BELLEZA DEL ALMA
<b>La belleza que contemplan
nuestros ojos se desvanece. La belleza del alma es eterna</b>
<b>Joan-Enric Vives</b>,
arzobispo de Barcelona, en su escrito: <i>Catalonia Sacra: “Todo está
aquí</i>, hace un llamamiento a visitar el patrimonio cultural y
arquitectónico que posee la Iglesia Católica con el convencimiento de que la
belleza es el camino “hacia la verdad, hacia el bien, hacia Dios”. La
invitación que el purpurado hace para que nos interesemos por el patrimonio
arquitectónico y cultural que posee la Iglesia Católica es porque la belleza
contemplada nos lleva a Dios, Se podría decir. “A Dios por la cultura”.
La invitación que hace el clérigo nos
viene a decir que sobra la Biblia. Si el ser humano que es pecador e injusto
puede convertirse en una persona buena, que puede presentarse ante Dios por el
mero hecho de admirar la belleza creada por el hombre, no se necesita a Jesús
que es el camino que conduce a Dios (Juan 14: 6).
El templo en Jerusalén fue una maravilla
por su belleza y por lo que representaba para el pueblo judío. Albergaba en el
lugar santísimo el arca del pacto que simbolizaba la presencia de Dios entre su
pueblo. La belleza arquitectónica acompañada del simbolismo espiritual no hizo
buenas personas a los sacerdotes que diariamente sacrificaban ovejas que
señalaba al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, ni a los fieles que
asistían en las ceremonias.
Jesús cumpliendo las profecías se
presentó en el templo y expulsó del santuario a los que vendían los animales
que se necesitaban para los sacrificios y tumbó las mesas de los cambistas que
cambiaban la moneda extranjera por la que se utilizaba en el templo. Indignado
por lo que vio, dijo: “Escrito está: Mi casa, casa de oración será, mas
vosotros la habéis hecho cueva de ladrones” (Mateo 21: 13).
Debido a la denuncia que hizo Jesús del
comportamiento sacerdotal al permitir que la casa de oración se convirtiese en
un mercado en el que se celebraban negocios en el nombre de Dios, lo odiaban a
muerte. No pararon hasta que gritaron a Pilato: “Este hombre no merece vivir.
Crucifícalo”. El arte no convierte en buenas personas a quienes son árboles
malos. La belleza cultural no cambia el corazón de los hombres. A menudo los
convierte en asesinos. Recordemos la Inquisición que en el Nombre de Dios
cometió asesinatos., hoy se diría genocidios. Lo que los religiosos hicieron
con Jesús muestra que la apariencia de belleza esconde una fealdad terrorífica.
Juan el Bautista, el precursor del
Mesías, que bautizaba en la orilla del Jordán decía a aquellos que venían a él
a bautizarse. “Arrepentíos porque se ha acercado el reino de los cielos” (Mateo
3:2). “Al ver el Bautista que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a
su bautismo, les decía. ¡Generación de víboras! ¿Quién os ha enseñado a huir de
la ira venidera. Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (vv.7,8).
Jesús al inicio de su ministerio público
empezó a predicar. El mismo mensaje que el Bautista: “Arrepentíos porque se ha
acercado el reino de los cielos” (Mateo 4:17). A Jesús le encanta la fealdad
espiritual porque de ella puede crear la belleza del alma que glorifica al
Padre celestial.
El ser humano debido al pecado de Adán ha
malmetido la belleza espiritual en que fue creado y la fealdad resultante
intenta esconderla con afeites y adornos
externos. En las ceremonias religiosas los oficiantes se visten muy
ostentosamente. Quienes intentan esconder la fealdad del alma no son la clase
de personas que Jesús ha venido a buscar para restituirle la belleza espiritual
perdida en el paraíso.
Sea como sea, se intenta esconder la
condición de pecador porque avergüenza serlo. Este fue el gran error que
cometieron los sacerdotes, fariseos y saduceos. Jesús para mostrarles el gran error
que cometían cita la parábola del fariseo y del cobrador de impuestos. El
propósito de la parábola es mostrar a estos religiosos que pretendían ser personas de espíritu
bello, esta actitud les llevaba a menospreciar a las otras personas por
considéralas pecadores menospreciables. No se daban cuenta de la biga que
tenían en sus ojos.
Dos hombres suben al templo a orar. Uno
fariseo el otro cobrador de impuestos. El fariseo puesto en pie para que todos
los presentes pudieran verlo y alabasen su piedad, ora a Dios en estos
términos: “Dios te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones,
injustos, adúlteros, ni aun como este cobrador de impuestos, ayuno dos veces a
la semana, doy diezmo de todo lo que gano”. La plegaria muestra su supuesta superioridad
moral sobre el resto de los mortales. El fariseo presumía de una belleza moral
de la que carecía.
“Mas el cobrador de impuestos, estando
lejos (se supone en un rincón para no ser visto), no quería ni aun alzar los
ojos al cielo, sino que golpeaba el pecho, diciendo: Dios, se propicio a mi
pecador”.
El fariseo y el cobrador de impuestos
invocan al mismo Dios. Lo importante es saber qué es lo que piensa Dios de
ellos. Refiriéndose al cobrador de impuestos Jesús dice: “os digo que éste
descendió a casa justificado”. Es decir, la fealdad de su alma se había
convertido en belleza espiritual porque sus muchos pecados habían sido
perdonados por su fe en Jesús. La fe en Jesús no pasa desapercibida a Dios..
Dice de él “El que se humilla será enaltecido”.
Por lo que respecta al fariseo tan
orgulloso de su religiosidad, Jesús dice de él: “Cualquiera que se
enaltece será humillado”. Decirle a
alguien que es un fariseo quiere decir que se le considera un hipócrita. El fariseo
de la parábola subió al templo para exhibir su religiosidad. El Señor que
conoce la interioridad de su corazón no
le da gato por liebre. Salió del templo con la fealdad del alma intensificada
debido a pretender engañar a Dios. (Lucas 18: 9-14).
Octavi
Pereña i Cortina
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