divendres, 16 d’octubre del 2020

 

APOCALIPSIS 2. 7

“El que tiene oído, oiga, lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere le daré de comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios”

Las palabras de este texto que comentamos  cierran el mensaje que el Señor dirige a la iglesia en Éfeso. Fíjese el lector: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Da a entender que no todos los miembros de la iglesia atienden el mensaje del Señor. Por tanto, no todos ellos vencieron y fueron excluidos “de comer del árbol da la vida, el cual está en medio de paraíso de Dios”. Dicho brevemente: No todos los miembros de la iglesia en Éfeso eran creyentes verdaderos. Lo cual significa que no todas las personas que fueron bautizadas en el Nombre de Jesús creían realmente en Él.

El Señor habla a la iglesia en sentido colectivo. Manifiesta la apariencia externa. Lo que los ojos ven. Aparentemente eran encomiables: “Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia, y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos, y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi Nombre, y no has desmayado”. La descripción de las obras que hace la iglesia da la impresión de que nos encontramos ante la iglesia ideal aquí en la tierra. No nos dejemos llevar por las sensaciones y las impresiones. Las obras que el Señor de la iglesia describe eran obras muertas. No tenían vida. Carecían de alma. El Espíritu Santo que tenía que darles calidez estaba ausente.

He aquí la reprensión que el Señor hace a aquella iglesia que aparentemente era modélica. Tal vez pastores de otras iglesias, para despertar el sentido de responsabilidad de los feligreses ponían como ejemplo a la iglesia en Éfeso. Esperemos a ver lo que el Señor de la iglesia tiene que decir de aquella iglesia modélica: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído y arrepiéntete, y haz las primeras obras, pues sino, vendré pronto a ti y te quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieses arrepentido”.

Apocalipsis 1: 20 nos descifra el significado de candelero, sinónimo de iglesia. El candelero, es decir, la iglesia debe resplandecer en medio de las tinieblas espirituales que la envuelven. Una iglesia que no irradie la luz de la Palabra de Dios es una iglesia llamada a desaparecer porque el Señor no habita en ella. Estamos muy orgullosos de lo que hacemos en el Nombre del Señor, pero, ¿está el Señor en las obras que hacemos? Vigilemos porque las apariencias engañan. Vigilemos porque la iglesia en Éfeso y las seis restantes que se encontraban den lo que hoy es Turquía, no queda ni rastro.


 

LEVÍTICO 20. 23

“Y no andarás en las prácticas de las naciones que yo echaré de delante de vosotros, porque ellos hicieron todas estas cosas, y lo tuve en abominación”

El capítulo 20 de Levítico describe las abominaciones que cometían los pueblos cuyas tierras iba Israel a recibir como heredad. Para el Señor dicho comportamiento era abominación. La prohibición para el pueblo de Dios era determinante: “No andaréis en las prácticas de las naciones que yo echaré de delante de vosotros”. Israel no fue obediente al mandato de destruir  a todos los habitantes de la Tierra prometida que iban a ocupar. El resultado fue que el remanente que quedó fue para ellos una incitación a cometer las abominaciones  que el Señor condenaba porque eran contrarias a la santidad que debía caracterizar a su pueblo. El resultado de la infidelidad a Dios fue que los pueblos vecinos los sojuzgaban hasta que Asiria y Babilonia después destruyeron el templo en Jerusalén  y los habitantes deportados a Babilonia. Finalmente Roma  volvió a destruir el templo reconstruido después de la deportación. Hoy, del magnífico edificio únicamente queda el muro de las lamentaciones.

El texto que comentamos tiene vigencia en el día de hoy. Actualmente el pueblo de Dios no es una nación concreta. Está formado de personas que han sido arrebatadas del fuego y que al creer en el Señor Jesucristo, en el lugar que se encontraban formaban pequeñas iglesias que al igual que a la de Éfeso, el señor tiene que decirles que han abandonado el primer amor (Apocalipsis 2: 4). El mandamiento es amar a Dios sobre todas las cosas. Cuando  este amor se diluye del corazón se producen espacios vacíos que Satanás se apresura a llenar con sus abominaciones. El apóstol hablo nos apremia: “No os unáis  con yugo desigual con los incrédulos, porque, ¿qué compañerismo tiene la justicia con la in justicia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial (lo despreciable)? ¿O que parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois templo del Dios viviente”  La recomendación que el apóstol Pablo da a los corintios es: “salid de en medo de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo, y yo os recibiré, y yo seré por vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor todopoderoso” (2 Corintios 6. 14-16).

El Señor no comparte su santidad con lo inmundo..

 

 

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