonados y
así recibir la paz de Dios que excede a la comprensión humana. Entonces
florecerá la justicia y el juicio que agrada al Señor.
MATEO 3: 11
“Y yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento”
El
bautismo que predicaba Juan el Bautista tenía un propósito claramente definido:
“Una voz clama en el desierto: Preparad
el camino del Señor, enderezad sus sendas” (v.3). Siempre los predicadores
de la justicia divina han sido voces que claman en el desierto. Las personas de
su entorno no quieren saber nada del mensaje de arrepentimiento que proclaman.
A pesar de la aparente pérdida de tiempo de “predicar en el desierto” el
anuncio del Evangelio debe seguirse haciendo porque se desconoce el resultado
de la predicación. La Escritura asemeja la predicación a la siembra de grano.
El payés si a su debido tiempo no siembra porque las condiciones climáticas no
son óptimas, seguro que no cosechará. Siembra y deja el resultado en las manos
de Dios.
Como
muy bien dice el profeta Isaías: “Porque
como desciende de los cielos la lluvia y la nieve y no vuelve allá, sino que
riega la tierra y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y
pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mí
vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada para aquello que la
envié” (Isaías 55: 10,11). El predicador siguiendo las instrucciones de
Quien lo envía, siembra la Palabra. Una parte de la semilla cae junto al
camino, otra en pedregales, otra entre espinos, otra en buena tierra (Mateo 13: 18-28).
De cada
tres semillas sembradas, tres se pierden. Sólo una germina, crece y da fruto. El predicador lanza al azar la
Palabra. se pierde mucha semilla. Los escogidos que son buena tierra se
arrepienten, reciben el Espíritu Santo, creen en Jesús y dan fruto de diversos
porcentajes.
Las
multitudes que escuchaban la predicación de Juan ”eran bautizadas en el Jordán, confesando sus pecados” (v.11). El bautismo no es
para todos los oyentes de la predicación. “Al
ver él” (Juan) “que muchos de los
fariseos y saduceos venían a su
bautismo, les decía ¡generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira
venidera? Haced frutos dignos del arrepentimiento” (vv. 7,8). El predicador no tiene capacidad
para leer el interior de las personas que solicitan bautizarse. Le pueden dar
gato por liebre y bautizar a personas no idóneas. Pero sí debe resaltar que el
agua bautismal no limpia los pecados. Llegado el momento se verán obligados a
escuchar de los labios del Juez supremo: “¡Generación
de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Al Juez supremo no
se le puede dar gato por liebre.
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