JEREMÍAS 23: 16
“Así ha dicho
el Señor de los ejércitos: No escuchéis
las palabras de los profetas que os profetizan, os alimentan con vanas
esperanzas, hablan visión de su propio corazón, no de la boca del Señor”
La calidad espiritual de las iglesias se
obtiene no de la palabrería de sus pastores y maestros, sino de la fidelidad de
éstos a la Biblia. A pesar que el texto dice: “No escuchéis las palabras de los
profetas que os profetizan”, el texto no puede separarse de su contexto
inmediato. La prohibición recae sobre los que
“os alimentan con vanas esperanzas “. Estos falsos profetas han existido
en el pasado, existen hoy y existirán mañana
hasta el día final. Desgraciadamente la
raza de falsos profetes no es una raza que se encuentre en peligro de
extinción.
Dado que el corazón del hombre únicamente lo
conoce Dios, tenemos que tener en cuenta la manera cómo deben ser elegidos los
pastores y a los maestros que vayan a
enseñar la doctrina cristiana en las iglesias. “Y orando dijeron: Tú Señor que
conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido” (Hechos
1: 24). En este caso la elección de quien había de suceder a Judas, el traidor,
en el cuerpo apostólico, recayó en Matías. En este caso se echó a suerte. No
importa la manera de ejecutar la elección. Lo importante es que los fieles
reconozcan la autoridad del Señor de la iglesia y que estén mentalizados que el
Señor que conoce los corazones elija el candidato o candidatos apropiados. Que
no sea el hombre que elija las personas.
El texto nos dice: “Y orando dijeron”. Por lo
que nos dice Hechos, las oraciones que se hacían en las iglesias apostólicas,
no eran rutinarias. Brotaban de unos corazones sedientos de que la voluntad del
Señor se hiciese. Como los hombres, por fieles que sean al Señor desconocen lo
que hay en los corazones de las personas que se van a elegir para ocupar los
cargos necesarios para el buen funcionamiento de las iglesias, requiere que sea
el Señor quien dé a entender quién o quiénes son las personas idóneas.
El gobierno de la iglesia es teocrático, no
democrático. No se puede implantar en el gobierno de la iglesia el modelo
democrático (?) que utiliza el mundo. El voto en la iglesia está manchado por
el pecado y con mucha facilidad se cae en los favoritismos. Si se utiliza el
modelo democrático, esta elección corrompe el buen testimonio de la iglesia, lo
cual da paso a que se sustituya la autoridad absoluta de la Biblia por las
vanas esperanzas que hablan visión del propio corazón, pero que no de la boca
del Señor.
La democracia ha corrompido el ministerio
docente de la iglesia. Es urgente que la Teocracia recupere el lugar que le
corresponde en el gobierno de la iglesia para que ésta rescate el esplendor que
le corresponde
HECHOS 24. 25
“Pero el disertar de Pablo acerca de la
justicia, el dominio propio, del juicio venidero, Félix se espantó y dijo:
Ahora vete, pero cuando tenga oportunidad te llamaré”
Pablo
de defiende ante el gobernador romano Félix de las acusaciones que los
dirigentes religiosos judíos de haber profanado el templo de Jerusalén, por,
según ellos, haber introducido gentiles en sus recinto. Algunos días después,
Félix. Acompañado de su esposa Drusila que era judía “le oyó acerca de la fe en
Jesucristo”. A muchos les encanta oír hablar de la fe en Jesús de quienes creen
en Él. No es infrecuente escuchar: “me gustaría tener la fe que tú tienes”,
porque la fe de los verdaderos creyentes no afecta las emociones de quienes
escuchan el testimonio que dan. Tan pronto la conversación trata “acerca de la
justicia, del dominio propio y del juicio venidero”, los tales, siguiendo el
ejemplo de Félix, se deshacen del testimonio fiel, diciéndole: “vete, pero
cuando tenga oportunidad te llamaré”
A la
gente le gusta ver el testimonio de los verdaderos creyentes en Cristo porque
sienten envidia por su comportamiento sereno ante las duras circunstancias por las que atraviesan en compañía del resto
de los mortales. Les gusta ver la serenidad con que afrontan las dificultades,
pero no les complace el precio que se tienen que pagar para obtener la
serenidad que les asombra.
No
quieren oír hablar de justicia porque ella los reprende. No desean que sus
trapos sucios salgan a la luz del sol. Se sienten humillados pero no
arrepentidos de que salgan a la luz pública. No pueden aceptarlo. El buen
concepto que tienen de sí mismos no quieren que salga malparado al contrastar
su justicia (?) con la de Dios. No desean oír hablar del dominio propio porque
sus vidas están descontroladas. No quieren someterse a la ley de la santidad
que impide que las pasiones libidinosas crezcan lozanas. ¡Ah! Juicio venidero.
De ninguna de las maneras. No puede ser posible que un Padre tan bondadoso como
lo es Dios pueda desear la condenación
eterna para algunas de sus criaturas. Un padre jamás consentiría que un hijo
suyo sufriese semejante daño. Sí, Dios es amor pero también es justicia
inmaculada. “De tal manera amó Dios al
mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él crea no se
pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3: 16). Hoy es el día de tu salvación.
Mañana quizás no tengas nuevamente la
oportunidad de poder arrepentirte de tus
pecados. Tal vez pienses como Félix: “Cuando tenga oportunidad te llamaré”.
Este día no llegó para Félix. No permitas que a ti te ocurra lo mismo. Está en
juego tu salvación eterna.
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