INMOBILIARIAS
ECLESIALES
<b>”Seguid…la
santidad sin la cual nadie verá al
Señor” (Hebreos 12: 14)</b>
<b>Peridis</b>
en una de sus viñetas nos muestra al papa Francisco sentado en su trono
conversando con uno de sus colaboradores que debe ser un experto en negocios
inmobiliarios. De la boca del papa brota esta declaración. “No podemos parecer
una empresa inmobiliaria”. El asesor financiero del papa le responde: “Es una
fundación que gestiona donaciones”. Los labios infalibles del papa dicen: “La
imagen, Carlos, la imagen”. Las inmatriculaciones, la apropiación indebida
de bienes ajenos que se ha hecho legal
con el consentimiento del Gobierno que no requiere justificación, corroe las
entrañas de quienes las efectúan y afean a la Institución que debería
caracterizarse por la transparencia de la santidad. El espíritu capitalista que
recorre las alcantarillas de la Iglesia Católica que se quiere limpiar
autoproclamándose “la Iglesia de los pobres” y que tanto empeño tiene en poner
en sus labios la palabra “pobre”, se presenta públicamente con la imagen de lo
que no es.
Según
las palabras que
<b>Peridis</b> pone en los labios del papa Francisco la
Iglesia tiene que cuidar la imagen para presentarse ante la opinión pública
bajo un aspecto agradable que inspire confianza. Aparentar ser lo que no se es
se llama hipocresía.
La
hipocresía es un pecado extendido globalmente y que se manifiesta sin tapujos.
Se muestra en el día a día en las relaciones sociales. Sin enrojecer los
políticos la exponen en sus intervenciones públicas. Que la hipocresía sea un
pecado universalmente reconocido y aceptado como herramienta para alcanzar
objetivos políticos, no acredita a la Iglesia católica la utilice para alcanzar
sus objetivos terrenales. Dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es
de Dios debería quedar claramente delimitado en la Iglesia Católica. Si el
reino de Cristo no es de este mundo como dejó claro Jesús ante Pilato, debería
desentenderse de todo aquello que la hace tan terrenal. y priorizar todo
aquello que la caracterice como representante del reino de Dios que se está
formando en este mundo. Aparentar lo que no se es religiosamente hablando es
abominación en los ojos de Dios al que dice servir: “No habitará dentro de mi
casa al que hace fraude, el que habla mentira no se afirmará delante de mis
ojos” (Salmo 101: 7).
El
apóstol Pablo escribiendo a la iglesia en Roma
refiriéndose a los judíos como pueblo de Dios, por el hecho de que lo
que escribe ha quedado registrado en la Biblia sirve para instrucción del
pueblo de Dios de todos los tiempos: “He aquí, tú tienes nombre de judío, y te
poyas en la Ley y te glorias en Dios, y conoces su voluntad, e instruido por la
Ley apruebas lo mejor, y confías con que eres guía de los ciegos, luz de los
que están en tinieblas, instructor de los indoctos, maestro de niños, que
tienes en la Ley la forma de la ciencia y de la verdad. Tú, pues, que enseñas a
otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que enseñas que no se ha de robar, ¿robas?
Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los
ídolos, ¿cometes sacrilegio? Tú que te jactas de la Ley, ¿con la infracción de
la Ley deshonras a Dios? Porque como está escrito, el Nombre de Dios es
blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros” (Romanos 2: 17-24). Jesús
que supervisa el comportamiento de su pueblo tiene algo que decir respecto a la
hipocresía de quienes se dicen ser sus representantes. A pesar de que se
refiere a los fariseos que presumían ser estrictos cumplidores de la Ley de
Dios en el aspecto legal, pienso que es perfectamente legítimo hacer una
lectura aplicada a los cristianos que son el pueblo de Dios por la resurrección
de Jesús. El Señor pronuncia una serie de ayes dirigida a los religiosos
profesionales con el propósito de
denunciar su comportamiento incorrecto que tiene consecuencias negativas en las
personas que instruyen.
“Y no llaméis padre vuestro a nadie en la
tierra, porque uno es vuestro Padre que está en los cielos. Ni seáis llamados
maestros, porque uno es vuestro Maestro, el Cristo” (vv.9, 10).
“Mas
¡ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! porque cerráis el reino de los
cielos delante de los hombres, pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los
que quieren entrar” (v. 13).
“¡Ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas! porque devoráis las
casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones, por esto
recibiréis mayor condenación” (v. 14).
“¿Ay de
vosotros escribas y fariseos hipócritas!
porque recorréis mar y tierra para hacer
un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que
vosotros” (v. 15).
“¡Guías
ciegos! que coláis el mosquito, y tragáis el camello” (v. 24).
”Así
también vosotros, por fuera a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero
por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad” (v. 28).
“¡Serpientes,
generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?”
(v.33).
Con
estos ayes y correcciones Jesús reprende
a aquellos escribas y fariseos que públicamente se presentaban bajo la
apariencia de piedad y santidad. El Señor descube lo que se escondía en su
interior con un terrorífico ay: “¡Ay, escribas y fariseos hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros
blanqueados que por fuera, a la verdadse
muestran hermosos mas por dentro están
llenos de huesos y de toda inmundicia”
(v.27). “El que formó el ojo no verá? (Salmo 94: 9)
Octavi Pereña i Cortina
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