dijous, 13 d’agost del 2020

 

SALMO 36: 1,2

“La iniquidad del impío me dice al corazón: No hay temor de Dios delante de sus ojos. Se lisonjea, por tanto, en sus propios ojos, de que su iniquidad no será hallada y  aborrecida”

La inocencia de los incautos. Creen que por decir que Dios no existe, como por arte de magia su iniquidad desaparecerá. Muy lejos de la verdad es este razonamiento. Dios ha existido desde la eternidad pasada y seguirá existiendo en la futura. El salmista afirma que es de necios decir que Dios no existe. Lo cual hace que el impío se erija como si fuese Dios. Que no tiene que dar cuenta a nadie de lo que hace sino a sí mismo. Por lo cual se lisonjea ante sus propios ojos de que su iniquidad no será hallada y aborrecida. Al hacer semejante afirmación cierra sus ojos a verse a sí mismo tal cual es realmente. Si hiciese, aunque fuese superficialmente un examen de conciencia descubriría de que su pecado está escrito en ella y que su presencia afecta para mal a su salud física. El salmista describe magistralmente las consecuencias físicas que el pecado ejerce en su cuerpo.

“Ten misericordia de mí, oh Señor, porque estoy en angustia, se han consumido de tristeza mis ojos, mi alma  también mi cuerpo. Porque mi vida se va gastando de dolor, y mis ojos suspiran, se agotan  mis fuerzas a causa de mi iniquidad, y mis huesos se han consumido” (Salmo 31. 9,10). ¿Quién puede negar que la condición en que se encuentra la mayoría de las personas no coincide con la descripción que el salmista hace de sí mismo por no haberse arrepentido de su pecado y así impedir que la sangre de Jesús limpiase todos sus pecados y dejase blanca como la nieve su alma.

Pero el salmista expresa también el cambio que se produce en él cuando confiesa su pecado al Señor y Éste se lo perdona. “He aquí en maldad he sido formado y en pecado me concibió mi madre. He aquí tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría. Purifícame con hisopo, y seré limpio, lávame y seré más blanco que la nieve” (El salmista utiliza el simbolismo del sacrificio de animales que se hacían en el templo que miraban a la sangre que Jesús derramaría en la cruz del Gólgota, que es la única sangre que borra todos los pecados). ·”Hazme oír gozo y alegría, y se alegrarán los huesos que has abatido” (Salmo 51: 6-8). Una nueva vida brota estando en Jesús. El poder que tiene el pecado de destruir al ser humano ha sido extirpado.


 

1 TIMOTEO 3. 15

“Sepas como debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad”

El apóstol Pablo escribe las palabras del texto que comentamos a su discípulo Timoteo que pastorea  una iglesia. Es grande la responsabilidad que adquieren quienes pastorean una iglesia del Señor ya que deben conocer cómo comportarse en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad. Las enseñanzas de los pastores deben basarse en la verdad tal como se halla en “las Escrituras las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3: 15). El apóstol quiere que Timoteo y todos quienes ejercen el ministerio de la enseñanza en una iglesia, sepan cómo deben conducirse en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad. ¿Dónde aprenden las ovejas a comportarse como tales? En la iglesia, la casa del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad. ¿Dónde aprende la iglesia, la casa del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad a conocerla? El apóstol Pablo responde la pregunta a Timoteo y a todas las ovejas del Señor, cuando escribe: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3: 16,17).

Si “la iglesia del Dios viviente, es columna y baluarte de la verdad” es requisito imprescindible que quienes forman parte de ella por la fe en Jesús que es el Señor de la iglesia conozcan el contenido de las Sagradas Escrituras desde la A a la Z. Ello requiere un continuado, no esporádico, esfuerzo de lectura y meditación del contenido del Libro Santo, con lo que la Verdad de Dios va impregnando nuestras almas y su presencia evita que es espíritu de Satanás tome posesión del ministerio de la enseñanza con lo que se impide que las iglesias se comporten como diseminadoras del error. Si la verdad de las sagradas Escrituras no prevalece, las iglesias no pueden ser columnas y baluartes de la verdad.

Nosotros, los creyentes en Jesús somos la luz del mundo, si por la pereza en estudia la Palabra de Dios que es la Verdad, las iglesias no pueden serlo del Dios viviente columna y baluarte de la verdad. Se nos pedirá cuenta de nuestra negligencia.

 

 

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