SALMO 18:28
“Tú
encenderás mi lámpara, el Señor mi Dios alumbrará mis tinieblas”
A pesar de que los hombres convierten la
noche en día con el alumbrado público que ilumina en la oscuridad, el ser
humano camina en tinieblas porque su corazón está entenebrecido por la
presencia en él del príncipe de las tinieblas. A pesar de todo lo que hace para
que la luz resplandezca en la oscuridad, no consigue desprenderse de las
tinieblas que anidan en su corazón.
El apóstol Pablo escribiendo a los
tesalonicenses les dice. “Sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así
como ladrón en la noche, que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá
sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no
escaparán”. Entonces haciendo una clara distinción se dirige a los creyentes en
Cristo en estos términos: “Mas vosotros hermanos, no estáis en las tinieblas,
para que aquel día no os sorprenda como ladrón”. Los verdaderos cristianos se
comportan como las vírgenes prudentes de la parábola que velaban cuando el
Señor vino para dar inicio al banquete de boda. En tanto se espera la venida
gloriosa del Señor Jesucristo, los que esperan velando se comportan de esta
manera: “Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os
sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día,
no somos de la noche ni de las
tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás (las vírgenes insensatas cabecearon mientras aguardaban la venida del
Señor), sino velemos y seamos sabios”
Pablo hace una exhortación que refleja
dos estilos de vida: a los creyentes nos dice que “velemos y seamos sobrios,
habiéndonos vestido con la coraza de la fe y del amor, y con la esperanza de
salvación como yelmo”. Los otros, como las vírgenes insensatas “los que
duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan” (1
Tesalonicenses 5: 4-8).
La venida del Señor es cierta aun cuando
se desconozca la fecha exacta de su venida, que lo será con la imprevisibilidad
del ladrón que viene a robar. Para los
creyentes la espera es parecida a la de las vírgenes prudentes que estaban
provistas de aceite para sus lámparas. En otras palabras, vivían en luz porque
la luz de Cristo resplandecía en sus corazones. Los no creyentes esperan la
venida del Señor con el espíritu de las vírgenes insensatas que no se habían
provisto de aceite para sus lámparas. Andaban en tinieblas. Los que caminan de
día, cuando el Señor venga, entrarán con Él en la sala del banquete. Los que no
han comprado aceite para las lámparas,
que caminan de noche, golpearán desesperadamente con fuerza a la puerta que da acceso
a la sala del banquete de bodas, que no se abrirá: desde el interior el Señor
les dirá: “No os conozco hacedores de maldad”.
PROVERBIOS 8: 3
“Nunca
se aparten de ti la misericordia y la verdad, átalas a tu cuelo, escríbelas en
la tabla de tu corazón”
Ser cristiano no consiste en mera charlatanería.
A menudo pensamos que con el conocimiento exhaustivo de la Biblia basta para
dar testimonio de Cristo. El texto que comentamos no va en esta dirección.
“Nunca se aparten de ti la misericordia y
la verdad”. Salomón casa la misericordia con la verdad. De la misma manera que
el matrimonio a los ojos de Dios constituye una unidad indivisible, la
misericordia y la verdad siempre tienen que ir juntas. Si uno de los elementos
falta, el testimonio cristiano deja mucho que desear. Tan importante es que no
se produzca un divorcio, que la misericordia y la verdad cada una vaya por su
lado, que Salomón añade: “escríbelas en la tabla de tu corazón”. El Espíritu
Santo es el encargado de escribir en el corazón del creyente la Ley de Dios.
Salomón inspirado por el Espíritu Santo le mueve a escribir el proverbio que
comentamos, responsabilizando al creyente a escribirlo en la tabla de su
corazón. Insta al creyente a esforzarse en su salvación. A que no sea un sujeto
pasivo
No pienso que el escritor sagrado crea que
el lector del proverbio esté capacitado por sí solo de escribir de manera
permanente la Ley de Dios en su corazón. Le pone ante una posición inalcanzable
por sí solo. Le alerta de que considere que el testimonio cristiano sea algo
sin importancia. Le avisa de que por sí solo no puede hacerlo. Le pone ante sus
ojos la magnitud de la empresa que tiene que realizar. Le recuerda su
insignificancia y que sin la colaboración del Espíritu Santo no va a poder
cumplir el mandato de grabar en su corazón de manera permanente el binomio
“misericordia y verdad”. Ya lo dijo Jesús “sin mi nada podéis hacer”
¡Cuánta dependencia de Dios se necesita
para llevar a cabo la tarea de gravar en el corazón la misericordia y la
verdad! Es una orden recibida que debe obedecerse. Los valientes consiguen la
victoria.
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