SALMO 49: 7-9
“Ninguno de ellos podrá en manera alguna
redimir al hermano, ni dar a Dios un rescate, porque la redención de su vida es
de gran precio, y no se logrará jamás para que viva en a delante para siempre y nunca vea corrupción”
Las
religiones ofrecen gangas y a precio de saldo la salvación. La cuestión es muy
fácil de entender. La competencia hace que el
negocio de la salvación tenga que distribuirse entre muchos. Las ofertas
abundan y los precios bajan. La respuesta a “los que confían en sus bienes, y
de la muchedumbre de sus riquezas se jactan” (v.6), encuentra respuesta en el
texto que sirve de base a esta meditación.
En el
pasado las majestuosas catedrales y los espectaculares templos se construyeron
en gran parte gracias a las aportaciones que hizo la jet-set de la época. Las
aportaciones del pueblo llano las recogieron los Tetzel de cada época que
engañaban a la gente diciéndoles que sus ofrendas servirían para acortar su
estancia en el purgatorio en el que se abrasarían en el fuego purificador.
¡Quién no desearía salir cuanto antes mejor de tan lúgubre lugar! La verdadera
salvación cuesta un precio infinito que todas las riquezas del mundo en una
sola mano no pueden pagar. Las monedas que sonaban al caer dentro de la caja
que transportaba Tetzel no acortarían ni un segundo su estancia en el
purgatorio, si es que existe, porque el dinero no sirve para perdonar los
pecados.
El
cristianismo se expande desde Jerusalén hacia el exterior y llega a Samaria
gracias a la persecución contra los cristianos dirigida por el fariseo Saulo:
“los que fueron esparcidos iban por
todas partes anunciando el evangelio” (Hechos 8: 4). Felipe llegó a Samaria “y
la gente unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía” (v.6). Un gran
avivamiento se produjo en Samaria acompañado de sanidades. Cuando los apóstoles
recibieron la noticia de lo que sucedía en Samaria enviaron a Pedro y a Juan
para que ayudasen a Felipe. A los creyente que solamente habían sido bautizados
en el Nombre de Jesús les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo (vv.
15-17). Simón, a quien hoy
consideraríamos un “simpatizante”, al ver que con la imposición de manos de los
apóstoles los bautizados recibían el Espíritu Santo, ”les ofreció dinero para
que le diesen el poder de impartir el Espíritu Santo en quienes impusiera las
manos” (v. 19).
Quienes
cobran ofreciendo la salvación se deben aplicar lo que Pedro le dice a Simón:
“Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene
con dinero. No tienes tú parte ni beneficio en este asunto, porque tu corazón
no es recto delante de Dios. Arrepiéntete de esta tu maldad, y ruega a Dios, si
quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón, porque en hiel de
amargura y en prisión de maldad veo que
estás” (vv. 20-22).
JUAN 17. 6
“He manifestado tu Nombre a los hombres que
del mundo me diste, eran tuyos y me los diste, y han guardado tu palabra”
Un
texto que confiere confianza a los creyentes. Que transmite seguridad y certeza
de que los que están en Cristo no perderán la salvación. Como sea que los
creyentes en Cristo hoy no han alcanzado la perfección a la que son llamados a
poseer de que son poseedores de la vida eterna, esta imperfección temporal
puede hacerles dudar que la salvación obtenida por la fe en Jesús, la posean.
Jesús
está hablando con su Padre y nos da una percepción que quizás nos haya pasado
por alto. Es que la salvación de quienes se salvan no depende de quienes
escuchan el mensaje de salvación. Fíjese el lector en lo que dice Jesús: “He
manifestado tu Nombre a los hombres que del mundo me diste, eran tuyos y me los
diste”. No lo dice explícitamente, implícitamente nos dirige a la elección de
quienes han sido escogidos por Dios desde antes de la fundación del mundo. El
libre albedrío del que tanto nos enorgullecemos
solamente se ejerce en la elección del mal. Como hemos sido concebidos
en pecado la inclinación natural del ser humano es hacer el mal. Se ejerce el
libre albedrío de acuerdo a la paternidad satánica. A la descendencia de Adán
jamás se le ocurrirá pensar en las cosas invisibles si antes no actúa la
intervención divina que cambia la carnalidad por la espiritualidad.
Las
palabras de Jesús que comentamos nos remiten al consejo de Dios que se celebró
antes de la creación del mundo entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en
que determinaron quienes formarían el pueblo de Dios y quiénes no. Quiénes son
llamados al arrepentimiento y se arrepienten de sus pecado y por la fe que es
regalo de Dios creen en Jesús que es el único Nombre dado a los hombres en que
puedan salvarse (Hechos 4: 12), son los escogidos.
Dios en
su sabiduría infinita ha establecido que los elegidos sean atraídos hacia Él
por medio de la predicación. No de cualquier predicación, sino de la
proclamación de toda la Escritura. Una ilustración bíblica que ilustra lo
terminado de decir: El apóstol Pablo en
su viaje misioneros acompañado de Silas
llegan a Filipos. Un sábado acuden allí en donde solía hacerse la oración y
sentándose “hablaron a las mujeres que se habían reunido”. Entre ellas había una que se llamaba Lidia. El
texto nos dice: “Y el Señor abrió su
corazón para que estuviese atenta a lo que Pablo decía” (Hechos 16: 14). Las
personas que del mundo el Padre dio a su Hijo no van a Él a no ser que el Señor
les aba el corazón. La fe, que es don de Dios, viene “por el oír, y el oír, por
la Palabra de Dios” (Romanos 10:17).
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