JUAN 4: 18
“Porque cinco maridos has tenido, y el que
ahora tienes, no es tu marido, esto has dicho con verdad”
A
partir de la caída de Adán en pecado el ser humano, en el aspecto sexual no ha cambiado
en lo esencial. Los escenarios varían según los cambios sociales, pero el
comportamiento de los actores sigue siendo el mismo. El pecado ha alterado el
orden de los valores, Amar a Dios sobre todas las cosas que es la esencia de la
Ley de Dios se ha sustituido por un amarme por encima de todo. Esto da pie a
todo tipo de desenfreno.
Vayamos
a la creación del hombre: “Y de la
costilla (de Adán), que el Señor Dios
tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre”. Adán reconoce que “esto es ahora hueso de mis huesos, y carne
de mi carne”. ¿Qué tiene que decir Dios al respecto? “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su
mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2: 22-24). Es interesante saber
cómo interpreta Jesús estas palabras para poner la cuestión sexual en el lugar
que le corresponde. A la pregunta capciosa
que le hicieron los fariseos: “¿Es
lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? Jesús transporta
a sus inquisidores a Edén: “No habéis
leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por
esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una
sola carne? Así que ya no son ya más dos, sino una sola carne, por tanto, lo
que Dios juntó, no lo separe el hombre”.
La
conversación que los fariseos mantuvieron con Jesús no fue con el ánimo de
aprender, sino de tentar a Jesús con el fin de atraparle en algún equívoco. Con
este propósito le preguntan: “¿Por qué,
pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla? Jesús les responde:
“Por la dureza de vuestro corazón Moisés
os permitió repudiar a vuestras mujeres, mas al principio no fue así. Y yo os
digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y
se casa con otra, adultera, y el que se casa con, la repudiada, adultera” (Mateo 19: 1-9).
Es
admite que el matrimonio no es para romperlo. Así es como el apóstol Pablo
considera que el matrimonio ha finalizado. “La
mujer casada está ligada por la Ley mientras su marido vive, pero si su marido
muere, libre es para casarse con quien quiera
(1 Corintios 7. 39). Es de
entender que a la inversa sucede lo mismo. El marido por ley está ligado a su
mujer mientras viva su esposa. Únicamente pueden volverse a casar cuando uno de
los conyugues fallezca. La samaritana que tiene cinco maridos y el que ahora
tiene no es su marido (Juan 4: 18), nos enseña que el ser humano sin Dios no
tiene ley que le señale su pecado. De ahí el desbarajuste sexual de nuestros
días.
HECHOS 19: 20
“Y así crecía y prevalecía poderosamente la
Palabra del Señor”
Pablo
se halla en Éfeso y
se encuentra con unos discípulos que no habían recibido el Espíritu
Santo cuando creyeron bautizándose en el bautismo que Juan enseñaba “al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es en
Jesús el Cristo” (v. 4). “Cuando
creyeron esto fueron bautizados en el Nombre del Señor Jesús…vino sobe ellos el
Espíritu Santo, y hablaban en lenguas y profetizaban” (vv.5,6).
En la
misma ciudad se encontraban unos judíos exorcistas que intentaban invocar el
Nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos “y el hombre en quien estaba el espíritu
malo, saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera
que huyeron de aquella casa desnudos y heridos” (vv13,14). Este suceso
provocó que quienes lo vieron “tuvieron
temor todos ellos y era magnificado el Nombre del Señor” (v. 17). La
predicación el apóstol Pablo acompañada de la manifestación del poder del Señor
Jesús consiguió que “muchos de los que
habían practicado la magia trajeron los libros y los quemaron delante de todos,
y echa la cuenta de su precio, hallaron que era cincuenta mil piezas de plata” (v.
19). “Y así crecía y prevalecía la palabra del Señor”
(v.20).
El
salmista hace esta declaración: “Tu pueblo
se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder” (Salmo 110:3). Esta
manifestación del poder de Dios para salvación de los pecadores se manifiesta
cada vez que un pecador se convierte de verdad a Cristo. Dios manifestó su gran
poder cuando habló y apareció la maravilla de la creación y lo sigue
manifestando cuando la sostiene. No es inferior el poder de Dios a la hora de
dar vida a los muertos al librarlos de las garras del diablo convirtiéndolos en
hijos suyos por adopción. Como dice el apóstol Pablo. “¿Quién es que condenará? Cristo es el que murió, más aun que también
resucitó, el que además está sentado a la diestra de Dios, el que también
intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o
angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?”
(Romanos 8: 34, 35).
La
respuesta a la pegunta ¿quién nos separará? La responde el mismo apóstol: “Antes, en todas estas cosas somos más que
vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro que ni la
muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente,
ni lo porvenir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos
podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús, Señor nuestro” (vv. 37-39). El amor de Dios que no
tiene fecha de caducidad es lo que nos mantiene unidos a Él. Cuando el Maligno
te incite a pensar que no eres merecedor de su amor, recuera: “En esto consiste el amor: no en que
nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros, y envió a su
Hijo en propiciación de nuestros pecados” (1 Juan 4: 10).
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