divendres, 7 d’agost del 2020

 

JEREMÍAS 23: 16

“Así ha dicho el  Señor de los ejércitos: No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan, os alimentan con vanas esperanzas, hablan visión de su propio corazón, no de la boca del Señor”

La calidad espiritual de las iglesias se obtiene no de la palabrería de sus pastores y maestros, sino de la fidelidad de éstos a la Biblia. A pesar que el texto dice: “No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan”, el texto no puede separarse de su contexto inmediato. La prohibición recae sobre los que  “os alimentan con vanas esperanzas “. Estos falsos profetas han existido en el pasado, existen hoy y existirán mañana  hasta el día final. Desgraciadamente la  raza de falsos profetes no es una raza que se encuentre en peligro de extinción.

Dado que el corazón del hombre únicamente lo conoce Dios, tenemos que tener en cuenta la manera cómo deben ser elegidos los pastores  y a los maestros que vayan a enseñar la doctrina cristiana en las iglesias. “Y orando dijeron: Tú Señor que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido” (Hechos 1: 24). En este caso la elección de quien había de suceder a Judas, el traidor, en el cuerpo apostólico, recayó en Matías. En este caso se echó a suerte. No importa la manera de ejecutar la elección. Lo importante es que los fieles reconozcan la autoridad del Señor de la iglesia y que estén mentalizados que el Señor que conoce los corazones elija el candidato o candidatos apropiados. Que no sea el hombre que elija las personas.

El texto nos dice: “Y orando dijeron”. Por lo que nos dice Hechos, las oraciones que se hacían en las iglesias apostólicas, no eran rutinarias. Brotaban de unos corazones sedientos de que la voluntad del Señor se hiciese. Como los hombres, por fieles que sean al Señor desconocen lo que hay en los corazones de las personas que se van a elegir para ocupar los cargos necesarios para el buen funcionamiento de las iglesias, requiere que sea el Señor quien dé a entender quién o quiénes son las personas idóneas.

El gobierno de la iglesia es teocrático, no democrático. No se puede implantar en el gobierno de la iglesia el modelo democrático (?) que utiliza el mundo. El voto en la iglesia está manchado por el pecado y con mucha facilidad se cae en los favoritismos. Si se utiliza el modelo democrático, esta elección corrompe el buen testimonio de la iglesia, lo cual da paso a que se sustituya la autoridad absoluta de la Biblia por las vanas esperanzas que hablan visión del propio corazón, pero que no de la boca del Señor.

La democracia ha corrompido el ministerio docente de la iglesia. Es urgente que la Teocracia recupere el lugar que le corresponde en el gobierno de la iglesia para que ésta rescate el esplendor que le corresponde


 

HECHOS 24. 25

“Pero el disertar de Pablo acerca de la justicia, el dominio propio, del juicio venidero, Félix se espantó y dijo: Ahora vete, pero cuando tenga oportunidad te llamaré”

Pablo de defiende ante el gobernador romano Félix de las acusaciones que los dirigentes religiosos judíos de haber profanado el templo de Jerusalén, por, según ellos, haber introducido gentiles en sus recinto. Algunos días después, Félix. Acompañado de su esposa Drusila que era judía “le oyó acerca de la fe en Jesucristo”. A muchos les encanta oír hablar de la fe en Jesús de quienes creen en Él. No es infrecuente escuchar: “me gustaría tener la fe que tú tienes”, porque la fe de los verdaderos creyentes no afecta las emociones de quienes escuchan el testimonio que dan. Tan pronto la conversación trata “acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero”, los tales, siguiendo el ejemplo de Félix, se deshacen del testimonio fiel, diciéndole: “vete, pero cuando tenga oportunidad te llamaré”

A la gente le gusta ver el testimonio de los verdaderos creyentes en Cristo porque sienten envidia por su comportamiento sereno ante las duras circunstancias  por las que atraviesan en compañía del resto de los mortales. Les gusta ver la serenidad con que afrontan las dificultades, pero no les complace el precio que se tienen que pagar para obtener la serenidad que les asombra.

No quieren oír hablar de justicia porque ella los reprende. No desean que sus trapos sucios salgan a la luz del sol. Se sienten humillados pero no arrepentidos de que salgan a la luz pública. No pueden aceptarlo. El buen concepto que tienen de sí mismos no quieren que salga malparado al contrastar su justicia (?) con la de Dios. No desean oír hablar del dominio propio porque sus vidas están descontroladas. No quieren someterse a la ley de la santidad que impide que las pasiones libidinosas crezcan lozanas. ¡Ah! Juicio venidero. De ninguna de las maneras. No puede ser posible que un Padre tan bondadoso como lo es Dios pueda desear  la condenación eterna para algunas de sus criaturas. Un padre jamás consentiría que un hijo suyo sufriese semejante daño. Sí, Dios es amor pero también es justicia inmaculada. “De tal manera amó  Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él crea no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3: 16). Hoy es el día de tu salvación. Mañana quizás  no tengas nuevamente la oportunidad de poder  arrepentirte de tus pecados. Tal vez pienses como Félix: “Cuando tenga oportunidad te llamaré”. Este día no llegó para Félix. No permitas que a ti te ocurra lo mismo. Está en juego tu salvación eterna.

 

 

 

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