AGUA VIVA
<b>Las personas que han perdido el
sentido de la vida y la consideran un absurdo son las más propensas a
suicidarse</b>
Un buen número de personas padecen
insomnio, nerviosismo, estrés, angustia y otras dolencias de carácter
sicológico. No saben gestionar sus emociones porque no se les ha enseñado a
hacerlo. No basta con decirles: No tengas miedo, no te enfades, no estés
triste, el tiempo todo lo cura. Estos consejos no sirven para hacer desaparecer
sus sentimientos. Las emociones no desaparecen, se tapan. Se las deposita en la
mochila del alma, con lo cual empeora el estado emocional y se lucha contra él
con pastillas.
<b>Macarena Berlín</b>,
directora del taller <i>Depresión y suicidio la realidad
silenciada</i>, dice que ha leído una nota de despedida escrita por una
joven que se suicidó. Afortunadamente, dice <b>Macarena</b>, dejó
una nota que decía: “Estoy rota…lo siento querida familia…jamás tendré
paz…nadie merece vivir así…no quiero que me traten como un perro…sólo quería
tener una vida normal…pero mi vida es un infierno…lo único que hago es
llorar…ya no tendréis que cargar conmigo…he llegado al límite…adiós…lo
siento…estoy rota”
<b>Ana González-Pino, presidenta de
la Sociedad Española de Siquiatría Biológica, dice: “La mortalidad de niños y
adolescentes es una pérdida económica y productiva importante. Y los nuestros
jóvenes se suicidan”. <b>Javier
Jiménez</b>, presidente honorario de APIS, dice: “El suicidio es una
solución radical sufrimiento sicológico irresistible. Pero nosotros defendemos
que el trastorno viene por un sufrimiento sicológico provocado por cosas que
ocurren en el día a día”.
Una joven que fue hallada muerta en la
estación de Roma dejó una nota que decía: “Reconozco que queríais mi bien pero
no habéis sido capaces de instruirme para el sufrimiento. Me lo habéis dado
todo, incluso cosas superfluas pero no me habéis dado lo que es indispensable,
y no me habéis indicado un ideal por el que merezca la pena vivir. Por eso he
decidido poner fin a mi vida. No me queda otra solución”
Esta muchacha desesperada acusa a sus
padres de su suicidio. No tiene razón. Sus padres no le podían enseñar “un
ideal por el que merezca la pena vivir”, por la sencilla razón de que lo
desconocían. Ante la caótica situación actual se acostumbra a decir que se han
perdido los valores. ¿Qué valores? Lo único que conoce nuestra sociedad es el
hedonismo, doctrina filosófica que considera el placer como el único o
principal propósito de la vida. La joven anónima que se quitó la vida en la
estación de Roma reconoce que sus padres le “habían dado todo incluso cosas
superfluas”. Quizás la joven se encontraba en Roma porque sus padres la habían
ayudado. Quizás suspiraba con ver la “Ciudad Eterna” y, al tenerla al alcance
de la mano no encontrase lo que esperaba. Se desilusionó como todas las cosas
que había tenido. Todo lo que sirve para satisfacer los sentidos decepciona.
Los padres de la joven, como la mayoría
de los padres ven en sus hijos carne bautizada que se mueve, piensa, siente,
llora, ríe…pero sin alma que es lo que los distingue de las mascotas que tienen
en sus casas. Es por eso que en los momentos insoportables se quejan de que sus
padres “no les han dado un ideal por el que merezca la pena vivir”. “El
suicidio es la solución radical al sufrimiento sicológico por cosas que ocurren
en el día a día”.
La chica que se quitó la vida en la
estación de Roma, en su desespero encontró a faltar algo por lo que valiese la
pena vivir. En vez de pedir para
recibir, buscar para encontrar, llamar para que se le abriese la puerta, la
salida más fácil fue quitarse la vida. La joven se queja de que sus padres no
“le han dado lo que es importante y no le han dado un ideal por el que merezca
la pena vivir”. Esta carencia que descubre la adolescente antes de quitarse la vida,
¿la poseen los padres para que puedan enseñarla a sus hijos para que no opten
por el suicidio? Las estadísticas manifiestan que se dan demasiados casos de
suicidios entre niños y adolescentes. No son casos aislados.
Jesús fatigado y sediento por la caminata
se sienta junto a un pozo. Una samaritana se acerca acarreando un jarro para
llenarlo de agua. Jesús le dice: Dame de beber”. Es así como se rompe el hielo
entre un judío y una samaritana. Debido a prejuicios religiosos, judíos y
samaritanos no se relacionaban. Del agua del pozo pasan a hablar del agua viva
que apaga la sed para siempre, que es Jesús. De la sensualidad a la
espiritualidad. De las necesidades corporales a las del alma. Jesús le dice a
la mujer: “Cualquiera que beba esta agua,
volverá a tener sed, mas el que beba el agua que yo le daré, no tendrá
sed jamás, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que
salta para vida eterna” (Juan 4: 4-42).
Más tarde Jesús explica a sus oyentes
quien es el agua viva. Les dice: “El que cree en mí, como dice la Escritura, de
su interior correrán ríos de agua viva.
Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en Él” (Juan 7:
38,39). Los padres que hayan creído en Jesús, aun cuando dé la sensación de que
no haya ocurrido nada, interiormente, por el Espíritu Santo recibido se
encuentran en otra dimensión haciendo que estén en condiciones de transmitir a
sus hijos lo que la joven que se suicidó en la estación de Roma se quejase que no lo había recibido de sus padres: “Lo
que es indispensable y el ideal por el que valga la pena vivir”. No basta con
que los padres hayan creído en Jesús, la riqueza hallada deben compartirla con
sus hijos. Si no aceptan el ideal por el que vale la pena vivir, potencialmente
son candidatos al suicidio.
Octavi
Pereña i Cortina
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada