dimarts, 11 de febrer del 2020

JUAN 6: 44

“Nadie puede venir a mí, si el Padre que me envió no lo trajese, y yo le resucitaré en el día postrero”
Un texto claro que enseña que la salvación empieza y termina en Dios y que el hombre no interviene para nada en ella. Nadie, afirma Jesús, “puede venir a mí, si el Padre no lo trajere” Nadie puede ir al Buen Pastor de las ovejas si el Padre no se las lleva. Al orgullo humano se le hace difícil aceptar que su voluntad de salvación, que sus mortificaciones para conseguir una vida santa no sirven para nada para alcanzar la salvación. A los hombres pueden conmovernos los esfuerzos draconianos que alguien pueda hacer para agradar a Dios. El Padre no se conmueve al contemplar los esfuerzos que por nuestra parte puedan parecernos heroicos.
“Escogidos antes de la fundación del mundo” (Efesios 1:4). Cuando no existía nada ni nadie, excepto Dios, al Padre le agradó escoger a algunos movido por su misericordia para entregárselos  a su Hijo. El número de los escogidos se completó antes de la fundación del mundo. Si no es por la fe que es regalo de Dios es imposible aceptar esta decisión divina que es tan difícil de digerir. Es así, nos guste o no. Quienes hemos creído en Jesús como único Señor y Salvador no podemos hacer nada más que agradecer al Padre que nos haya escogido para entregarnos  a su Hijo.
Si formamos parte de los elegidos que el Padre ha dado a su Hijo, Éste con la colaboración del Espíritu Santo se encarga del proceso de hacernos perfectos como el Padre es perfecto. Ahora, en el tiempo, poseyendo los cuerpos corruptibles y mortales que tenemos, dicha perfección no la vamos a alcanzar. Estamos embarcados  en un proceso de perfeccionamiento que no finalizará hasta el día de la resurrección cuando nuestros cuerpos corruptos y mortales serás revestidos de incorrupción e inmortalidad en el día de la resurrección. Entonces la muerte será vencida por la victoria de Jesús al ser resucitado de los muertos.
Cuando las dudas nos asalten con respecto a la elección divina, recordemos el texto sobre el que hemos meditado: “Nadie puede venir a mí, si el Padre que me envió no la trajere, y yo le resucitaré en el día postrero.


GÉNESIS  45: 5

“Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá, porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros”
¿Quién habría predicho el final feliz que le esperaba a José cuando fue vendido por sus hermanos a unos mercaderes ismaelitas  por  veinte monedas de plata? De no ser alguien a quien Dios le hubiera dado el don de predecir el futuro, nadie. Nosotros que conocemos la historia de José desde el principio al final, no nos asombra. ¿Qué de los acontecimientos que nos suceden en nuestras vidas? Desconocemos a dónde nos van a llevar. Ante los acontecimientos mundiales cargados de conflictos, la angustia, el miedo, las preocupaciones salen a flor de piel acompañado  del frotarse las manos de las farmacéuticas con el incremento de ventas de ansiolíticos y de los siquiatras que contemplan satisfechos las largas colas de pacientes que se forman y que desean les visiten. ¿Qué nos dice Jesús ante la incertidumbre del mañana?
Jesús quiere limpiar nuestros corazones de temores infundados sobre el futuro. Con unas palabras que Mateo y Lucas recogen en sus respectivos evangelios que la versión Reina-Valera de la Biblia identifica con el título El afán y la ansiedad (Mateo 6: 25-34 y Lucas 12: 22-31). Se dirige a nosotros que somos hombres pecadoras repletas nuestras vidas de afán y ansiedad, diciéndonos: “No os afanéis por vuestra vida, que habéis de comer o qué habéis de vestir” (Mateo 6: 25). ¿Cómo intenta Jesús borrar de nuestras almas el miedo al futuro? Con un lenguaje muy claro y sencillo que se hace entendedor incluso a las personas más sencillas, el Padre celestial no dejará de proveer las necesidades diarias de quienes confían en Él. La oración modelo nos enseña a pedir al Padre celestial el pan de cada día danos hoy, provisión materializada con el maná, el pan caído del cielo que lo israelitas recogían cada mañana. Si Jesús nos enseña a pedir al Padre celestial el pan de cada día, ¿cómo no va a proveer todo lo que necesitamos? Jesús nos enseña a considerar la belleza de los lirios del campo. Si algo tan efímero Dios lo viste con tanta belleza, ¿cómo no va a proveer lo que necesitamos para cubrir nuestros cuerpos?
No debemos afanarnos por las cosas materiales. Los gentiles, es decir, los incrédulos “buscan todas estas cosas, pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas ellas” (v.32).
Casi al final del texto El afán y la ansiedad Jesús nos dice: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán  añadidas”          (v. 37). Nos viene a decir amemos a Dios sobre todas las cosas y dejemos que sea Él el responsable de proveer el alimento y el vestido que nuestros cuerpos necesitan. No seamos tan insensatos como lo fueron los israelitas que a pesar del aviso que lo que sobraba cada día se echaría a perder, desobedecieron el descanso sabático yendo a buscar maná el día que no descendería del cielo.


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