2 CORINTIOS 5: 18
“Y todo esto proviene de Dios, que nos
reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la
reconciliación”
El
secreto del versículo que comentamos se encuentra en lo que dice el versículo precedente:
“De manera que si alguno está en Cristo, nueva criatura es, las cosas viejas
pasaron, he aquí todas son hechas nuevas”. Si no se está en Cristo, “el
ministerio de la reconciliación” es una utopía. Es pedir peras al olmo que
alguien que no se haya reconciliado en Cristo pueda hacer un verdadero
ministerio de reconciliación.
Dios en
Cristo es el que instituye el ministerio de la reconciliación y el que lleva la
voz cantante. Antes de que nosotros le amásemos Él nos amó primero. Recordemos
lo que hizo en el paraíso con Adán y Eva. Nuestros primeros padres después de
pecar se cosieron delantales con hojas de higuera para tapar la desnudez en que
se encontraban después de haber desobedecido e mandato de Dios. Se avergonzaron
al darse cuenta de la miseria en que se encontraban debido a su pecado. A pesar
de la enemistad creada con Dios, Éste no se convierte en su enemigo. Los sigue
amando. No pierde la costumbre de hablar con ello al fresco del día. Al oír los
pasos de Dios que se acercan, se esconden entre los árboles del jardín, la
evidencia de que la relación con Él se había roto. La necedad de nuestros
primeros padres requería que Dios los dejase abandonados a su suerte. No lo
hace. De tal manera amó Dios a Adán y Eva que sacrificó unos animales, posiblemente
corderos, que simbolizaban a su Hijo
muriendo en la cruz del Gólgota. Con las pieles de los animales sacrificados
cubrió la desnudez de Adán y Eva. En Apocalipsis los redimidos visten túnicas
de lino fino blanco que significan que sus pecados han sido lavados por la
sangre de Jesús.
Adán y
Eva se convirtieron en reconciliadores. El hecho que Abel y después Set fuesen
hombres justos significa que Adán y Eva enseñaron a sus hijos la salvación por
la fe en el Mesías que tendría que venir.
Venido
el cumplimiento del tiempo el Hijo de Dios se hizo hombre y murió por los
pecados del mundo. A los redimidos nos encarga el ministerio de la
reconciliación al nombrarnos “embajadores en Nombre de Cristo, como si Dios
rogase por medio de nosotros, os rogamos en el Nombre de Cristo: Reconciliaos
con Dios”
(2 Corintios 5. 20).
Si hoy
somos salvos es porque previamente ha habido padres que han transmitido la
reconciliación con Dios por la fe en su Hijo. Éstos a su vez lo han hecho con
los suyos. Así sucesivamente hasta nuestros días. Nosotros
no debemos romper esta cadena de transmisión hasta que llegue el final
del tiempo,
SALMO: 9: 20
“Pon, oh Señor, temor en ellos, conozcan las
naciones que no son sino hombres mortales”
Viendo
el Señor como acrecienta la maldad de los hombres, dijo: “no contenderá mi
Espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne, mas serán
sus días ciento veinte años” (Génesis 6: 3). El texto certifica que la vida del
hombre es limitada.
El
pecado lleva a la confusión. El versículo es un poco extraño: “Había gigantes
en la tierra en aquellos días, también
después que se llegasen los hijos de Dios a las hijas de los hombres y les
engendrasen hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron
varones de renombre”. No creo que la referencia a gigantes se refiera a hombres
de estatura descomunal. Muchos de los descendientes de Set, que eran el pueblo
de Dios, se apartaron del Señor y empezaron a casarse con las descendientes de
Caín. Con lo cual la verdad de Dios casi se extinguió de sobre la faz de la
tierra, estos mestizos espirituales se convirtieron en “los valientes que desde
la antigüedad fueron varones de renombre. Tal vez el texto se refiere a caudillos que atraían a
seguidores que con el tiempo se hacían fuertes, engrandeciéndose hasta
convertirse en los grandes imperios que nos describe la Historia. Pensemos que
en esta época solamente ocho personas justas: Noé y sus tres hijos y sus
respectivas esposas. Prácticamente la verdad de Dios había desaparecido de la
superficie de la tierra. En el tiempo de
Noé las tinieblas espirituales eran tan espesas que el testo expresa el
sentimiento de Dios ante la maldad de los hombres: “raeré de sobre la faz de la
tierra a los hombres que he creado…pues me arrepiento de haberlos hecho” (v.
7). De entre la multitud únicamente Noé y su familia hallaron gracia ante los ojos del Señor
(v.8).
Se
secaron las aguas del Diluvio y amaneció una “nueva normalidad” con lo que el
pueblo de Dios sigue siendo una minoría. Los gigantes vuelven a aparecer y los
varones de renombre siguen atrayendo seguidores que con la fuerza de la espada
crean nuevos imperios. En su ofuscación por la grandeza quieren construir “una
ciudad y una torre cuya cúspide llegue al cielo” (Génesis 11. 4). No se produce
un nuevo Diluvio porque el arco iris es la garantía de que no se repetirá.
“Entonces toda la tierra tenía una sola lengua y unas mismas palabras” (v. 1).
Entonces Dios para humillar el orgullo humano confundió la lengua cuya
consecuencia fue esparcir a los hombres por toda la faz de la tierra (v.3).
La
memoria histórica no sirve para aprender la lección. Hombres de renombre no
dejan de aparecer sin reconocer que son hombres mortales. Así será hasta el día
final cuando Jesús en su venida gloriosa instituirá el Reino de Dios eterno.
Saber que esto va ser así nos infunde confianza porque dios no ha dejado d ser
el tres veces santo.
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