MATEO 2: 16
“Herodes entonces, cuando se vio burlado por
los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años
que había en Belén, y en todos sus alrededores”
Algunos
niegan la autenticidad de este texto porque los otros tres evangelios no lo
mencionan, ni lo hace tampoco el historiador judío Flavio Josefo en su obra “La
guerra de los judíos”. Para los cristianos que creemos que toda la Escritura ha
sido inspirada por Dios nos basta para creer que este hecho es histórico. No
una falsa noticia como dice Pilar Rahola que se inventó para agrandar el
martirologio católico que se bautizó con
el pomposo nombre de la muerte de los Santos Inocentes.
Que
Herodes fue capaz de ordenar el asesinato de unos pocos niños de Belén y
alrededores con el deseo de matar a Jesús es de acorde con el carácter del
monarca. Téngase en cuenta que cualquier persona que Herodes considerase que
pudiese usurparle el trono no tenía reparos en hacerle matar. Así lo hizo con
sus propios hijos Alejandro y Aristóbulo. A pesar que la matanza de los niños
fue anunciada por el profeta Jeremías, el cumplimiento de la misma fue el
resultado de la maldad y crueldad de Herodes por el hecho de que “entró Satanás en él” (Lucas 22: 3),
como lo hizo después con Judas que traicionó al Señor.
Cuando
los magos llegaron a Jerusalén para adorar al Rey de los judíos que había
nacido, preguntaron: “¿Dónde está el Rey
de los judíos que ha nacido?” (v. 2).
“Oyendo esto el rey Herodes se turbó” (v.3). Comprendió que el recién
nacido era alguien que podía interponerse en el trono y decidió matarlo. Siendo
Herodes ateo no contaba con la posible intervención de Dios en el asunto que
desbaratase sus planes. Este intento de asesinar a Jesús en su tierna infancia
fue el primero. Durante su ministerio público los judíos instigados por Satanás
lo intentaron en diversas ocasiones, sus planes fracasaron porque todavía no
había llegado la hora de su muerte.
El
hecho de que al niño se le llamó Jesús no fue porque José y María lo
consideraron así. Les fue revelado el Nombre por un ángel del Señor “porque salvará a su pueblo de sus pecados”
(1:21). El Padre protegió a su Hijo a lo largo de su vida hasta que siendo “el Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo” (Juan 1. 29), fue sacrificado como Cordero pascual en la cruz del
Gólgota para salvación del pueblo de Dios. No fue la voluntad de los judíos que
mató a Jesús aun cuando fueron hombres quienes lo hicieron. No fue la voluntad
de Satanás que instigó al sumo sacerdote y sus compinches a ejecutarlo. Fue la
voluntad de Dios el Padre que decidió “antes
de la fundación del mundo (sacrificarlo) para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él” (Efesios 1:
4).
PROVERBIOS 16: 12
Abominación es a los reyes hacer impiedad,
porque con justicia será afirmado el trono”
Dios
desde los cielos observa el quehacer de los hombres en la tierra. A todos los
hombres. También a los poderosos. Los mecanismos de control del Estado a menudo
están tan corrompidos como lo están los ciudadanos a quienes quieren controlar.
“A los grandes despachos” dice El
Roto, “se llega por las alcantarillas”.
El dibujante de viñetas nos viene a decir que la corrupción ensucia las altas
instituciones del Estado por lo que es muy difícil, por no decir imposible,
limpiarlas. Así que, ancha Castilla a la corrupción.
Dada la
condición humana, ser pecadora, la
corrupción desciende desde las más altas instancias de Estado hasta el último
mono de la ciudadanía. Siendo así es por lo que mutuamente ente nos tapamos las vergüenzas.
El
texto que comentamos que ha sido redactado por inspiración divina nos está
diciendo cual es el pensamiento de Dios con respecto al ser humano. Nos dice
que el hombre es corrupto por naturaleza y que la corrupción ensucia a todas
las clases sociales sin excepción: “Abominación
es a los reyes hacer impiedad”. No solamente los reyes y los poderosos deben aborrecer la impiedad.
También deben hacerlo los presidentes de gobiernos. Las altas instancia económicas.
El poder judicial. En pocas palabras afecta a toda la Administración pública.
El poder judicial estando entrelazado con
el poder político y económico, la balanza está desequilibrada y las
sentencias que dicta no se ajustan a lo que la
justicia requiere. Dios no es como el hombre. Dios es justo en su máxima
expresión. En Él no existe ni el más mínimo atisbo de injusticia y por ser
omnipresente conoce al dedillo los más secretos pensamientos humanos. Cuando
llegue su hora los reyes, los presientes, jueces y fiscales, los altos
ejecutivos de las empresas…tendrán que comparecer ante el tribunal de Cristo
para rendir cuentas de todo lo que hayan hecho, sea bueno o malo. Entonces
oirán de los labios divinos: “Echadlos al
juego eterno”
“Los magistrados no están para infundir temor
al que hace el bien, sino al malo…Porque es servidor de Dios para tu bien…Pero
si haces lo malo, teme, pues no es en vano que lleva la espada, pues es
servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo” (Romanos 13. 1-7).
Cuando
los servidores de Dios escogidos para administrar justicia comparezcan ante el
tribunal de Cristo no encontrarán excusa
para exculparse de cómo han administrado justicia siendo representantes suyos
en la tierra.
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